Pinar del Río (Cuba).- La cosecha de tabaco que se recoge estos meses en Cuba es la mejor en muchos años, dicen al unísono los dueños de vegas productoras, guajiros y obreros de plantaciones del occidente de la isla, cuna de las hojas con las que se elaboran los habanos más afamados.
"Este año tenemos buen tabaco, el mejor desde hace tiempo, el mejor del mundo", declaró a Efe Juan José Palacios, mientras recolectaba hojas en una finca situada cerca del pueblo de El Cafetal, en la provincia occidental de Pinar del Río.
Y habrá que creer en su experiencia porque lleva en el oficio 83 años. Empezó a los 12 años en esa misma finca y ha cumplido 95, y las arrugas de su rostro son tan profundas como los del campo que pisa. Su hermano menor Carlos, de 68 años, recoge tabaco en el surco de al lado.
Cerca de ellos un guajiro más, Francisco, asegura que "ha sido buen año para el tabaco", con el "clima perfecto".
Asegura que para este cultivo, uno de los principales de Cuba, no han sido demasiado perjudiciales los huracanes que atravesaron Pinar del Río en agosto y septiembre 2008 y que causaron en toda la isla siete muertes y pérdidas calculadas oficialmente en 10.000 millones de dólares.
En un cruce de carreteras, el veguero Gilberto Armas, nieto de catalanes y propietario de una vega o finca de tabaco en la misma provincia, amplía que este "ha sido un año bueno, con buen clima, con frío y al mismo tiempo sol, sin muchas lluvias que traen moho a las hojas".
Los últimos meses han sido secos en la isla, con "frentes fríos" que llegan del norte uno tras otro.
Bajo un cielo medio nublado, cerca de la encrucijada, al pie de un poste de madera con un pequeño cartel manuscrito que reza "Viva Raúl", Andrés Díaz sale de una finca de "tabaco de tapado", donde las plantas están cubiertas con un toldo de arpilleras, por lo cual tienen -según explica- hojas de mayor calidad.
"Muy buen año. Como hace mucho tiempo que no se daba", coincide Díaz con la mayoría de los entrevistados, tocados unos con sombreros de paja de ala ancha, otros con gorras de tipo militar.
Las hojas son llevadas en rústicas carretillas de madera hasta "casas de tabaco", como llaman a los cobertizos de tablas o de tejas onduladas donde se ponen a secar a oscuras, la mayoría ya curados de las heridas de los ciclones.
En las carreteras de Pinar del Río que van a la capital provincial homónima, y de allí a La Habana, se ven camiones, muchos antiguos y destartalados, que llevan el tabaco ya seco en pacas artesanales hacia las fábricas donde las hojas, una vez tratadas, se convertirán en caros puros habanos.
Todo el tabaco debe venderse al Estado, que fija el precio.
El fuerte olor del tabaco impregna los cobertizos de piso de tierra en los que grupos de mujeres ensartan las hojas con agujas e hilo, tras separarlas por calidades, y las amarran a unas varas largas ("cujes") que luego colocan paralelas, como en una parrilla.
Todo a mano, nada mecanizado o tecnificado, ni en los surcos de tierra blanca o colorada ni en las "casas de tabaco".
Tras jubilarse el año pasado de un empleo estatal "de economía y comercio", Cristina Jarque, nieta de español, ensarta hojas de la variedad "corona" (de calidad intermedia), mientras dice a Efe lo mismo que los guajiros y los vegueros: "Hacía muchos años que no se daba tan buena".
Frank García, tras pedir al fotógrafo de la agencia que le mande copias de las tomas que le hace, está contento porque "el año pasado fue malo" y se trabajó "por gusto", pero ahora "nos va a quedar algo".
Algunos obreros se quejan de que no les suministran suficiente "ropa de trabajo" mientras muestran las manos y las mangas renegridas, como de carboneros, por la savia o melaza que sueltan las hojas del tabaco al ser arrancadas.
Sobre el salario, tres a los que se les preguntó contestaron sin especial énfasis que "lo mismo de siempre", sin entrar en detalles, y confirmaron que en esta temporada trabajan hasta doce horas por jornada, seis días por semana.
En estos días visitan Pinar del Río hombres de negocios, expertos en tabaco, periodistas y epicúreos que asisten al undécimo Festival Internacional del Habano, esos que gozan quemando los finos puros que se "tuercen" con las hojas que recolectan hombres como el nonagenario Palacios.
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