La Agencia Internacional de la Energía (AIE) en su último World Energy Outlook 2008 (WEO 2008) ofrece un diagnóstico en el que se presenta la crisis del actual modelo energético, que al ser uno de los pilares del sistema económico pone en cuestión el modelo de desarrollo vigente.
Su insostenibilidad viene de una economía mundial que necesita consumir ingentes cantidades de energía, principalmente de origen fósil, para producir cada unidad de su PIB. Esta dependencia de los combustibles fósiles genera emisiones crecientes de Gases de Efecto Invernadero (GEI), agravando el cambio climático; somete a constantes shocks a las economías consumidoras y supone una amenaza para la seguridad nacional por el riesgo de una eventual interrupción del suministro.
El escenario que el Panel Intergubernamental para Cambio Climático (IPCC) considera necesario alcanzar, para que no se produzcan cambios drásticos e impredecibles en el régimen climático del planeta, la estabilización de la concentración de CO2 en la atmósfera por debajo de los 450 ppm, lo que conduciría a un incremento de la temperatura media global de entre 2,4 y un 2,8 grados.
En el medio y largo plazo se plantea el reto de ofrecer un suministro energético seguro y de calidad a un mundo cuyas necesidades energéticas crecerán a un ritmo del 1,6% anual hasta 2030 (Escenario de Referencia WEO 2008), sin poner en peligro el crecimiento económico y limitando la concentración de CO2 en la atmósfera a niveles que no comprometan las condiciones de vida de las generaciones futuras.
Ante este reto no existe una solución única, tal y como se indica desde los organismos comunitarios e internacionales, la solución al actual modelo pasa por avanzar en muchos ámbitos entre los que destaca la promoción de la eficiencia energética y de las energías renovables, cuya contribución a la reducción de emisiones necesaria para estabilizar la concentración de CO2 en los niveles recomendados por el IPCC se situaría en el 46% y el 21%, respectivamente.
En el estudio de prospectiva de tecnologías energéticas (Energy Technology Perspectives 2050), presentado por la AIE en septiembre de 2008, se señalaba el camino a seguir teniendo en cuenta todas las opciones de tecnologías energéticas disponibles así como potenciales desarrollos tecnológicos futuros, haciendo especial hincapié en energías renovables como la eólica, considerada como la tecnología renovable con mayor contribución a la reducción de emisiones. De hecho, para alcanzar una reducción de las emisiones de GEI del 50% en 2050 frente a 2005, compatible con el objetivo de estabilización de concentración de CO2 del IPCC, será necesario instalar más de 55 GW anuales de eólica terrestre, hasta alcanzar el 12% de la producción eléctrica mundial de origen eólico en 2050. Ello supondrá más de 70 mil millones de euros anuales de inversión en este ámbito.
En el contexto europeo y español, el cumplimiento del objetivo de alcanzar el 20% de energías renovables en el consumo final de energía en 2020, otorga un importante papel a la energía eólica, que deberá alcanzar el 11,6% y el 26% de la demanda de electricidad de la Unión Europea en ese año en la UE y en España, respectivamente. Para alcanzar este objetivo se ha aprobado una nueva Directiva de Renovables, que tiene como prioridad alcanzar esta participación de forma eficiente. Por esta razón, ha mantenido los esquemas de apoyo nacionales, entre los que han destacado por su éxito los sistemas de primas, al tiempo que ha establecido mecanismos de flexibilidad —como las transferencias estadísticas, los acuerdos conjuntos y la posibilidad de coordinación de sistemas de apoyo entre Estados miembros— para minimizar el coste de la implantación de energías renovables a lo largo de toda la UE.
Tanto el cumplimiento del objetivo de emisiones como de energías renovables requiere llevar a cabo un análisis equilibrado del modelo energético del que se dispone y el que se quiere alcanzar a medio o largo plazo. Especialmente en el caso del sector eléctrico, dicho análisis debe tener en cuenta las implicaciones de todas las opciones energéticas. Así, uno de los principales retos que se plantean es incrementar la participación de energías renovables de forma eficiente y segura para el sistema eléctrico. En este sentido habrá que tener en cuenta que para alcanzar un nuevo modelo energético más eficiente y menos intensivo en emisiones habrá que redefinir la planificación energética, prestando especial atención a energía de respaldo como ciclos combinados de gas e hidráulica regulable y potenciando las interconexiones eléctricas y la gestión de la demanda.
En torno a esta cuestión han surgido mitos que pueden distorsionar la percepción de la energía eólica como una opción necesaria y viable para el sistema eléctrico. El denominado "mito del sobrecoste" se fundamenta en un análisis estático y muy restringido de la realidad energética, considerando que la apuesta por la energía eólica genera un sobrecoste para el sistema, suponiendo un impacto negativo para la competitividad de la economía, e implica riesgos para la seguridad de suministro debido a la variabilidad de su producción.
Además, este enfoque ha ganado adeptos entre los detractores de las renovables en el actual contexto de crisis económica, que ha ocasionado un espejismo coyuntural de precios reducidos del petróleo. Defienden un enfoque pesimista de las renovables, en el que su incremento de peso en el mix energético, y en particular la de la eólica, encarecerán el coste de la energía y generan inseguridad energética por su carácter intermitente y la necesidad de energía de respaldo. Sin embargo, el análisis de esta corriente omite cualquier consideración sobre las implicaciones para el desarrollo industrial autóctono derivado de las energías renovables.
En cuanto al coste de la energía eólica, sólo una visión estática y cortoplacista podría considerar la energía eólica como una opción más cara que las energías convencionales en el medio o largo plazo. Los estudios de prospectiva de la AIE y la GWEC muestran una tendencia de costes decrecientes para la energía eólica, que irán reduciendo progresivamente la necesidad de apoyos para su competitividad. Las cifras de coste de generación de la energía eólica se sitúan en torno a los 70-75 €/MWh en 2020 y alrededor de 60-70 €/MWh en 2030, considerando un rango de funcionamiento de 2000-2500 horas. Frente a esta tendencia decreciente, se encuentra un escenario de crecimiento tendencial del coste de las energías convencionales. El análisis de la AIE estima que los precios del petróleo para 2030 se ubicarán alrededor de los 125 dólares el barril en términos reales.
En relación al coste de la energía de respaldo y al riesgo que supone la eólica para la seguridad del sistema, se ha venido señalando que la variabilidad de la producción eólica supone retos de cara el mantenimiento del equilibrio entre la oferta y la demanda de electricidad en tiempo real, generando la necesidad de energía de respaldo así como de infraestructuras de transporte y almacenamiento de electricidad.
La AIE en el WEO 2008 ponía de manifiesto que para alcanzar la implantación de renovables necesaria para conseguir el objetivo de renovables del escenario BLUE era necesario: instalar 500 GW de capacidad de almacenamiento eléctrico y 900 GW de generación eléctrica a partir de gas natural como energía de respaldo, incrementar las interconexiones eléctricas y desarrollar redes inteligentes. Sin embargo, estos retos son perfectamente asumibles y el sobrecoste derivado de las necesidades de energía de respaldo no compromete la competitividad de esta opción tecnológica frente a las alternativas convencionales.
La variabilidad de la energía eólica se ve mitigada por los grandes avances que se están produciendo en la predicción de la producción y la magnitud de la variación en su producción, que se puede afrontar con cierto grado de sobrecapacidad como la que existe en el caso español, y comparable a otros factores que también introducen variabilidad en el sistema (fallos en centrales convencionales, problemas de suministro de combustibles, etc.).
Por otro lado, las estimaciones de costes adicionales de la incorporación de la eólica en el sistema eléctrico español son de una magnitud limitada. Aquellos que recogen los escenarios más pesimistas alcanzan los 21 €/MWh, considerando una capacidad eólica instalada del 35% del total. El coste medio total calculado a partir de una muestra de estudios —procedentes de universidades, organismos públicos y empresas— es de 11,28 €/MWh.
Teniendo en cuenta estos elementos, la energía eólica se constituye como una alternativa competitiva en costes que no supone un riesgo para el sistema eléctrico ni para la competitividad de la economía sino más bien una alternativa económica y una fuente de creación de valor añadido, de desarrollo industrial y de generación de empleo autóctono.
El modelo energético actual está en crisis, y escudarse en los bajos precios actuales de los combustibles fósiles para limitar el desarrollo de las opciones energéticas renovables, como la eólica, conduciría a medio plazo al deterioro de la competitividad de las economías dependientes energéticamente del exterior, como la española, cada vez más sometidas a shocks de precios y a detracciones de renta por el incremento de éstos, y comprometería el futuro de la humanidad al no alcanzarse los objetivos de reducción de emisiones propuestos por el IPCC.
*Gonzalo Sáenz de Miera es economista y promotor del GTPES (Grupo de Trabajo sobre Políticas Energéticas Sostenibles). Miguel Ángel Muñoz es economista.(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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