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Washington D.C: un metro adaptado a las prisas

Por CRISTINA F. PEREDA (SOITU.ES)
Actualizado 20-02-2009 11:55 CET

WASHINGTON, D.C.-  Billetes más caros a mayor frecuencia de trenes, accesos rápidos desde la calle y prepago electrónico. Éstas son algunas de las medidas con las que cuenta el metro de Washington, un suburbano para no perder el tiempo.

Desde la calle, el viajero puede subirse a una de las eternas escaleras mecánicas o ascensores que llegan hasta los tornos. Después otra escalera mecánica conduce hasta el andén. Todo para que el usuario viaje con la ley del mínimo esfuerzo. Eso sí, mientras no se estropeen las escaleras, cosa que es bastante habitual. Y es que el metro de Washington está diseñado para que sus usuarios viajen de la manera más rápida, sin obstáculos que puedan hacerles perder el tiempo —algo que vale tanto como el dinero en esta ciudad—.

Las cinco líneas que comunican la capital con los estados de Maryland y Virginia fueron construidas a modo de tubos amplios que comparten los trenes en ambas direcciones. No hay largos pasillos entre los trenes, lo que reduce la necesidad de hacer transbordos. En los pocos casos en los que una estación comparte dos líneas, éstas se cruzan en dos pisos distintos comunicados por escaleras mecánicas. Una vez más, la comodidad y la rapidez priman en los recorridos de una línea a otra.

A la hora de comprar el billete, hay que tener en cuenta que no hay un precio fijo. Además del tipo de recorrido que hagas, la frecuencia de los trenes, el día de la semana y la hora del día, también influyen en la tarifa. En horas puntas, cuando hay una mayor frecuencia de trenes, es más caro.

Por ejemplo: entre diario, desde la apertura del metro hasta las 9:30 de la mañana y desde las 15:00 a las 19:00 horas, el precio del billete puede estar entre el 1,65 y los 4,50 dólares. Sin embargo, si coges ese mismo día el metro a una hora diferente, te cuesta algo menos: entre 1,35 y 2,32 dólares, según el recorrido.

Con esta variedad de tarifas, lo más práctico para los usuarios es utilizar unas tarjetas magnéticas de prepago individuales que se canjean a la entrada y salida de la estación. Aquí también importa la rapidez: el viajero no necesita sacar de su bolso o cartera la tarjeta, basta con pasarlo por los lectores electrónicos.

El "espacio vital" de los norteamericanos

Esta ciudad tiene fama de ser una de las más limpias de Estados Unidos y su sistema de metro hace honor a este calificativo. Desde los andenes hasta los vagones de metro, es casi imposible ver un papel en el suelo. Si te dejas en el asiento el periódico gratuito de la ciudad, el Express, es posible que el resto de pasajeros se te quede mirando. Los usuarios del suburbano de Washington viajan en silencio, escuchan música, leen, contestan e-mails en su Blackberry (algunas redes proporcionan acceso para móviles y wi-fi) o incluso repasan una presentación en el portátil de camino al trabajo.

Sólo la voz del conductor que anuncia cada parada interrumpe el silencioso trayecto. Eso sí, no alces mucho la voz en los vagones (algo que sólo hacen algunos jóvenes) ni comas durante el viaje, ya que pueden ser otras buenas razones por las que te llamen la atención. Y es que tanto la comida como la bebida están prohibidas en toda la red de metro, lo que ayuda a mantenerlo impecable y a que los roedores que pueblan otros metros, como el de Nueva York, no se sientan tentados a venir.

Los vagones y andenes de este subterráneo construido en 1976 se convierten en un buen escenario para comprender el concepto de "espacio personal" de los norteamericanos, algo de lo que consiguen disfrutar incluso en hora punta. Aunque los trenes vayan llenos, los pasajeros consiguen hacer malabares para entrar en un vagón sin tocar a nadie. Y es que Washington es una ciudad donde los norteamericanos cuidan mucho las formas y la educación. El problema surge cuando chocan con turistas o visitantes acostumbrados a poner la mano en el hombro de un pasajero para pedir paso, algo considerado como una ofensa personal por los locales. Ésta es una forma de reconocer a los turistas que visitan por primera vez el metro.

Lo que tampoco pasa desapercibido es la oscuridad que llena el metro de la capital estadounidense. Aquí sólo se alumbra lo imprescindible. Luces y sombras llenan los andenes de este mundo bajo tierra. Apenas unas pocas luces iluminan los carteles y avisos que muestran los minutos que faltan para la llegada del siguiente tren.

Con todo, las prisas, la falta de contacto con el resto de los pasajeros y en general, la poca atención que la gente presta mientras viaja en metro, fueron objeto de un estudio en 2007. Un violinista se situó durante tres cuartos de hora en una de las entradas para interpretar obras famosas de música clásica. Más de 1.000 personas pasaron por delante de él sin percatarse de que el músico era el prestigioso violinista Joshua Bell (interprete de bandas sonoras como "El Violín Rojo") tocando con un Stradivarius de 1710. La actuación formaba parte de un experimento del diario 'Washington Post', que grabó la escena para sorprendernos a todos después.

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