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Apicultores urbanos: ¿un pasatiempo clandestino?

Por PIEDAD MARTÍN* (SOITU.ES)
Actualizado 18-02-2009 14:04 CET

"Soy una apicultora urbana secreta, una primeriza en criar dos colmenas para producir miel en mi tejado. No tengo miedo de las abejas, pero estoy un poco preocupada por si me descubren mis vecinos". Así comienza el blog de esta mujer de identidad desconocida que vive en una gran ciudad de los EEUU cuyo nombre tampoco quiere revelar.

Hace un año fue cuando esta estadounidense comenzó su sueño de criar una colmena de abejas en el tejado de su casa para producir miel y su blog nos cuenta todos los detalles de este peculiar entretenimiento. No se trata de ninguna "friki", os sorprendería saber cuanta miel se produce actualmente en las ciudades del mundo.

En el caso de Francia, hace ya tres años que se desarrolla un programa para recuperar colmenas urbanas. París está poblado por miles de abejas, que han colonizado techos, balcones, parques, teatros, centros comerciales, museos y hoteles. En total, se habla de unas 300 colmenas en la ciudad. Por ejemplo, el Hotel Eiffel Park produce con sus tres colmenas 150 kilos de miel al año, un producto que sus clientes degustan en el desayuno y en deliciosos postres.

El consumidor puede estar tentado a desechar la miel producida en ciudades contaminadas, pero la Asociación Francesa de Apicultores (UNAF) publicó recientemente que las abejas criadas en ciudades son más sanas y más productivas que sus compañeras rurales. "Aunque pueda ser paradójico, las colonias de abejas viven hoy mejor en ciudad por la ausencia de tratamientos fitosanitarios y un encadenamiento de la floración a menudo más regular", cuenta la UNAF, que fomenta su cultivo urbano (en ciudades como Nantes, París, Lille) para llamar además la atención sobre la cada vez peor situación de estos insectos (ver pdf).

Por su parte, la Asociación de Apicultores de Londres tiene al menos 5.000 miembros registrados que crían abejas en los patios y tejados de esta ciudad. En cambio, los apicultores de Nueva York no son tan afortunados. Como la protagonista del inicio de este artículo, tienen colmenas en la clandestinidad pues la legislación vigente no permite criar en la ciudad "animales salvajes, feroces, peligrosos o inclinados a hacer daño por naturaleza"... incluidas las abejas. Es por eso que pocos apicultores admiten que se dedican a esta dulce actividad. Por eso, y porque la multa es de 2.000 dólares.

En el caso de Alemania, la preocupación no es por los vecinos sino debida a que la población de abejas está disminuyendo. Los expertos ya han determinado que esta reducción puede tener serias consecuencias sobre la producción de frutas si la polinización comienza a fallar. Las abejas pueden viajar kilómetros para buscar el néctar y el polen y, por tanto, no dependen de que tengan flores cerca de donde habitan.

Así que los apicultores de Wiedenhöft han trabajado duro para atraer sangre joven a esta profesión que, de momento, incluye un porcentaje desproporcionadamente alto de personas mayores. Ahora, cientos de miles de abejas están constantemente en los cielos de ciudades como Frankfurt, Múnich y Hamburgo. Esta última tiene al menos 50 millones de abejas en 2.100 colmenas. Sólo la capital alemana tiene unos 500 apicultores.

Pero no sólo es un pasatiempo para ciudades de países desarrollados sino que, por ejemplo, en la República Democrática del Congo se han definido programas de agricultura urbana como una manera de que la población acceda a alimentos frescos y plantas medicinales que fortalezcan su sistema inmunológico. Si la miel, además de rica, resulta interesante por sus propiedades medicinales, más aún en países con pocos recursos económicos.

En España, por otra parte, además de los numerosos casos de colmenas destruidas por los cuerpos de bomberos ante las llamadas de alarmados ciudadanos, el Ayuntamiento de Córdoba ha decidido recientemente utilizar a las abejas como bioindicadores. Los estudios permitirán saber los niveles de contaminación del aire en esta ciudad andaluza, sobre todo, en lo que se refiere a presencia de metales pesados, como el cromo, el plomo y el níquel. 

Los apicultores definen su actividad como una experiencia muy positiva. Seguir de cerca el proceso de producción de las abejas tiene muchos alicientes ya que uno aprende de la complejidad de la naturaleza, de la paciencia, del espíritu de trabajo en equipo, de la celebración de la vida... En definitiva, ¡un placer! ¿Os animáis?


*Piedad Martín es especialista en desarrollo y medio ambiente y trabaja en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Colombia.

(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).

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