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Cenando (por sorpresa) en la planta 46

Por JOSÉ MANUEL SEGURA (SOITU.ES)
Actualizado 16-02-2009 16:59 CET

TOKIO (JAPÓN).-  Al vivir en una metrópolis como Tokio, pronto se pierden las referencias y se aprende a ignorar el descomunal tamaño de esta urbe llena de rascacielos y barrios-ciudades. Es curioso cómo, a pesar de esto, Tokio ofrece noches siempre diferentes. Es posible ir a cenar y a comer a un restaurante distinto cada día del año sin necesidad de repetir en el mismo lugar dos veces. Es por esto que las guías de viaje sobre esta ciudad parecen tomos enciclopédicos, y aún así, siempre quedan lugares impresionantes por descubrir.

Esto es precisamente lo que me ocurrió hace unos días, cuando paseando por uno de los parques que salpican la ciudad, decidí pasear sin rumbo fijo entre los barrios de Ginza y Shimbashi, cerca de la zona portuaria en donde se encuentra el famoso mercado de Tsukiji.

Existe una zona llamada Shiodome, a la salida de metro omónimo de la línea Oedo (una de las últimas en construirse y por lo tanto una de las más profundas —y caras— de Tokio) desde la cual se accede a un complejo de enormes edificios de oficinas. Uno de ellos es famoso por albergar la sede central de una gran agencia de publicidad (Dentsu), y también por disponer de un teatro (que en estos momentos presenta la obra 'Wicked').

Entrando en el centro comercial que acompaña estos dos lugares, se accede a unos ascensores que tienen sólo dos paradas: la planta 1, y la 46. Es aquí cuando empiezan las emociones fuertes, pues suben a una velocidad que ponen a prueba tu capacidad para soportar cambios bruscos de presión en tus oídos. El habitáculo de cristal se eleva a lo largo de una enorme superficie en el lado oeste del rascacielos, que descubre toda el área central de Tokio en pocos segundos, dejándote con la boca abierta. Al llegar a la última planta, un hall nos recibe con varios restaurantes y ninguna cola: queda claro que éste es uno de esos lugares espectaculares de Tokio que no sale en las guías de viaje.

Al fondo del hall, un ventanal de cristal enorme, con amplios lugares para poder sentarte y dejarte llevar por la impresionante vista de toda la bahía de Tokio, con su puente colgante (el Rainbow Bridge).

Se puede ver, abajo a la izquierda, la disposición en curva del mercado de Tsukiji, y a la derecha, la isla artificial de Odaiba con el Rainbow Bridge conectándola con el resto de la ciudad. Al fondo, el aeropuerto de Haneda, con frecuentes despegues y aterrizajes sobre las grúas de los grandes cargueros de contenedores. Y en el horizonte, el mar, oscureciendo las puertas de la bahía de Tokio.

En esta planta 46, se puede disfrutar de todo tipo de platos, que varían desde el típico sushi o sashimi, hasta el yakitori, y siempre con estas impresionantes vistas, ofreciendo posiblemente uno de los lugares más románticos posibles en los que cenar en compañía de alguien importante. Nada mal para un lugar del que hace pocos minutos no sabía absolutamente nada. Ese es el encanto de una ciudad que siempre tiene algo con lo que sorprenderte.

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