¿Qué hace especial a una cámara para que nos la tomemos en serio? ¿Es su precio, su peso, su tamaño, su marca? Hay aficionados y algunos profesionales que se sienten seguros empuñando una pesada réflex, a ser posible con un gigantesco teleobjetivo que nos acerca tanto a las imágenes como nos aleja de la propia realidad que representan. Analizamos la compacta Sigma DP1, una cámara misteriosa y genial que sólo seducirá a unos pocos, a muy pocos.
A estas alturas casi nadie desconoce que la evolución técnica de la fotografía digital ha provocado que ya sólo un puñado de fotógrafos sigan apostando por los haluros de plata. Ciertamente, las cámaras profesionales digitales captan imágenes cuya calidad impresiona, incluso a los que hasta hace poco eran acérrimos defensores de la fotografía química, pero seguimos teniendo un serio problema con el tamaño de las cámaras en relación con la calidad que ofrecen.
No es cosa de reabrir el viejo debate sobre la supremacía de la fotografía basada en ceros y unos sobre la analógica, pero la verdad es que muchos se llevan las manos a la cabeza cuando comprueban las limitaciones de las cámaras compactas digitales a la hora de plasmar fidedignamente en una escena el color o el rango dinámico —lo que antes se conocía como latitud de exposición—.
Los que no quieren sacrificar la calidad de las fotos que toman sin tener que cargar con una aparatosa réflex, la verdad es que tienen pocas opciones. En la primera parte de este artículo ya hemos analizado tres cámaras cuyos sensores de imagen, siendo dignos, no pueden rivalizar seriamente con los tamaños y la calidad que proporcionan los sensores APS-C, Full Frame , o Cuatro Tercios de las cámaras de objetivos intercambiables, sobre todo a la hora de captar imágenes con altas sensibilidades.
Es por ello que hemos dejado para esta segunda parte la Sigma DP1, la única cámara compacta del mundo que equipa un sensor de imagen de tamaño APS-C —el mismo que muchas réflex— y que usa revolucionaria tecnología Foveon X3. Justamente el mismo que usa su hermana mayor, la DSLR Sigma SD14, y también el que incorpora su hermana gemela la Sigma DP2, que ha sido anunciada pero aún no se encuentra a la venta y cuya única diferencia con la DP1 es la longitud focal del objetivo y el procesador de color. Con semejante argumento, muchos pensarán que no hay nada más que decir, ésta es la cámara que andaban buscando. Pues no es tan sencillo.
El primer inconveniente para elegir esta cámara es su precio, pues cuesta en torno a 800 euros, superando así el valor de algunas réflex bastante dignas para aficionados. El segundo gran escollo es su objetivo, pues equipa una óptica fija equivalente a los 28 mm en paso universal cuya abertura máxima de diafragma es de sólo f4, aunque la verdad es que proporciona una gran calidad de imagen. El detalle de la focal fija sorprenderá a muchos que a estas alturas no conciben que se sigan vendiendo compactas que no vayan equipadas con un zoom óptico.
Otro gran problema que hemos detectado ha sido el nefasto balance de blancos que realiza al disparar con luz artificial —lo que obliga a que muchas de las fotos realizadas en interiores deban ser editadas posteriormente en el ordenador—. Por otra parte, su ergonomía no es ninguna maravilla que digamos, pues su diseño hace que sea un tanto difícil sujetarla con firmeza. Tampoco están nada logrados los controles de la cámara, que tienden a confundir con frecuencia cuando deseamos realizar ajustes en modo manual.
También es nefasta la previsualización de las fotos de la pantalla, pues tiende a mostrar imágenes monocromáticas con mucho ruido sobre todo al disparar con altas sensibilidades —Sigma vende a precio de oro un visor óptico que puede acoplarse en la zapata del flash—. Otra característica a sumar a la lista de infamias es su exasperante lentitud al grabar las imágenes, pues cada vez que soltamos el dedo del disparador tenemos que esperar varios segundos hasta que podemos disparar de nuevo.
Tras leer todo esto es posible que más de uno piense que los de Sigma se han vuelto locos fabricando semejante aparato. Pues bien, sigue leyendo y te explicaremos por qué la Sigma DP1 nos parece una de las cámaras más geniales del mercado.
Seguramente te habrás asustado al leer esa pregunta, pero tenemos razones para pensar que sí. La culpa la tiene su sensor Foveon X3. Si te preguntas qué demonios es eso, lo primero que debes saber es que el 99% de las cámaras a la venta usan sensores cuya tecnología es CCD o CMOS, mientras que Fuji fabrica una variante del CCD llamada SuperCCD.
Pues bien, Sigma es el único fabricante del mundo que comercializa cámaras que equipan sensores de tecnología Foveon X3. En lugar de tener que interpolar la señal luminosa que llega al sensor para recrear los colores usando el denominado mosaico de Bayer que utilizan el resto de fabricantes, la tecnología Foveon usa tres capas fotosensibles para captar cada uno de los colores primarios, de forma similar a como lo hacen las películas analógicas de color.
Por otra parte, el Foveon X3 no sabe qué es el efecto Moire, que tan molesto es en algunas cámaras a la hora de enfrentarse a texturas complejas como la de la seda. Por todo ello, la nitidez y la calidad de la imagen de esta Sigma es muy superior a la de cámaras mucho más caras. Tanto rompe todos los moldes, que su resolución efectiva es sólo un tercio de los 14 megapíxeles que Sigma publicita, aunque a efectos prácticos las imágenes tienen tanta información que pueden ampliarse sin pérdidas significativas de calidad a tamaños tan grandes como los que ofrecen algunas réflex profesionales.
Por otro lado, el comportamiento del Foveon X3 a altas sensibilidades no es muy bueno, aunque más o menos se defiende bien a 800 ISO —que es la sensibilidad máxima permitida en la DP1—. Eso sí, la cámara tiene un rango dinámico tan amplio que en ocasiones podemos trabajar con sus archivos RAW con tanta flexibilidad como si se tratase de imágenes obtenidas mediante la técnica HDR. De hecho, cuando manipulamos la foto nos quedamos pasmados al contemplar la multitud de detalles que aparecen en zonas de la imagen en las que otras cámaras sólo ven luces o sombras.
También la tecnología Foveon X3 es la responsable de que Sigma haya logrado introducir un sensor de tamaño APS-C dentro de una compacta, pues debido a que no es necesario realizar una interpolación de los colores es posible prescindir de ciertos circuitos que aumentan el tamaño de la cámara.
Sigma, más que una cámara, ha producido una caja con los elementos necesarios para meter dentro un sensor legendario de alta calidad. Esta DP 1 tiene algo de cámara de laboratorio y no gustará, o incluso irritará, a aquellos que no quieren complicarse la vida, que buscan hacer fotos correctas, pero que no les importa que la calidad de imagen no llegue a niveles espectaculares, que no soportan verse limitados a una focal fija, que no entienden por qué no pueden disparar a más velocidad...
Pero esta cámara salvaje no defraudará a los que entienden que también Henri Cartier-Bresson o Robert Capa hacían fotos con cámaras de focal fija, que no podían disparar ráfagas, ni se activaban cuando alguien sonreía delante de ellos... Para todos los interesados en llevar una cámara discreta que cumpla sobradamente con la tarea de captar el color y los detalles de la escena con precisión quizá esta sea su cámara.
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