Esta semana: 'Slumdog Millionaire', una película que corre hacia los Óscar por la vía engrasada de la buena conciencia y el amor como liberación de la miseria. Risa, drama y acción a la manera ‘Bollywood’.
"¿Quién quiere ser millonario?". Tenemos un problema con el subtítulo español de esta coproducción USA-británica con aromas y actores del Subcontinente, del inglés Danny Boyle. Parece obvia —¿o no?— la respuesta, pero quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Y piedras hay muchas en el camino de Jamal Malik, el adolescente protagonista de este drama social y romántico que ha arrasado en los Globos de Oro, con cuatro premios, y ahora se dispone a revalidar su prestigio de 'marketing' en la ceremonia de los Oscar. Sobresaliente para el actor Dev Patel.
La principal pega, no la única, que le veo a 'Slumdog Millonaire' es que el recurso que inventa, justificar las respuestas del protagonista de un concurso televisivo en sus trágicas vivencias, resulta repetitivo. Uno parece que lo adivina al primer pellizco brutal que le da la policía al maltrecho y firme concursante. Aparte de esa repetición que uno se imagina —más bien, "se teme"— desde el principio, y que marcará el ritmo de las preguntas y respuestas, la tensión es extraordinaria. Entre los nervios del concursante, la mezquindad del presentador, la fiereza policial y las peripecias de una vida que corre paralela al desarrollismo que actualmente padece esa potencia emergente, la acción y emoción consecuente se pone de vértigo. Impávidos, como turistas-espectadores incrédulos, asistimos a la transformación salvajemente vertical de unos suburbios chabolistas de la ciudad de Bombay-Mumbai en la que se celebra el programa de éxito. Nada que ver este viaje a la India con el de Huston-Kipling en 'El hombre que pudo reinar'. Faltaría más. Puestos a hacer el indio nos sueltan un final 'made in Bollywood' que marca el sentido espectacular de 'Slumdog Millonaire'. Tiene un tono pastiche, pero, al fin y al cabo, de eso se trata. A disfrutarla, si podéis con ella.
Valoración: 4/10
Qué ha visto 'la Academia' (y qué han visto los BAFTA y la prensa extranjera en los Globos de Oro), qué ve el espectador en 'Slumdog Millionaire', es el cuento romántico insertado en una trama de acción entre la comisaría y el concurso y ayudado por imágenes duras: el credo profesado a golpe de bastón y de bomba incendiaria, la residencia de los Niños Perdidos, la corrupción, el crimen, el abuso, siempre al servicio el orden del que manda; el garante del orden que, es verdad, el débil necesita, pero que el fuerte administra a su antojo y le secuestra para su conveniencia personal cuando vienen mal dadas. Tal vez lo que distingue a la democracia de los regímenes autocráticos reside en que aquí ya no es preciso el empleo de la fuerza y el hombre del común, que aquí vive —por ahora, todavía— mejor, o no es consciente de que no pinta nada, o eso le importa un bledo. E igual tiene razón, que vida, cada uno, sólo una.
En La India, que ha perdido el artículo víctima del mismo fenómeno tectónico que le puso tilde a Rumanía y metió a cuña en el castellano Lleida, A Coruña y no New York o München; en La India la cosa va tan mal que el hombre de la calle tiene consciencia de que existe en la medida en que existir le duele.
Jamal, un niño del arroyo, analfabeto, empieza la película ídolo de los parias, a punto de ganar en el espejo de la televisión cinco, diez, veinte millones de rupias. La sospecha interesada y la respuesta obediente del aparato policial discurren en un montaje paralelo que nos muestra además la vida de Jamal y explica su milagro sobre otro doble eje: la casualidad y la disposición. Del concurso, Jamal quiere otra ganancia.
Tiene gracia, la necesaria dosis de 'suspense' y toca las fibras sensibles en clave 'buen rollito'. ¿Quién la para?
Valoración: 7/10
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