Madrid.- Aceptar la oferta de la presidenta de la Comunidad de Madrid para dirigir los Teatros del Canal de Madrid, que se inauguran la semana próxima, "ha dado alas" a quienes tildan de fascista a Albert Boadella en Cataluña, porque Esperanza Aguirre allí es "la bicha", afirma el dramaturgo en una entrevista con EFE.
"Haberme venido con Aguirre era lo que faltaba, y claro que eso ha sumado puntos entre quienes me llaman fascista en Cataluña porque ella es allí 'la bicha'. Para los catalanes, después de Felipe V, y casi a la par con el conde-duque de Olivares, viene Esperanza Aguirre, pero a mi me importa un rábano lo que piensen", asegura Boadella (1943, Barcelona), que se arrepiente de no haberse marchado antes de su tierra natal.
Se habría ahorrado así "tanto provincianismo" y habría escrito "cosas más importantes", especula Boadella, que se siente víctima de los medios de comunicación catalanes, que le han tachado de "traidor y fascista" y han conseguido que su mensaje "cale en la ciudadanía", porque en el "tema étnico, en los principios fundamentales de la tribu", sostiene, actúan homogéneamente.
Por eso, declara, le gustaría escribir para el teatro una diatriba sobre "el poder mediático", que crea "una nueva realidad y el ciudadano se la cree como antes se creía a un obispo o al rey", pero ya no le "estimula nada" hacer sátira política y le parece "secundario" lo que lee sobre corrupción, crisis o espías.
"El espionaje -en la comunidad de Madrid- me parece una anécdota, sobre todo porque a mi me entusiasmaría que me espiaran, se lo iban a pasar en grande: llevo una vida divertida, e incluso si me espiaran en la cama, aunque preferiría que lo hubieran hecho cuando tenía 18 años, podría dar alguna lección", alardea.
También le "exaspera" la "nueva religión" del "buenismo", "un credo legislado por los gobiernos que penetra en todos los pliegues de la vida, desde dar un cachete a un hijo, a fumar, o conducir sin el cinturón de seguridad. Es un intervencionismo asfixiante con la excusa del bien común. Yo prefiero las religiones oficiales, éstas me dan pánico", confiesa.
En esa denuncia se inserta "La cena", una obra sobre "la nueva religión del ecologismo" que se representará a partir del día 26 en el nuevo espacio escénico. "Es un retrato del fundamentalismo que ha sustituido a lo laico, porque la gente no ha perdido su apego a creer sino a pensar", lamenta.
La obra, que ya ha estado de gira el año pasado en buena parte de España, excepto, "naturalmente", en Cataluña, cuenta la historia de un cocinero que debe preparar una cena para las personalidades que asisten a una convención medioambiental en España.
Para el estreno de los nuevos teatros, el próximo día 20, ha elegido una suerte de mezcla de performance y visita guiada -que se ha programado también el 21 y el 22- para permitir a los espectadores conocer el complejo, y hacer una "terapia de humor" que les acerque "al oficio de titiritero y comediante".
Sabe cuánto tiempo se quedará al frente del Canal pero no quiere decirlo porque, argumenta, "hay mucha gente que puede considerar que es muy poco. Quiero estar en lo que es el arranque, en el sentido de darle contenidos teatrales, musicales y coreográficos, pero a partir de un momento esto tiene que estar en manos de un gran gestor, más que de un artista".
Le gustaría que cuando abandone el cargo se dijera que ha conseguido que haya "mucha pluralidad en la programación y un amplio abanico de público. No me gustaría hacer un gueto elitista ni sectario, sino que esto fuera de quienes lo pagan, que son los contribuyentes".
Aunque ha roto "relaciones diplomáticas" con Catalunya, Boadella compagina su trabajo en Madrid con su taller de teatro con Els Joglars a cien kilómetros de Barcelona, en el Pirineo, y además vive "en cuanto puede" en un pequeño pueblo de L'Ampurdá gerundense.
"Es un exilio fantástico pero estoy como gallo en corral ajeno, prácticamente sin contacto con nadie, pero ya me va bien así", aunque le llamen, como hace muy poco, fascista en el tren.
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