Un clima demoledor, con viento y nieve, deja 12 muertos en un mes en Cataluña

Barcelona.-  Un duro invierno, en el que en poco más de un mes Cataluña apenas ha salido de la alerta meteorológica, ha dejado doce muertos por los efectos de los demoledores temporales de lluvia y viento que han azotado esta comunidad, que también ha sufrido una nevada histórica.

Desde que el pasado 21 de diciembre empezó el invierno, la cara más destructiva de la meteorología se ha cebado con Cataluña, que ha visto el litoral destrozado por las olas, árboles caídos sobre casas, pabellones que no soportaron el viento, desprendimientos de rocas en Montserrat, carreteras cortadas por la caída de árboles y la nieve, el aeropuerto funcionando a medio gas, el tren cortado y un apagón de más de cuatro días en algunas localidades.

Además del drama humano y de los desperfectos materiales, que tendrán una factura millonaria, los sucesivos temporales de lluvia, viento y nieve han encolerizado la polémica política, centrada en si la Generalitat alertó correctamente de los riesgos que se avecinaban, si la reacción a la crisis fue la adecuada y si los mecanismos de prevención están suficientemente actualizados.

Desde el inicio del invierno, Cataluña ha mantenido activada la fase de alerta o de emergencia por la lluvia, el viento o la nieve durante un total de 23 días, con lo que apenas ha salido de la excepcionalidad climatológica.

Un temporal de levante que llegó con gran dureza el 26 de diciembre se saldó con cuatro muertos, al fallecer un submarinista en Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona), un hombre arrastrado por las olas en El Prat de Llobregat (Barcelona), un trabajador del Puerto Olímpico de Barcelona y un joven que cruzaba con su coche un paso del río Muga, en Vila-sacra (Girona).

Además, durante el día 26 se registró una jornada negra en las carreteras catalanas, en las que cinco personas fallecieron en cuatro accidentes de tráfico, tres de ellos ocurridos en los momentos más críticos del temporal, aunque no se contabilizan como víctimas de las inclemencias meteorológicas.

Ese temporal de lluvia y viento se cebó en la mitad norte del litoral catalán, especialmente en la Costa Brava, que quedó en muchos puntos devastado, con grandes destrozos en instalaciones portuarias, paseos marítimos y playas.

El viento y la lluvia también aparecen como los principales culpables del desprendimiento de rocas que sufrió el pasado 28 de diciembre la montaña de Montserrat, que dejó durante varias horas a cerca de 1.500 personas atrapadas en el santuario y mantuvo cerrados los accesos a la zona durante varios días, tanto por carretera como con el tren cremallera.

Posteriormente, el día de Reyes (6 de enero) se inició una ola de frío que desplomó los termómetros y provocó una nevada que ni los más ancianos del país recordaban, ya que la nieve llegó hasta el litoral, aisló a algunas poblaciones, cortó carreteras y dejó, el viernes 9 de enero, a muchos niños sin escuela.

En cualquier caso, la meteorología aún se reservaba un último episodio catastrófico, que llegó el pasado fin de semana en forma de vendaval sin precedentes, con rachas de hasta 200 kilómetros por hora, y que dejó un trágico balance de ocho muertos, entre ellos cuatro niños que participaban el sábado 24 de enero en un entreno de rugby en Sant Boi de Llobregat (Barcelona).

Entre el viernes 23 y el domingo 25, pero especialmente el sábado 24, Cataluña acumuló multitud de imágenes dantescas -más propias del cine catastrófico que del benigno clima mediterráneo-, con el desprendimiento de techos y muros y la caída de centenares de árboles que además del drama humano cortaron la luz, las carreteras y el servicio ferroviario.

Las otras cuatro víctimas mortales son una mujer que quedó aplastada por un muro en el distrito del 22@ de Barcelona, un hombre que cayó del tejado de su casa en La Secuita (Tarragona) y dos personas que fallecieron al caerles encima un árbol en Abrera (Barcelona) y la Plama de Cervelló (Barcelona).