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La peor sequía en medio siglo golpea al viejo "granero del mundo"

EFE
Actualizado 30-01-2009 13:12 CET

San Miguel del Monte (Argentina).-  Argentina, en tiempos considerada el "granero del mundo", ve hoy amenazada su producción agropecuaria por una intensa sequía que provoca pérdidas millonarias y puede convertirse en el detonante de un nuevo conflicto entre el campo y el Gobierno de Cristina Fernández.

Calificada por las organizaciones agrarias como la más grave de los últimos 50 años, la sequía que azota la zona agropecuaria más rica del país mantiene a los productores en pie de guerra con la administración de Fernández.

Según las patronales agrarias, hasta ahora han muerto unas 600.000 reses y se ha perdido entre el 15 y el 20 por ciento de los cultivos, aunque las pérdidas finales pueden afectar al 30 por ciento de la producción de granos.

Las autoridades han declarado esta semana el estado de emergencia y la presidenta Fernández ha anunciado un paquete de medidas para aliviar el impacto de la crisis en el campo, con la concesión de créditos blandos para maquinaria agrícola y la limitación de los precios de los fertilizantes.

Fernández no quiere enfrentarse de nuevo al campo tras el desgaste sufrido el pasado año, cuando las organizaciones agrarias cortaron rutas y pusieron en riesgo el abastecimiento de las grandes ciudades durante tres meses de conflicto.

Sin embargo, la presidenta argentina no parece dispuesta a ceder ante las demandas de rebaja a los impuestos a las exportaciones de granos que reiteran los productores para paliar los efectos de la caída internacional de los precios de los granos.

En la provincia de Buenos Aires, la más rica del país y una de las más golpeadas por la sequía, los agricultores asisten con desesperación al macabro espectáculo que ofrece la tierra cuarteada, las reses muertas en los campos y los granos quemados por el sol.

"Es la peor sequía de la que tengo memoria", asegura a Efe Miguel Angel Ricotta, de la Federación Agraria de San Miguel del Monte, unos 100 kilómetros al sur de Buenos Aires.

Para Ricotta la combinación entre la sequía y la mala política económica ha puesto a los agricultores en un situación límite porque "llevamos tres años de sequías y no tenemos colchón para resistir".

La falta de agua no sólo provoca la pérdida de los pastos y, en consecuencia, la muerte de las cabezas de ganado, sino el deterioro de los cultivos, sobre todo del maíz, la soja, el trigo y el girasol, explica Ricotta mientras abre una mazorca seca que se deshace como polvo en sus manos.

Las pérdidas para el país, pronostica, "llegarán a miles de millones de dólares" porque afectan a los principales rubros de exportación: carne vacuna y granos.

Las vacas "consumen entre 60 y 70 litros de agua por día, es mucho y no tenemos de dónde sacarla", añade este agricultor, que recuerda que la media de precipitaciones anuales en la región ha pasado de 1.200 a 630 milímetros.

Eduardo Allende, también de la Federación Agraria local, subraya que el signo más alarmante es la "ausencia total de agua" en las capas freáticas superficiales.

"Antes, los pozos sacaban agua a un metro y medio de profundidad, ahora hay que buscar hasta en ocho metros y en el pueblo han tenido que sacar agua de 42 metros para mantener el abastecimiento", apunta.

Allende reconoce que la sequía es un fenómeno imprevisible, pero considera que hay factores que han agravado su impacto, como la mala canalización del agua y la deforestación provocada por la plantación masiva de soja.

"Se deforestaron las tierras para plantar soja y esto ha hecho que falte la humedad", opina Allende, propietario de un campo de soja que este año no dará cosecha.

Pero hay otros factores de riesgo -añade-, como el fuego, que ha acabado con varios campos de San Miguel del Monte y ha obligado a los bomberos voluntarios del pueblo a duplicar sus salidas en los últimos meses.

"Hasta 18 salidas hemos llegado a hacer en un día", recuerda el bombero Juan Carlos Insúa, que afronta "el verano más movido" en sus 20 años de servicio.

"Los campos secos -dice- prenden con mucha facilidad y basta un cigarrillo mal apagado, un vidrio o un plástico para desatar un incendio".

Héctor Luis Vera ha sido testigo de algunos de esos incendios en su recorrido diario con las vacas en busca de pastizales.

"Creo que no podré aguantar más de tres meses en esta situación y pido al gobierno comida para los animales porque si no seguirán muriendo", afirma Vera, que ha perdido ya 12 vacas y se enfrenta a un conflicto vecinal por el uso de los pastos que crecen en las veredas de los caminos, los únicos que quedan para alimentar a los animales.

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