Inspirador, esperanzado en el futuro, conciliador, abierto al mundo, energizante. Esos son algunos de los epítetos que provocó el discurso de Barack Obama entre los congregados en el madrileño Hotel Intercontinental, a donde habían acudido convocados por Democrats Abroad, la organización de Demócratas en el extranjero.
Los piropos al flamante Presidente de Estados Unidos estuvieron precedidos de gritos eufóricos que articularon los lemas más populares de su campaña: "Yes, we caaaan!" "Yes we doooo!" Una concurrencia ecléctica constituida por estudiantes, madres de familia, profesionales, de color, blancos, unos pocos españoles y latinos, centenares de estadounidenses, todos con ganas de demostrar públicamente una alegría casi incrédula por la victoria histórica del primer presidente de color USA-made.
Una orquesta amenizaba la espera en el Intercontinental y decenas de asistentes decidieron sin vacilación sentarse sobre las alfombras del Salón Granados para acabar de saborear su Coca-Cola o tragarse un puñado de panchitos pendientes de las imágenes que llegan de Washington. "Enjoy the show everybody!" Buuuus cuando la pantalla gigante de CNN se llena con la imagen de George. W. Bush; aplausos para Hillary que va de la mano de un circunspecto Bill Clinton; jolgorio por la obsesión casi profesional de una de las hijas de Obama que no deja de tomar instantáneas de papá con su camarita.
Por fin empieza uno de los discursos más esperados de la década: «Hoy os digo que los retos a que nos enfrentamos son reales. Son muy serios y son muchos. No será fácil solventarlos ni hacerlo en un periodo corto de tiempo. Pero, América, debeis saber esto: les haremos frente» (gran ronda de aplausos)». Ha llegado el momento de reafirmar (...) nuestra promesa ante Dios de que todos somos iguales, todos somos libres y todos tenemos el derecho de perseguir nuestra máxima felicidad» (más aplausos). «En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos la noción falsa de que hay que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales (...) Así que les digo a los demás pueblos y gobiernos que nos miran hoy, desde las grandes capitales hasta la pequeña aldea donde nació mi padre: debeis saber que América es amiga de toda nación, de todo hombre, mujer y niño que busque un futuro de paz y dignidad, y que estamos dispuestos a asumir el liderazgo una vez más", (aplausos, aplausos, aplausos).
Al final del discurso suspiros, ovaciones y hasta algunos hipidos. Pero, incluso entre esta audiencia tan entregada, no todo se queda en elogios. «Ha sido un momento histórico, pero este discurso delimita un antes y un después: está claro que la campaña ya ha terminado y ahora nos queda observar a un presidente con muy buenas intenciones pero con un margen muy pequeño de maniobra», dice Scott de 31 años. «Me recuerda que Luther King no pudo llegar a la presidencia, no tanto por su color como porque estaba en contra de Vietnam. Detrás del Presidente de EE.UU siempre hay intereses muy fuertes y tristemente tiene escaso espacio de maniobra tanto dentro del país como en política exterior. Las palabras de Obama han estado bien, pero no dejan de ser lo que son».
Otros respiran encantados por el marcado cambio de tono entre Obama y su agresivo predecesor: «Lo que más me ha gustado son las referencias a que se ha acabado el tiempo en que América enseña amenazante sus musculitos al mundo. Me encanta la voluntad de Obama de construir puentes y su tono firme pero humilde», dice Joanne de 48 años. «Claro que tiene muchos retos por delante, pero afortunadamente ahora contamos con un presidente que tiene la inteligencia para enfrentarlos».
El papel de Estados Unidos en el mundo y la voluntad de Obama de incitar a los estadounidenses a pensar de forma más global es el aspecto que más destaca Christine, de 34 años. «Me ha fascinado que esté intentando transmitir a nuestros compatriotas un mensaje de responsabilidad, que nuestro país tiene importantes responsabilidades no solo consigo mismo sino también hacia los demás países y pueblos del planeta. Pero me duele que no hiciera ninguna referencia explícita a los palestinos. Muchos norteamericanos, como yo misma, creemos que ya es hora de que Estados Unidos deje de vender armas a la región y cambie de política. Hay que cambiar la postura que mantenemos con Israel, y espero que Obama lo haga».
Además del silencio sobre Gaza, algunos asistentes registraron otras omisiones de bulto: «Obama ha hecho un discurso de inclusión donde se habla de todas las religiones, por ejemplo. Pero dejó fuera a grupos cruciales, ¿qué pasó con los latinos? No ha dicho nada de ellos ni para ellos y son uno de los colectivos más importantes del país», comentaba Mike, de 29 años.
«A mi lo que me importa es que ha hablado de que el cambio en Estados Unidos tiene que venir desde la comunidad», interrumpe Sarah, de 40 años. «Nosotros somos un pueblo al que nos gusta participar en política. En el colegio nos enseñaron a creer en la energía, en las posibilidades, en la esperanza. Todo eso se olvidó con Bush, que convirtió al país en un animal abusivo y acosador. Y ahora Obama lo ha dicho claro: que América es amiga de todos los países».
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