NUEVA YORK.- George Walker Bush llegó a la Casa Blanca tras un polémico recuento de votos en Florida y se marcha ocho años después con uno de los peores índices de popularidad de un presidente en la historia, Estados Unidos hundido en la peor crisis económica desde la Gran Depresión y embarcado en dos guerras que parecen no tener fin. Quizá su principal legado para la posteridad sea haber consolidado términos como "guerra preventiva" o "unilateralismo" en el diccionario, o quizá sólo sea recordado como el presidente de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Bajo la atenta mirada de Bush padre, otro 20 de enero juraba como presidente número 43 de Estados Unidos prometiendo luchar con "determinación" contra cualquier amenaza exterior. La agresión llegó nueve meses después, un fatídico 11 de septiembre, con el primer ataque en territorio americano desde Pearl Harbor que dio paso a los meses de mayor popularidad de Bush, traducido tres años después en una contundente victoria en las urnas para sorpresa de la comunidad internacional.
Lo cierto es que la caída de las Torres Gemelas trajo consigo una nueva etapa en la política exterior estadounidense diseñada por el ala más conversadora del Pentágono, con Donald Rumsfeld a la cabeza, que se hizo con las riendas de la Casa Blanca y metió al país en su particular 'guerra contra el terror'. Primero empezaron en Afganistán, con la misión de detener a Usama Bin Laden y a los cabecillas de Al Qaeda responsables del 11-S, y luego en Irak para derrocar al régimen de Sadam Husein.
EL VIETNAM DE BUSH
En la actualidad todavía hay 150.000 soldados combatiendo en Irak, en lo que muchos llaman ya el Vietnam de la era Bush, y otros 35.000 arriesgan sus vidas en Afganistán, en dos guerras que siguen en marcha y sin visos de acabar nunca, que ya han dejado más de cinco mil militares estadounidenses y cientos de miles de civiles iraquíes y afganos muertos, con un coste para las arcas públicas del Estado que supera los 1,6 billones de dólares, según datos de una comisión del Congreso.
Siete años después Bin Laden continúa libre y las armas de destrucción masiva de Sadam Husein siguen sin aparecer, y lo único que queda claro es que seguimos padeciendo los efectos de la guerra preventiva en un mundo más polarizado e inseguro, mientras que los valores de libertad, democracia y respeto a los Derechos Humanos que una vez proclamaron los padres fundadores de este país quedaron en un último plano con la aparición de las cárceles de Guantánamo o Abu Grahib.
Por el 'centro de detención' que Estados Unidos abrió a principios del año 2002 en la base naval de Guantánamo (Cuba) pasaron cientos de "combatientes enemigos" a los que nunca se acusó de ningún delito y donde todavía continúan detenidos unos 250 presuntos sospechosos en un limbo legal que, junto con la prisión de Abu Grahib en Irak, se convirtieron en el símbolo del horror de la 'guerra contra el terror' liderada por los 'halcones' de la Casa Blanca.
FINAL DEL MODELO TRADICIONAL DE BANCA
En lo económico también deja un panorama desolador. Las alarmas se fueron disparando al final de su mandato, con un déficit presupuestario de proporciones astronómicas, tasas de desempleo en niveles récord del 7,2% y una deuda de 9,7 billones de dólares. Pero lo más significativo de los últimos meses fue el colapso del sistema financiero, la caída de algunos de los principales bancos de Wall Street y los Tres Grandes de Detroit lanzando un S.O.S. desesperado para ser rescatados por la Casa Blanca.
Entre las víctimas del hundimiento del sistema de la banca de inversión se encontraban algunos de los otrora referentes de Wall Street, empezando por el centenario Lehman Brothers declarándose en quiebra en septiembre pasado y seguido por Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac o Merrill Lynch, que quizá nunca imaginaron lo que les tenía preparado el futuro cuando un año antes estalló el escándalo de la hipotecas basura.
Y todo parece indicar que después del terremoto financiero de 2008 seguirán habiendo nuevas réplicas en 2009 a tenor por las últimas noticias que llegan de gigantes como Citigroup, que hace unos días confirmaba su escisión en dos para intentar sobrevivir ante los peores resultados de su historia, o de Bank of America, que parecía estar fuera de peligro pero que tras los pésimos resultados del último cuatrimestre obligó a la Casa Blanca a salir a su rescate con una nueva inyección de fondos públicos.
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