La Habana.- Cincuenta años después de instalarse como proceso político en Cuba, la revolución se encuentra ante la encrucijada de renovarse o morir, la necesidad de encontrar soluciones a su crónica crisis económica y la posibilidad de dar carpetazo a la larga controversia con Estados Unidos.
Elementos capitales en la conformación del proceso revolucionario triunfante en 1959 siguen siendo referencia necesaria en la observación del presente y el futuro de Cuba tanto en el campo político como el económico.
Las relaciones con EE.UU y la búsqueda de un modelo económico que haga viable el futuro del país desde una "concepción socialista" ocupan en buena parte las preocupaciones de los dirigentes de un país golpeado por una crisis económica que se ha hecho más evidente tras el azote de tres huracanes en 2008.
El presidente, Raúl Castro, anunció en 2007 la necesidad de hacer "cambios estructurales" en el sistema, reformas que, más allá de la eliminación de algunas restricciones al consumo, una incipiente reforma agrícola y la supresión del "igualitarismo" salarial para incentivar el trabajo, aún no se han producido.
Inmersa en un debate interno que aparece de manera esporádica públicamente para después desaparecer como si nunca hubiera existido, Cuba encara su futuro desde posiciones que reflejan la diferencia de criterios y visiones del presente y el futuro.
El vicepresidente Esteban Lazo pidió recientemente en una reunión de los Comités de Defensa de la Revolución -las organizaciones vecinales encargadas de la "vigilancia revolucionaria"- que al indisciplinado, al vago, al que roba, al que no trabaja, al corrupto, "la sociedad los odie".
El fundador del Instituto de Cine Cubano, Alfredo Guevara, desde su juventud compañero y amigo de Fidel Castro, dijo recientemente: "todos soñamos en nuestro país, 50 años después, la necesaria batida que hemos dado en llamar 'reestructuración', y que podrá ser gradual o no sé cómo, pero que tendrá que ser, a riesgo de ser devorados por el funcionariato como sistema".
Guevara ha sido uno de los que más abiertamente han abogado por un acercamiento entre Cuba y Estados Unidos tras el triunfo de Barack Obama en las elecciones del 4 de noviembre que ponga punto final a la controversia entre dos países que rompieron relaciones diplomáticas en 1961.
Desde julio de 2006, cuando asumió la presidencia provisional del país, Raúl Castro ha reiterado la predisposición de La Habana a dialogar con la nueva administración estadounidense hasta en tres ocasiones.
El ex presidente Fidel Castro también dijo que "con Obama se puede conversar donde lo desee" aunque sin "zanahoria" ni "garrote" en un reciente artículo.
A pesar de que Obama ha reiterado su oposición a la actual política estadounidense hacia la isla, el jefe de la revolución no dejó pasar la oportunidad de airear las credenciales más belicistas y pro-embargo del nuevo presidente de EE.UU,
Cuba ha puesto la pelota en el tejado de la Casa Blanca, pero Raúl Castro ha dejado claro que "la época de gestos unilaterales se acabó" y que en Cuba no están "apurados" con el diálogo.
"Si no resulta ahora, esperaremos otros 50 años", afirmó Castro.
Sin embargo, un diálogo con el tradicional enemigo tendría tal calado en Cuba que obligaría incluso a replantear todo el discurso de la revolución.
Este año Armando Hart, ex ministro y ex miembro del Consejo de Estado, señaló que la simple eliminación de las restricciones de viajes a la isla supondría "una nueva etapa en el combate ideológico" entre la revolución y el imperialismo.
En el plano económico los retos no son menores. Con más del cincuenta por ciento de las tierras cultivables de la isla sin utilizar, Raúl Castro decidió permitir la entrega de tierras en usufructo con una reforma que marcha a trompicones y que no resuelve el debate de fondo sobre la titularidad de la tierra.
Cuba, además, trata de romper el modelo de fuerte dependencia con el exterior fraguado primero con la Unión Soviética y después con la Venezuela de Hugo Chávez.
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