A Mahmud Mustafa Haddad, estudiante de 22 años, la policía marroquí lo pilló cambiando una bandera saharaui por una marroquí en El Aaiún, capital del Sáhara Occidental. A su madre no le dejaron verlo hasta casi un mes después, en la cárcel. Estaba lleno de golpes y quemaduras de cigarros. Lo condenaron a dos años. Mohamed Ali Laaroussi fue sorprendido cuando se adentraba en el desierto. Quería formar en las filas del Frente Polisario. Las represalias de la gendarmería marroquí incluyeron un mal golpe en la cabeza que le hizo perder la movilidad de su lado izquierdo y el habla. Estos testimonios fueron recogidos en 2004, y no distan mucho de los que pueden recabarse hoy en ese territorio ocupado por Marrruecos desde 1975.
El pasado viernes, la organización Human Rights Watch (HRW) dio legitimidad a denuncias como éstas en un informe sin medias tintas que afirma que en el Sáhara Occidental se reprimen "habitualmente" la libertad de expresión y el derecho a la libertad de reunión y asociación de quienes defienden la autodeterminación del pueblo saharaui y sus derechos humanos. "Las fuerzas de seguridad detienen arbitrariamente a manifestantes y presuntos activistas saharauis, a los que golpean, torturan y obligan a firmar confesiones policiales incriminatorias, todo ello con virtual impunidad; y los tribunales los condenan y envían a prisión mediante procesos injustos". El informe alcanza una gran importancia por su rigor y por la solvencia de la ONG internacional de la que nace, pero también porque los intentos de poner negro sobre blanco la posible violación de derechos humanos en este conflicto son escasos porque suelen ser torpedeados.
Los siguientes testimonios los recogí en El Aaiún en octubre de 2004, durante un viaje como 'turista'. Todas las entrevistas fueron hechas a escondidas, de madrugada, para burlar la férrea e indisimulada vigilancia a la que la policía marroquí somete a los extranjeros que visitan esta zona ocupada. Me acompañó como traductor Hmad Hamad. En aquel momento, la ciudad era un polvorín de tensión que acabó desencadenando la llamada 'Intifada saharaui', una revuelta popular de manifestaciones en la calle que tuvo lugar en mayo de 2005 y que terminó con cientos de encarcelamientos.
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Salma no pierde la esperanza de que su hijo Mohamed Ali, de 27 años en el momento de la grabación, vuelva a ser el mismo joven vital y dicharachero que mira en las fotografías, aquél que era antes de que un desgraciado golpe en la cabeza cuando lo torturaba la policía marroquí lo dejara sin poder caminar ni hablar. Ella no habla de detención de la policía, sino de secuestro, y explica que su hijo ha perdido la movilidad de los miembros del lado izquierdo.
Aminetu Haidar es un símbolo de la resistencia saharaui. Ha recibido, entre otros, el premio Robert Kennedy para los DDHH. Haidar relata las torturas que sufrió cuando fue detenida con poco más de 20 años con panfletos independentistas entre su ropa. Cuenta los desvelos de las noches que pasó en prisión durmiendo en el suelo húmedo de una celda con un ojo abierto por el miedo a ser violada por los guardias. Durante los tres años que pasó en prisión su familia no conocía su paradero ni si estaba viva o muerta. Poco después de esta entrevista, Haidar volvió a la cárcel por participar en una huelga de hambre y otras manifestaciones de la 'Intifada saharaui'.
"Nunca pensé que el ser humano pudiera ser capaz de cosas así", asegura este activista saharaui en un decente castellano que aprendió cuando el Sáhara era español. Bachir acusa directamente a los distintos gobiernos españoles, que se han sacudido la responsabilidad de un territorio cuya potencia administradora, según la ONU, sigue siendo España.
A este estudiante de 22 años la policía marroquí lo sorprendió cambiando una bandera marroquí por una saharaui. Lo detuvieron inmediatamente y en el mismo coche en el que lo trasladaban empezaron las torturas. A su madre no le dejaron verlo hasta casi un mes después, en la cárcel. Estaba lleno de golpes y quemaduras de cigarros y del mechero del vehículo en el que se lo llevaron detenido. Lo condenaron a dos años en la tristemente célebre 'Cárcel Negra'.
El Ghalia compartió días en la 'Cárcel Negra' de El Aaiún con Aminetu Haidar. Aguanta el tipo con entereza mientras relata cómo la ataban de pies y manos a un palo como si fuera una gallina. Mucho más incómodo le resulta contar el día en el que los guardias que la interrogaban en busca de nombres de otros afines a la causa saharaui la desnudaron y le apuntaron con un foco y sus miradas hirientes.
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