Pasarán 50 o 100 años, pero Rafael Martos, Raphael, será siempre el niño de Linares. Por su estatura y porque forma parte de nuestras vidas. Porque estaba ahí cuando muchos de nosotros nacimos y lo hemos tenido tantas veces en casa en el televisor o en el tocadiscos que es casi como de la familia. ¡O sin el casi!
Dos veces representándonos en Eurovisión, paseándose triunfal por Rusia cuando nadie podía hacerlo y combinando sus visitas a la Plaza Roja con el Palacio del Pardo. Jugando con la ambigüedad y el equívoco antes de que se inventara el glam. Más grande que Elvis, con tantos discos de oro y platino acumulados que para él se inventó un nuevo premio: el disco de uranio.
Lo que en otros artistas sería considerado una exageración, histrionismo o, directamente, el ridículo más espantoso, en Raphael es arte, casta y marca de fábrica. Si fuera un torero, Raphael sería un tremendista. Una actuación como la del disco en directo de primeros de los 80 destrozando el tema principal de la película Hair habría sido para otro su tumba profesional, mientras que para Raphael 'Aquarius' se convirtió en un gran éxito más.
Sólo él podría electrocutarse en directo, quedar inconsciente y salir en los bises como si nada. Claro, tantos años con el giro de muñeca conocido como 'enroscar la bombilla' tenía que pasarle factura tarde o temprano. Películas, especiales de televisión, giras mundiales, un club de fans organizadas como un pequeño ejército que le sigue y arropa allá donde se presenta, las llamadas raphaelistas, y mucho, mucho carisma.
Imitado por muchos y nunca superado. Los que crean que en Bunbury hay un segundo Raphael están muy equivocados. Antes de que el maño se fijase en él otro gran admirador de Raphael ya había llevado a disco y directo uno de sus temas. El inclasificable Javier Corcobado editaba a finales de los 90 un single con su particular versión de 'Digan lo que digan' en compañía de Los Chatarreros de Sangre y Cielo.
Criticado, insultado, cuestionado y censurado. Raphael lleva poniéndose el mundo por montera desde el primer día que pisó un escenario. El es el primero que ha jugado con el equívoco y también el primero que ha plantado cara. 'Digan lo que digan' o 'Que sabe nadie' son dos buenos ejemplos de cómo Raphael ha callado las bocas y se ha pasado por el forro de la chaqueta a media humanidad quedando siempre victorioso.
Un repertorio exquisito. De los increíbles juegos de voz de 'Balada de la trompeta' a las letras más punks que las de muchos grupos vestidos con cuero y tachuelas. Basta recordar 'Mujeres' (yo tuve mujeres de todos los colores, de todas edades, con alguna de ellas aprendí a vivir, con otras, en cambio, me canse de fingir. Mujeres centradas, desequilibradas y putas reprimidas) y él tan pancho cantándola por los teatros mientras las damas de abrigo de piel aplaudían eufóricas. Un tándem perfecto con Manuel Alejandro. Un cantante de lujo para un compositor sin parangón.
Incluso tras su grave enfermedad fue capaz de dar un doble salto mortal y reaparecer más moderno que nunca riéndose de sí mismo con 'Desmejorado', una canción compuesta por Bunbury que ponía los puntos sobre las íes a todos aquellos que habían intentado enterrarle antes de tiempo.
Y aquí está de nuevo Raphael, celebrando medio siglo encima de los escenarios con su segundo disco de duetos. Tras un acercamiento al mundo de las máquinas de la mano de Carlos Jean con un disco plagado de buenas intenciones, pero que sonaba pobre para lo que un artista de su categoría se merece —curiosamente lo mejor era el único tema cantando en solitario, la sobrecogedora versión de 'Maldito duende' de Héroes del Silencio— ahora Raphael llega con '50 años después', con orquesta como Dios manda y con una producción de lujo a cargo del hijo de Juan Carlos Calderón, Jacobo.
Joan Manuel Serrat, Alejandro Sanz, Juanes, Ana Belén… Hasta un total de 20 artistas se juntan con Raphael para celebrar estos 50 años de éxito y buenas canciones. Acompañados de la Orquesta Sinfónica de Bratislava y grabado entre Madrid, Los Ángeles, México, Londres e Italia, con algunos versiona sus temas y a otros, como Bisbal, se los lleva a su terreno para ejecutar uno de los platos fuertes del disco, una versión de 'Escándalo' más escandalosa que nunca y que tiene toda la pinta de arrasar estas navidades en más de una fiesta de fin de año.
Joaquín Sabina aporta un tema inédito compuesto en honor al maestro y con su hijo Manuel se adentra en los terrenos de la psicodelia sesentera con 'El cielo puede esperar', un tema psicotrónico que bien podía haber formado parte de aquel despropósito que fue 'El ángel', la película donde Raphael hacía de gángster disfrazado de sacerdote con pistola de James Bond.
El momento emotivo de estos '50 años después' son los duetos con las dos grandes Rocíos, la Jurado y la Dúrcal. Los tres estuvieron muy malitos y sólo Raphael puede contarlo, así que era de ley tenerlas con él celebrando esta onomástica.
En formato de cd normal o edición de lujo con dvd y tamaño libro lleno de fotos y recuerdos, '50 años después' se cierra como no podía ser de otra manera, con Paul Anka haciendo a dúo una canción que parece estar hecha a su medida: 'A mi manera'.
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