El rey belga Balduino decidió no ejercer su reinado durante 24 horas para no sancionar la ley del aborto y ahora, su sobrino, el gran duque Enrique de Luxemburgo se ha negado a firmar la norma que autoriza la eutanasia. En ambos casos, el poder Legislativo de sus respectivos países ha podido sortear el conflicto entre la conciencia del Jefe del Estado y la legitimidad del Parlamento. Pero, ¿qué ocurriría en España si Juan Carlos se niega a sancionar o promulgar una Ley? ¿Se atrevería a hacerlo?
"Es jugar a ciencia ficción, porque esa situación es muy difícil que se dé", señala Ignacio Villaverde, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo, para quien al Rey "no le queda otra opción más que firmar lo que le llega a su despacho, porque su función es meramente formal". Con esta opinión coinciden todos los expertos consultados y ninguno de ellos se imagina una situación a la vivida ayer en Luxemburgo.
La Constitución española dedica todo un título a la Corona, en el que se determina las atribuciones del monarca, que son "actos debidos, es decir, le obligan", según recuerda el catedrático Ramón Punset. Por tanto, si Juan Carlos I se negara a rubricar una Ley aprobada por el Parlamento, "estaría cometiendo un fraude constitucional y supondría una crisis de altos vuelos que le costaría la Corona", advierte Punset.
En el caso luxemburgués, el Poder Legislativo ha decidido hacer una pequeña modificación a la Carta Magna y sustituir la palabra "sancionar" por "promulgar". En España, la Constitución atribuye al monarca las dos funciones y su reforma, según el profesor Villvarde, "no podría hacerse con tanta rapidez y supondría un problema serio, porque el Título II está sometido al sistema de reforma agravada".
La fórmula del rey Balduino de Bélgica —que fue incapacitado durante día y medio ante su negativa a sancionar la ley del aborto en 1990— también sería difícil de aplicar en España. "Curiosamente los padres de la Constitución no previeron el concepto de 'incapacidad temporal' y recogieron la fórmula de inhabilitación o de abdicación", apunta Villaverde. "Es lógica, en parte, esa actitud, añade el profesor: intentaron alejarse de la antigua Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado —a la que se recurrió en varias ocasiones durante los últimos meses de vida de Franco—, y, por otra parte, se diseñó una Monarquía vacía de funciones y atribuciones reales".
En cualquier caso, según Punset, tanto el gran duque Enrique como el rey Balduino —ambos con un marcado carácter católico— han adoptado una actitud "hipócrita". "Si su conciencia les impedía ratificar esas leyes tendrían que haber cogido su corona y marcharse a casa", afirma el catedrático.
No todas las leyes que ha tenido sobre su mesa el Rey Juan Carlos han sido de su agrado. Almudena Martínez-Fornés, periodista de ABC que sigue a la Casa Real desde hace años, recuerda que en 1985, cuando se aprobó la despenalización parcial del aborto, "Juan Carlos acudió al Vaticano a explicar su difícil situación al Papa y éste fue comprensivo con él".
Otro experto en Monarquía, Ricardo Mateos, señala también que en los últimos tiempos el monarca ha recibido "presiones desde la nobleza" para evitar la reforma de la ley de sucesión de títulos. "Pero él es suficientemente inteligente para navegar por esas aguas y tener siempre presente que actúa como icono de una institución, no como persona", apunta Mateos. Según este experto —que acaba de publicar el libro 'La Reina Sofía'— algo parecido hizo hace años el rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo, "que públicamente se opuso a la reforma de la sucesión monárquica (se eliminó la prioridad del varón sobre la mujer), pero aceptó la decisión del Parlamento con todas sus consecuencias".
Tanto los constitucionalistas como los expertos en Familia Real consultados coinciden en destacar que durante su reinado, el monarca ha cumplido sus funciones de manera "impecable", según Punset. "El Rey ha tenido a gala el cumplimiento estricto de la norma y un respeto inquebrantable a las Cortes y el Gobierno", añade Villaverde, que concluye que si Juan Carlos se negara en algún momento a cumplir su cometido, "quien más perdería sería la Casa Real, porque romperían con un pacto tácito de caballeros: la monarquía no se mete en camisa de once varas y las instituciones del Estado no cuestionan su presencia".
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