Con un bote de spray y una plantilla como únicas herramientas, Peter Gibson se ha convertido en un artista urbano que utiliza el asfalto como lienzo para transmitir su disconformidad con la cultura del automóvil.
En el otoño de 2001, este canadiense de 34 años, también conocido como 'Roadsworth', comenzó a pintar en la clandestinidad símbolos de bicicletas por las calles de Montreal (Canadá) para reclamar la construcción de más carriles bici en la ciudad. "Yo me muevo siempre en bicicleta y creo que compartir la carretera con los camiones y los coches es muy peligroso porque no respetan tu espacio", nos explica Gibson. Para él, "no tener un espacio para las bicis es como si los peatones no tuvieran aceras para caminar".
Para este artista urbano cuyos dibujos han llegado a las calles de Berlín (Alemania), Trouville (Francia), Ámsterdam (Holanda), Londres (Reino Unido) e incluso Barcelona, hay demasiados coches en las ciudades. "En Norteamérica, las calles son extremadamente largas y siempre están ocupadas de coches, a lo que se suma que el transporte público no es lo bastante eficiente. La situación empeora sobre todo en las horas punta, cuando los coches parados en el atasco ¡sólo van ocupados por una persona! Toda esa gente que viaja sola podría ir perfectamente en el vagón de un tren. Un transporte público eficiente mejora la movilidad, es mucho mejor que un tráfico motorizado que además contamina. Se debe invertir más en transporte público". Con todo, Gibson considera que un mejor uso del espacio público consistiría primero en dar más terreno a los ciclistas, después a los peatones y potenciar más y mejor el transporte público.
Gibson asegura haber encontrado en el arte urbano una salida a su inconformismo ante una sociedad consumista, capitalista y a la vez ignorante. "Lo que empezó como una muestra de activismo con la idea de crear más carriles bici, hoy ha evolucionado hacia una nueva forma artística con un mensaje diferente: lo que quiero transmitir ahora depende de la pieza que dibuje y de la reflexión del momento. A veces tiene un significado político, pero no siempre. Mucha gente no ve la conexión que hay entre sus hábitos diarios (el consumo de petróleo, lo que compramos...) y lo que ocurre en el mundo a nivel ambiental, la degradación del medio y ese tipo de cosas. Lo que pretendo con mis dibujos es mostrar esa conexión", detalla el artista.
"Yo no estoy directamente en contra del coche, sino de la cultura que se genera en torno a él, de la actitud que se presta a la velocidad, la conveniencia, el consumo y el hiperindividualismo", explica este norteamericano. "Desde hace años, la gente cree que con el coche se es más libre ¿pero qué libertad tienes con el tráfico que hay? El coche es útil por muchas razones, pero no en ciertas situaciones, particularmente en ciudades, donde el hecho de que todos necesiten coche hace que pierdas tu libertad. Crees que eres libre porque tienes el control y decides donde quieres ir, el coche es un modo de transporte muy independiente, pero no en la ciudad. Cuánto menos tráfico, más movilidad hay, y por tanto, tienes más libertad. Es como si posees una pistola, ¿qué ventaja tienes si todos poseen una?", nos cuenta este artista que antes de encontrar su verdadera vocación trabajaba como guardia de seguridad.
Gibson llegó a pasar una temporada en prisión en 2004 cuando la policía de Montreal le detuvo pintando unos símbolos navideños en una calle de la ciudad. Acusado de vandalismo y expuesto a pasar una buena temporada entre rejas —además de pagar multas de hasta 250.000 dólares—, este canadiense pudo evitar la condena gracias al apoyo ciudadano que recibió con la campaña 'Save Roadsworth'.
Este artista urbano asegura que sus dibujos están más cerca de la sátira que de la protesta. "Con mi arte he creado una voz que se hace escuchar entre el ruido de la ciudad". Por ejemplo, un paso de cebra en forma de huella gigante simboliza la huella ecológica de un norteamericano; unas enormes balas perfiladas en la calzada son una crítica a la industria militar y a una forma de vida ligada al petróleo; un paso de cebra dibujado en forma de electro, critica un estilo de vida donde los niños se vuelven obesos, se alimentan de comida basura y pasan su tiempo libre jugando a la consola; unos altavoces representan lo difícil que es hacerse oír en una ciudad llena de ruido...
Cuando preguntamos a este canadiense por la reacción de la gente ante sus pinturas, nos asegura que es impredecible. "Lo curioso y quizás más interesante es que si tú pintas de forma ilícita, a la gente no le gusta, te toman como un vándalo y piensan que lo que haces debe ser castigado. Pero si lo haces de forma legal, a la gente generalmente le agrada porque está permitido. En vez de interesarse por lo qué estás haciendo, se fijan en cómo lo estás haciendo. La percepción de la gente cambia, pero en general hay de todo: a algunos les encantan los dibujos y se acercan a ayudarme, otros los odian o simplemente hay gente que pasa de largo".
La historia de este artista nacido en Toronto ha despertado tanto interés, que un documental de más de 72 minutos, 'Roadworth crossing the line' (2008), reproduce su trayectoria durante los últimos años. Ya lejos de la clandestinidad, las obras de este canadiense se exponen abiertamente en citas internacionales como el Tour de Francia, el 'London Can´s Festival', el 'Earth day' o el 'Cirque du soleil' entre otros.
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