Cristina Pavón tiene 49 años y es de Sevilla. En el año 2002, cuando puso en marcha una fundación para la integración laboral de los colectivos menos favorecidos detectó un grupo social doblemente agraviado: las mujeres discapacitadas que lo eran por las secuelas de los malos tratos. El triste descubrimiento la llevó a montar Cailu, la única empresa de Europa cuya mano de obra principal son mujeres discapacitadas por culpa de la violencia de género.
Mujer, víctima de malos tratos, dependiente económicamente y además, discapacitada. La combinación de ingredientes no pinta un panorama de futuro muy alentador para las personas con este perfil. Pero por ellas se parte el espinazo cada día Cristina y su alter ego en esta aventura por las oportunidades, María del Mar Martínez. Juntas empezaron a dar forma en 1998 a lo que se convertiría en la fundación Genus, centrada en trabajar por la integración social y laboral de los colectivos menos favorecidos.
A Cristina el impulso le viene de su propia experiencia: "Con 32 años me quedé viuda y con una hija de 7 años. Sentí en mis carnes la discriminación laboral. Más tarde me diagnosticaron una artritis reumatoide degenerativa, que te incapacita parcialmente, pero no te da derecho a una pensión. A partir de ahí me propuse ocupar a mujeres que sufrieran esta situación".
Con esa idea clara, Cristina y María del Mar empezaron a entrevistar a mujeres discapacitadas y así descubrieron que un buen número de ellas lo eran por las secuelas de malos tratos: sorderas, problemas de visión, mutilaciones, lesiones de espalda... "Pero sobre todo llegaban con problemas psicológicos y con la autoestima anulada". En 2002 la fundación se convirtió en una realidad que hoy se asienta en cuatro grandes proyectos, uno de ellos es la empresa Cailu, el único centro especial de empleo (CEE) con discriminación positiva hacia la mujer. La empresa se dedica a la serigrafía y distribución de productos publicitarios, "desde camisetas o bolígrafos a jamones", nos cuentan y entre sus clientes se encuentran varias consejerías de la Junta de Andalucía.
Y es todo un éxito. La experiencia empezó con la contratación de cinco mujeres. Hoy trabajan en Cailu 46 personas —42 mujeres y cuatro hombres—. El 75% de este personal presenta algún tipo de discapacidad reconocida, física o intelectual de entre el 33 y el 65%, y en la mayoría de los casos, en el origen del problema están los malos tratos.
Pavón reconoce que la empresa presenta un índice de absentismo laboral superior al normal, pero "hay que tener en cuenta su situación familiar. A menudo son mujeres que se quedan solas y deben cuidar de sus hijos y sus padres, con quienes vuelven a vivir tras dejar atrás a su maltratador".
Cristina se siente satisfecha con los logros a nivel legislativo, "en ese aspecto hemos hecho bien los deberes, pero ahora toca lograr que se conciencie la población, conseguir una buena educación de género y hacer entender a la gente que esto no es una guerra de sexos".
Cristina no para un momento, y menos en un día como el de hoy, que ha pasado por la Universidad, por el acto con el presidente de la Junta de Andalucía y por la inauguración de una exposición en el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, el pueblo sevillano donde se encuentra la empresa. Ella es el mejor ejemplo de la energía y la capacidad de una mujer discapacitada.
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