Su relación no está engrasada y la lucha de poder soterrada que libran es ya un gran secreto a voces. Carecen de la complicidad Zaplana-Acebes. Ellas son la cabeza visible de la pugna entre la Génova renovada y el equipo de confianza de Rajoy en el Congreso.
"Por ahora parece que Soraya está más apuntalada, de hecho no hay más que fijarse en que Cospedal ha empezado a venir al Congreso en un intento de tomar posiciones". La reflexión a pie de hemiciclo no pertenece a ningún diputado pepero y se enmarca dentro de una conversación sobre las tensas relaciones que siguen gobernando el partido presidido por Mariano Rajoy. Es sintomático de la desconfianza que existe en el grupo que hasta los miembros del equipo nombrado enteramente por el líder, en el Congreso celebrado en Valencia hace seis meses, se observen con recelo. Y que, además, resulte tan evidente para quienes les rodean.
Los gestos, las declaraciones, los exagerados parabienes. Hay que fijarse en los detalles para encontrar los argumentos que justifican la frialdad entre la secretaria general y la portavoz en el Congreso. El lunes de esta misma semana, Mª Dolores de Cospedal, que no es diputada sino senadora, cambiaba la Cámara Alta por la Baja con el fin de sentarse a la derecha de Rajoy, obligando a Soraya a cederle el escaño que suele ocupar ella. La portavoz aceptó gentilmente el desplazamiento para que los fotógrafos pudieran inmortalizar el momento. Pero ni a los internautas les pasa por alto la situación, pues la pregunta de qué hace la presidenta del PP de Castilla-La Mancha se plantea en diversos foros en la red. Hace justo dos meses, el jefe de prensa de esta institución tuvo que explicarlo en una carta en El País.
María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría sonríen tanto la una en presencia de la otra que corren el riesgo de que se les encajen las mandíbulas. Esta misma mañana su jefe ha manifestado en la radio la satisfacción que le reporta el trabajo de ambas. Mala señal que haya que insistir en lo estupendamente que se complementan. El nombramiento de Cospedal a las puertas del Congreso del PP estaba más encaminado a evitar las manifestaciones en contra del elegido que a buscar a un secretario general con personalidad y madurez política. Por otro lado, Rajoy tenía descartado un perfil que pudiera hacerle sombra. Claro que la jugada ya se vislumbraba semifallida, porque Cospedal no iba a tragar con el papel de florero políticamente correcto. Desde septiembre ha redoblado sus esfuerzos por contrarrestar el éxito mediático de Sáenz de Santamaría. Quienes pensaron que su labor al frente del PP de Castilla-La Mancha la mantendría al margen de Génova, se equivocaban. Ella es una mujer controladora que, aunque no puede manejar a los medios con la misma facilidad que en su autonomía, no escatima en conceder entrevistas en las que su máxima preocupación parece demostrar que tiene poder y lo ejerce.
Sus últimas declaraciones mediáticas, en las que tildó de "cobardes anónimos que reman contracorriente" al sector crítico dentro del PP, fueron inmediatamente matizadas por la portavoz en el Congreso. Soraya aseguró, en línea con el buenrollismo del que presume, que ella admite "todo tipo de críticas" y que "en todas las familias hay gente que no opina igual". Y eso que la mandamás popular en la Cámara acaba de echar un rapapolvo a los diputados menos trabajadores de los 154 que forman el grupo del PP. Un repaso que ha caído tan mal que Cayetana Álvarez de Toledo ha acabado presentando más de 5.000 preguntas a Rubalcaba en un solo día, cuando en lo que va de legislatura no había realizado ni una. Una ración extra de sorna destinada a desafiar a la portavoz. Cayetana entró en el PP en 2006 de la mano de Acebes y, durante los meses más intensos de la crisis que se desató tras las elecciones, no ha dudado en alinearse con los aznaristas de pro. Mientras, en el PSOE celebran que la oposición siga enfrascada en arrebatarse el poder internamente.
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