CHICAGO.- Barack Obama ha dicho que quiere cambiar el sistema político. Ahora que ya es presidente electo, podremos comprobar qué quiere decir exactamente. Mientras se afana en sacar las tropas de Irak, reformar el sistema sanitario de la nación y promover su independencia energética, veremos hasta qué punto cumple su promesa de tender la mano a quienes no comparten sus ideas. Ha prometido que las negociaciones sobre su plan de atención sanitaria se retransmitirían en directo en C-SPAN. ¿De verdad va a ser tan transparente?
Tal vez pase un tiempo hasta que conozcamos la respuesta. Pero podrían aparecer ciertos indicios del nuevo estilo político de Obama antes de que empiece a tomar decisiones. En su discurso de aceptación del cargo, Obama se plantea hacer ciertos gestos simbólicos, como tender la mano a los republicanos y no mostrarse excesivamente triunfal. Es un buen comienzo, pero podría hacer más. He aquí unas cuantas sugerencias:
A medida que se aproximaba el fin de campaña, Obama empezaba ya a hablar bien de McCain. Y también en privado se mostraba más comedido. Un asesor ha declarado que, cuando los estrategas de campaña opinaron que Obama tenía posibilidades de presentar batalla en Arizona y que debían hacer propaganda allí, éste insistió personalmente en que sólo se difundieran mensajes electorales positivos. "No quiero pisarle el cuello", dijo Obama textualmente, según su asesor.
Obama debería ir más allá de la gentileza con la que sin duda tratará a McCain en su discurso de aceptación. Debería comprometerse a reunirse pronto con él. Este gesto acarrearía diversas ventajas: le permitiría mostrar magnanimidad en la victoria, cualidad siempre atractiva en un presidente, y demostrar que está dispuesto a escuchar ideas de las que discrepa. Además, le abriría la puerta a un hombre que podría convertirse en un aliado los próximos años. Para McCain, sería sin duda muy beneficioso reavivar su característico inconformismo bipartidista al final de su carrera. Esto no lo conseguirá oponiéndose a Mitch McConnell; es preferible ser un senador dispuesto a trabajar con la nueva Administración. Obama podría facilitar esa transición reconociendo la honorabilidad de McCain.
Obama y su principal estratega de campaña, David Axelrod, han hablado reiteradamente de dejar atrás el paradigma Estado rojo / Estado azul, y el senador se ha referido más de una vez al gabinete de Abraham Lincoln, célebremente definido como un "equipo de rivales". Obama debería llevar esta admiración a la práctica. Hay varias opciones posibles. Podría nombrar secretario de Estado al senador por Indiana Richard Lugar. Podría nombrar embajador ante las Naciones Unidas al senador por Nebraska Chuck Hagel (Hagel, que quiere dejar el Senado, es experto en política exterior, y le gustaría hacer dinero en el sector privado algún día). Y podría también situar a Colin Powell al frente de su iniciativa de un servicio social nacional o de algún otro proyecto civil destacado.
Obama ha hablado de una nueva etapa de sacrificios y ha prometido revisar el presupuesto "línea a línea", suprimiendo las partidas innecesarias. Si trabajase sin percibir un salario, demostraría estar poniendo de su parte. Puede permitírselo: sus libros le han hecho un hombre adinerado y, con sus próximos libros, ganará aun más dinero.
Obama ha basado su campaña en la eliminación de la influencia de intereses particulares. "No han financiado mi candidatura, y no gestionarán mi Casa Blanca", ha afirmado en repetidas ocasiones. Para ser inmediatamente coherentes con este mensaje, Sheila Krumholz, directora ejecutiva del Center for Responsive Politics, tiene preparada una buena lista de tareas pendientes para el presidente electo que ha prometido instaurar los más elevados valores éticos:
Obama ha definido su campaña como un movimiento cuyo impulso él no hace más que seguir. Para ratificar simbólicamente que el poder de la coalición que ha construido tiene su base fuera de los círculos dirigentes de Washington, Obama debería celebrar algún acto previo a la inauguración de su presidencia en algún lugar fuera de la capital —tal vez en Iowa, donde empezó su campaña—.
Obama cree en las iniciativas surgidas de la fe, del tipo que también propugnaba el presidente Bush. Reuniéndose públicamente con líderes de todos los credos, Obama podría dar impulso a sus políticas en este terreno y, al mismo tiempo, transmitir a quienes no le han votado el importante mensaje de que, en el ámbito cultural, no es el liberal radical en el que los republicanos han tratado de convertirlo durante la campaña electoral.
*Este texto se ha publicado originalmente en el medio digital estadounidense Slate.
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