Bueno, bueno. Lo nunca visto. Si esta noche hubieran retransmitido desde Belén el segundo nacimiento de Jesús, el Julián habría cerrado el bar como siempre y se habría acostado como siempre. Con lo de Obama, en cambio, nos ha invitado a los amiguetes, con cervecitas gratis y tele por satélite, y no ha bajado del todo la persiana hasta subirla a las seis.
Éramos un montón de gente. Algunos se han ido después del fútbol, pero la mayoría hemos aguantado hasta el final. ¡Qué emoción, ver el discurso de Obama en directo por la CNN, sin traducciones, a puro pelo! Nos ha pasado como con las canciones de Bruce Springsteen: al no entender ni papa, cada uno se imagina lo que quiere. Y, claro, gusta más.
Eso igual acaba siendo un problema. No puede ser que Obama convenza a todos. El tío es majo, es el primer presidente negro y, encima, llega después de Bush: hasta ahí, hay que ser muy rarito para no estar contento. Pero daba un punto de mosqueo, en las teles españolas, ver a los del PSOE y del PP tan de acuerdo; o, más concretamente, de acuerdo en discutir sobre quién es más obamista y quién se ajunta más con él.
Lo mismo en la barra del Julián. Va el Ahmed y dice que Obama es musulmán y que eso está bien, pero que no acaba de convencerle que se llame Hussein, como el nieto del Profeta, porque ese nombre es más chií que otra cosa, y los chiíes son herejes. No ha habido forma de explicarle que Obama no es chií, y lo de que no es musulmán ya lo hemos dejado por imposible. Peor lo del Vladimiro, que dice que Obama no es negro, que es sólo moreno de piel, que la negra es su mujer y que esa señora le dará problemas. El Vladi es racista, pero no lo sabe: se cree que los racistas son los que odian a todos los que no son blancos, y como él no tiene problemas con los chinos ni los moros ni con nadie, menos con los negros, pues nada, que eso no es racismo, que es sólo un punto de vista.
El mismo Julián, que se queja de que no puede votar al PP porque se ha hecho de centro, piensa que Obama es de los suyos porque va a misa y está contra las bodas gay. En cambio, el Manolo y sus amigos, unos de Comisiones, están seguros de que Obama va a nacionalizar Wall Street, va a poner la jornada de 40 horas y va a retirar las tropas de Irak en cuanto entre en la Casa Blanca.
Alguien va a acabar llevándose un chasco.
Ya esta mañana he empezado a notar algún bajón en el entusiasmo. El Ahmed y yo tenemos un currillo en una hamburguesería y nos hemos acostado un ratito antes de empezar el turno. Al despertarse, el Ahmed ha puesto la tele y se ha puesto a refunfuñar porque en todas partes hablaban de Obama, y que ya estaba bien. Estaba el tío aún atontado, con la legaña, y va y suelta: «Pues la que estaba bien era la esposa del McCain, y la republicana de Alaska con las gafitas también tenía su punto; yo no sé qué le ven al Obama».
Espero que al presidente Obama le vaya bien y que ponga a tope la economía y que encontremos pronto un curro decente. Pero insisto: alguien se va a llevar un chasco.
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