Jerusalén.- Los israelíes votarán el 10 de febrero en unas elecciones generales que la convulsa escena política de su país ha obligado a adelantar y en las que deberán optar entre dos posturas enfrentadas ante el conflicto más antiguo del mundo.
El partido centrista Kadima, de la "paloma" Tzipi Livni, y el derechista Likud, del "halcón" Benjamin Netanyahu, son los favoritos en un duelo del que pende el futuro de la negociación para que los palestinos creen un estado independiente tras más de seis décadas.
El pulso entre la titular de Exteriores -partidaria del compromiso y abanderada del entendimiento con los palestinos-, y el jefe de la oposición -defensor del inmovilismo y contrario a las cesiones territoriales israelíes-, se presenta muy igualado.
Kadima y Likud habrían sacado el mismo número de escaños de haberse celebrado hoy los comicios, según un sondeo que el diario "Haaretz" publicó esta mañana antes de que la presidenta del parlamento, Dalia Itzik, anunciara por la tarde la fecha de la cita.
De acuerdo con esa encuesta, las dos formaciones habrían logrado cada una 31 escaños de los 120 que componen la cámara.
También el sondeo otorga doce diputados al conservador partido Israel Beitenu, y diez al Laborista; ambos se perfilan como los primeros grupos que Livni y Netanyahu tendrán que sondear para forjar una mayoría, sea de centro-izquierda o de derecha.
El apoyo de un solo grupo, aparte del suyo propio, no permitirá, sin embargo, a ninguno de los dos disponer del suficiente respaldo parlamentario para formar un gobierno estable.
Y lo fragmentado del parlamento -donde están representados trece grupos-, obligará tanto a Livni como a Netanyahu a liderar coaliciones multipartidistas, aunque sean contra natura.
La atomización de la vida política, y la necesidad de integrar mayorías de ideología diversa, ya motivó el fracaso de Livni en su intento de formar un gobierno que sustituyera al del primer ministro en funciones, Ehud Olmert, acosado por escándalos de corrupción.
El rechazo de la ministra de Exteriores a aceptar las condiciones del partido Shas fue la razón de que esa formación ultra ortodoxa se negara a permanecer en la actual mayoría gubernamental, a la que pertenecía pese a que principalmente es de centro-izquierda.
Las condiciones de Shas eran que Livni renunciara a negociar el estatus de Jerusalén -en cuya parte este los palestinos exigen establecer la capital de su estado-, y un incremento de las ayudas a las familias numerosas, que en su mayor parte son religiosas.
Con su negativa a aceptar la primera condición la líder de Kadima ha enviado el mensaje de que si es elegida seguirá con sus esfuerzos por lograr un acuerdo con los palestinos que no excluya Jerusalén.
Y con su rechazo a la segunda, el de que no está dispuesta a consentir "extorsiones", término con el que aludió a peticiones del sector ultra ortodoxo que el laico considera "desorbitadas".
Aunque de formación secular, Netanyahu es mucho más receptivo, por el contrario, a las demandas de los grupos religiosos, en ascenso y a los que, según la prensa local, ha prometido satisfacerlas en caso de alzarse con la victoria.
Respecto a Jerusalén, el líder del Likud ha rechazado siempre y de plano la división de una ciudad que para los conservadores es la capital "eterna e indivisible" de Israel.
Por lo que quien vote a la "paloma" o al "halcón" no podrá llevarse a engaño sobre su apuesta; la búsqueda de una solución al conflicto que suscitó la proclamación en 1948 del Estado judío, o que prosiga la ocupación de los territorios palestinos.
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