A sólo una semana de las elecciones y con Barack Obama distanciándose de John McCain, minúsculos brotes de inquietud empiezan a embargar a los columnistas y periodistas políticos de signo progresista.
Si gana McCain, el miércoles 5 de noviembre dispondrán de un amplio elenco de fórmulas convencionales con las que construir sus relatos desechables sobre la victoria: "Asumió riesgos y la apuesta le salió bien... el valor de sus convicciones... le han dado por muerto demasiadas veces... los expertos se la envainan... ¡Cómo es posible que los sondeos se hayan equivocado tanto otra vez!... El discurso de su Casa Blanca, ¿será franco o hipócrita?"
Pero, si gana Obama, esos escribas saben que se hallarán ante la tarea más ardua de su carrera. Todos ellos han suscrito hasta la saciedad que la candidatura de Obama es trascendental, incomparable, sensacional, de modo que ahora no pueden limitarse a sacar artículos manidos sobre los 'vientos de cambio' que soplan en Washington. Están convencidos de que no sólo el mundo entero leerá lo que escriban, sino que, además, los historiadores recogerán sus palabras. "¿Estará lo que escriba a la altura de este momento histórico?", se preguntan. Es un síntoma característico de ansiedad o el pánico escénico.
No me malinterpretéis. No pretendo afirmar que los periodistas tengan muchas dudas sobre Obama, aunque una aplastante mayoría de ellos vaya a votar por él. Obama irrita a la mayoría de los reporteros que cubren su campaña por ser tan mesurado e impenetrable. Así que no están enamorados de Obama, sino más bien de la idea de Obama, del 'significado' de su carrera hacia la presidencia, de la redención que ofrece a una nación pecaminosa que introdujo la esclavitud en su Constitución amante de la libertad.
El marco para tal estado de ánimo nos lo ha proporcionado Jacob Weisenberg, de Slate, para quien la elección de Obama es un referéndum nacional sobre el racismo; Nicholas D. Kristof, del New York Times, para quien la presidencia de Obama constituiría una ocasión para "redefinir" nuestra nación y "encontrar un modo de restituir la influencia global estadounidense"; E. J. Dionne, quien considera que la presidencia de Obama representa una oportunidad para "reavivar el sentido de posibilidad y transformación" en la vida estadounidense; y un arrebatado Andrew Sullivan, que hace casi un año planteaba que Obama podría ser "ese puente al siglo XXI del que nos hablaba Bill Clinton". Para Chris Matthews, por supuesto, la candidatura de Obama es un "estremecimiento" que le sube por la pierna, y que recorrerá su pecho hasta estallarle en la cabeza en caso de victoria.
El principal animador de Obama entre los columnistas es Jonathan Alter, de Newsweek, cuya 'erección del corazón' (*) por Obama no tiene parangón. Alter ve en las presidenciales estadounidenses un referéndum mundial sobre Estados Unidos y "el sentido común y la decencia del pueblo estadounidense". Obama simboliza la esperanza frente al miedo, y su elección generaría un "dividendo Obama" que "asombraría a los pueblos de Oriente Próximo y otras regiones, y contribuiría a recuperar el prestigio estadounidense". Obama, sigue diciendo Alter, "sabe pensar en grande, elevar el debate y llevar al público a cotas desconocidas."
Semejante derroche deja a Alter escaso margen de maniobra para construir un monumento si gana su candidato, pero el problema no lo tiene sólo Alter. Hasta los periodistas políticos que han suprimido de sus artículos todo indicio de pasión por Obama se enfrentan al mismo dilema que los analistas el 5 de noviembre. ¿Cómo meter todas las etiquetas atribuidas a Obama —curación, esperanza, cambio, civismo, el segundo retorno a la edad dorada, político de la generación siguiente a la del 'baby-boom', inspirador de la juventud, gran aglutinador, presidente mundial, etcétera— en un solo texto sin sonar hagiográfico? Para eso está ya el número especial conmemorativo de la revista People, ¿no? Y si no, ¿cómo escribir sobre el triunfo de Obama sin redundar en esas etiquetas distintivas? De ahí el pánico escénico.
Los periodistas hacen sus trabajos menos afectados cuando los sorprende una historia sobre la que no tenían previsto escribir. Basta pensar en las asombrosas coberturas de los ataques del 11-S, los desastres naturales, o las interminables elecciones del 2000. Conceder a un periodista (o a un experto) demasiado tiempo para reflexionar sobre un acontecimiento histórico, como el día de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, la llegada del hombre a la Luna, la caída del comunismo o la liberación de Nelson Mandela, equivale a meterlo en una competición de grandilocuencia para ver quién puede sacar más poesía de su teclado. De repente, cualquiera con un bloc y un procesador de textos se cree Norman Mailer.
Todo nuevo presidente vive una luna de miel, por supuesto, pero no como la que seguramente vamos a presenciar. Mientras corre la cuenta atrás de esta semana hacia la apoteosis de Obama, recemos una oración por los periodistas escépticos, disconformes, cínicos, pragmatistas, criticones y satíricos que preferirían no acudir al baile de investidura magistral de Obama. Y, si escriben algo digno de mención, enviádmelo a este mail.
- * 'Erección del corazón' es la dulce frase que Lester Bangs acuñó para describir la reacción fisiológica que le produjo ver a Elvis Presley en directo por primera vez. Gracias a Christopher Beam por la idea para la columna. Estilismo: Chris Wilson; Asesor académico: Emily Yoffe; Café: Bouvé. La cita de Lester Bangs me la proporcionó Bill Wyman. Repito, la dirección de correo electrónico a la que enviar artículos notables de escépticos es slate.pressbox@gmail.com. (Todo mensaje enviado podrá mencionarse por su nombre en 'The Fray', el foro de los lectores de Slate, en futuros artículos o en cualquier otro lugar, a menos que el remitente estipule lo contrario. Aviso legal permanente: Slate es propiedad de Washington Post Co.)
*Artículo originalmente publicado en el medio digital estadounidense Slate
Si quieres firmar tus comentarios puedes iniciar sesión »
En este espacio aparecerán los comentarios a los que hagas referencia. Por ejemplo, si escribes "comentario nº 3" en la caja de la izquierda, podrás ver el contenido de ese comentario aquí. Así te aseguras de que tu referencia es la correcta. No se permite código HTML en los comentarios.
Lo sentimos, no puedes comentar esta noticia si no eres un usuario registrado y has iniciado sesión.
Si ya lo estás registrado puedes iniciar sesión ahora.