Madrid.- Gaspar Llamazares ha puesto fin hoy a ocho años como coordinador general de Izquierda Unida y a un periodo en el que la organización ha acentuado su declive externo, ya que sólo cuenta con un escaño en el Congreso, y su deterioro interno, pues no ha cesado de aumentar el rechazo a la actual dirección.
Pero la gestión de Llamazares al menos ha sabido alcanzar notoriedad en el espectro mediático, cada vez más limitado por PSOE y por PP, y en la calle, pues desde la multitudinaria movilización contra la guerra de Irak, en gran medida capitalizada por IU, la federación siempre ha buscado en las manifestaciones callejeras una plataforma desde la que se pudiera oír su voz.
Sin embargo, ese empeño de Llamazares por aparecer en los medios de comunicación y por encabezar protestas sociales no se ha traducido en réditos electorales ni en mayor representación parlamentaria.
Tampoco su liderazgo ha callado a los sectores críticos, especialmente al PCE, y también a un grupo de dirigentes regionales encuadrados en la llamada Tercera Vía.
Secretario general del Partido Comunista de Asturias desde 1988 a 2001, Llamazares comenzó su andadura política en la tierra en la que se crió personal y políticamente, primero como líder estudiantil, y allí comenzó a adquirir cierta reputación porque fue diputado autonómico y aspiró a la Presidencia del Principado en 1995 y en 1999.
Su capacidad de trabajo y la fe en sus ideas, cualidades que no ha perdido, engordaron su prestigio dentro de Izquierda Unida, a cuya coordinación general llegó en octubre de 2000 para relevar a Julio Anguita.
Llamazares se vio entonces al frente de la tercera organización política en España, pues en las elecciones generales de ese mismo año IU obtuvo 1.263.000 votos, superada, aunque por mucho, por el PSOE y por el PP, y al frente del cuarto grupo parlamentario con ocho diputados en el Congreso.
El papel político de IU resultaba notable, y así quedó demostrado en las protestas contra la guerra de Irak, lo que incluso le permitió aumentar su número de votos en las elecciones de 2004 -unos 20.000 más-.
Pero esa confirmación como tercera fuerza política del país paradójicamente no se tradujo en mayor peso parlamentario, ya que el grupo de IU obtuvo sólo cinco escaños, dos de ellos de ICV, una formación catalana hermanada con el sello de Izquierda Unida en la comunidad, EUiA.
Por entonces, y a causa de los resultados electorales, Llamazares, que había sido reelegido coordinador general en 2003, puso el cargo a disposición de la dirección, no tanto para que le destituyeran como para que le ratificaran, según explicó él mismo.
La tercera reelección, en diciembre de 2004, resultó muy ajustada y acrecentó las críticas de sus adversarios, pero al menos Llamazares obtuvo la confianza suficiente para afrontar la legislatura.
Pese a su esfuerzo, los últimos comicios generales apuntalaron el declive político de IU, que no sólo perdió escaños hasta retener uno, el del propio Llamazares, sino que también perdió 300.000 votos, lo que no obstante mantenía a la federación como tercera organización política del país, pero a tanta distancia de PSOE y de PP que su futuro parecía abocado a la marginalidad.
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