El autor del extenso texto de la semana pasada era, efectivamente, David Foster Wallace, tal y como, al menos uno, ha acertado. Hoy traemos un texto diferente, que poco tiene que ver con aquel. Es bien bonito, aunque su autor... tararí que te ví, tía María.
Se trata de un breve texto, un cuento completo, titulado Soledad. No, no vale mirarlo en gúgeles y similares, pues de lo contrario el juego no tiene gracia. No damos más pistas. Lee el cuento este domingo luminoso, goza del mismo, y si no se te ocurre quién puede ser el autor, da lo mismo. El domingo que viene lo sabrás, a más tardar.
" Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba, tomarnos un café mientras continuábamos charlando.
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad."
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