Disciplina de partido, ¿una carencia democrática?

Una tarde cualquiera en el Congreso la disciplina de partido sale a relucir. ¡Horror! La polémica está servida. Esta vez ha sido el doble desacato a esta norma partidista por parte de UPN, al saltarse la disciplina de partido y la de grupo parlamentario en una misma votación, la de los Presupuestos. Pero, otras veces, el protagonista de la controversia han sido personajes como Borrell, que votó en contra de la directiva de retorno, o la siempre polémica Celia Villalobos, que se distanció del PP, su partido, en muchos temas, sobre todo los más sociales. Las sanciones, generalmente, son simbólicas, pero existen. ¿Es que no puede tener un diputado español opinión propia como ocurre en otros países, como Estados Unidos? Lourdes López Nieto, profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, nos explica que no todo es lo que parece y que cada sistema político tiene sus pros y sus contras.

En realidad, en la mayor parte de las constituciones liberales se recoge la interdicción del mandato imperativo. Esto quiere decir que cada diputado es dueño de su escaño y no puede someterse a intereses o presiones personales, económicas o partidistas. Representa al pueblo y punto. ¿Qué ocurre entonces? ¿Son menos libres nuestros diputados? Según explica la profesora López Nieto, la mayor parte de los países han preferido no tocar sus cartas magnas, pero "sí han introducido la disciplina de partido", a excepciones de algunos países del mundo anglosajón. De ahí que la comparación con Estados Unidos (uno de los países del que más noticias nos llegan y del que mejor conocemos su sistema gracias a los medios de comunicación, las series y las películas) sea inevitable.

En Europa las cosas son distintas. "No existe un candidato que salga sin el apoyo de su partido", señala la profesora de la UNED. Sin embargo, esto no es suficiente para garantizar que un diputado siga las directrices de su formación política. Lourdes López Nieto pone como ejemplo una sentencia del Tribunal Constitucional que impidió que unos concejales de Madrid fueran expulsados de su partido en 1983 por no apoyar a su partido en una votación. Así, "para evitar estos problemas, los partidos piden la renuncia en blanco a sus diputados, que no tiene validez jurídica, pero que los obliga a seguir la disciplina de voto", recuerda.

Parece una normativa muy dura, pero no hay que olvidar que muchos de los candidatos "deben a sus partidos su carrera". La profesora Lourdes López lo tiene claro. "Ellos llegan donde llegan gracias a la estructura y a la financiación del partido", señala, y recuerda que "los candidatos se presentan con un programa electoral que ya conocen de antemano y con el que supuestamente están de acuerdo", por lo que, en teoría, no se lo deberían saltar a la torera atendiendo a sus opiniones personales.

Pero entonces, ¿por qué los políticos siguen saltándose esta norma? Según la experta de la UNED, esto ocurre porque "los políticos se fijan en las encuestas" y, según ella, las encuestas dicen que los ciudadanos quieren listas abiertas, pero cuando alguien vota en contra de su partido, los electores se enfadan. "Está demostrado que los ciudadanos castigan al que va en contra de la opinión de los suyos". He aquí la gran ventaja de la disciplina de partido: los electores, cuando votan a un partido, saben a quién están votando y las ideas que representa.

El inconveniente es mucho más claro. La férrea disciplina de partido "puede generar distensiones internas", apunta López Nieto, ya que muchas cuestiones no están contempladas en los programas de los partidos, escapan a ideologías y se atienen más a la subjetividad.

¿Qué hacer entonces? De acuerdo con el profesor de la Universidad de Yale Juan Linz, Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, lo ideal es que las formaciones políticas hagan una lista de asuntos sobre la que los diputados puedan votar libremente sin ceñirse a la disciplina de partido. Temas como el aborto o la eutanasia estarían incluidos en esa lista. Así se evitarían sanciones como la de Celia Villalobos, castigada por su partido por abstenerse en la votación a favor del matrimonio homosexual por una cuestión de conciencia, como más tarde explicó ella.

El caso de Estados Unidos y el plan de rescate

Uno de los fenómenos que más maravilla a este lado del charco es que la política estadounidense dé lugar a situaciones como la que ocurrió hace apenas dos semanas, cuando se aprobó el plan de rescate del sistema financiero propuesto por Bush. El hecho de que el presidente perteneciera al Partido Republicano no bastó para conseguir un apoyo incondicional de sus filas. Sin embargo, el proyecto salió finalmente adelante gracias al voto demócrata.

Para Lourdes López Nieto esto ocurre porque "en Estados Unidos está vinculado el sistema y la cultura electoral". Allí, los congresistas son elegidos por distritos y ellos también se juegan su puesto próximamente. "Muchos congresistas tenían problemas de elección y votaron pensando en esto a la hora de enfrentarse al plan de rescate de Bush", explica la profesora.

Listas abiertas

Intereses electorales aparte, la política en Estados Unidos tiene ciertos aspectos interesantes como la transparencia en cuanto a la financiación, la participación —hay que inscribirse como votante antes de los comicios— y el sistema de elecciones primarias que "permite a los electores ir conociendo bien a sus candidatos en el proceso". ¿Trasladarlo aquí? "Es muy complicado" asegura la López Nieto. "El PSOE lleva las primarias en sus estatutos pero no siempre las realizan", subraya y lo achaca a un "problema de costumbre".

Así, recuerda que, aunque en España se vota a los Senadores en listas abiertas, la mayor parte de la gente no los conoce, dando lugar a situaciones que rozan lo cómico, como que los senadores más votados sean los primeros que aparecen en la lista, donde los nombres están ordenados alfabéticamente. Lo mismo ocurre en Suiza donde, según la profesora, el nivel de abstencionismo es muy alto.