La economía mundial tiene una solución. Drástica, pero solución: la castración química. A grandes males, grandes remedios. Bueno, también valdría la castración a lo bruto, pero somos civilizados, ¿no?
Vayamos por partes. ¿A quién corresponde 'evitar las crisis en los sistemas monetarios, alentando a los países a adoptar medidas de política económica bien fundadas y asesorando a los bancos centrales'? Al Fondo Monetario Internacional. ¿A quién corresponde 'reducir la pobreza en el mundo'? Al Banco Mundial. ¿Cómo está la economía? Mal. ¿Cómo está la pobreza? Aumentando a toda leche. Vale, pues ya sabemos que el Fondo Monetario y el Banco Mundial han funcionado de pena.
Ahora miremos las causas profundas del fracaso, que he investigado a fondo.
El 1 de junio de 2005, mientras los bancos empezaban a chutarse hipotecas subprime y otras basurillas financieras, Bush colocó en la presidencia del Banco Mundial a su amigo Paul Wolfowitz, el organizador de la invasión de Irak. Wolfowitz, además de ser un tipo de cuidado, tenía un problemilla: su novia, Shaha Ali Riza, una señora tunecina educada en Arabia Saudí, trabajaba justamente en el Banco Mundial. El personal de la oficina (12.000 personas en el edificio de Washington) estaba al corriente de la movida, y pasó lo que pasa en estos casos: que el jefe trabaja poco porque se entretiene con la empleada, y que los otros trabajan poco porque se dedican a hablar de que el jefe se entretiene con la empleada.
Cuando el cotilleo se salió de madre, alguien le dijo a Wolfowitz que más le valía colocar a la novia en otro sitio. Entonces la enchufó en el Departamento de Estado, en la misma oficina donde estaba la hija del vicepresidente Dick Cheney (otra enchufada), con un sueldo mejorado: la señora Riza, que hasta entonces cobraba 132.660 dólares libres de impuestos, pasó a cobrar 193.590, también libres de impuestos, y con un aumento anual automático del 8%. Es lo que tiene el amor. Pero claro, con eso aumentaron los cotilleos, los periódicos lo contaron, se montó una escandalera y a mediados de 2007, justo cuando comenzaba a reventar la crisis de las subprime, Wolfowitz tuvo que dimitir, después resistirse todo lo que pudo y pronunciar una frase inmortal: "Si me joden a mí o a Shaha, yo voy a joderlos a ellos". El sistema financiero empezó a irse a hacer puñetas, y el Banco Mundial se quedó descabezado.
¿Qué pasaba mientras tanto en el Fondo Monetario Internacional? Ahí estaba como director gerente, desde 2004, Rodrigo Rato, que acababa de separarse y se había ido a Washington con su nueva novia. No la colocó en el Fondo ni nada de eso, pero el hombre, imagino, disfrutaría algo así como una segunda juventud, y en la segunda juventud lo que menos apetece es quedarse en el despacho. Fuera por lo que fuera, a finales de 2007, con el carajal bancario ya montado, Rato dijo que se largaba 'por motivos personales' y se volvió a España.
Había que buscar a un sustituto, y Sarkozy lo encontró: Dominique Strauss-Kahn, felizmente casado, en terceras nupcias, con la bella Anne Sinclair, presentadora de televisión. Supongo que pensarían que un señor que ya se ha casado tres veces y vive con una señora muy guapa, puede resistir mejor que otros algunas tentaciones. Pero qué va. Lo primero que hizo Strauss-Kahn al instalarse como gran jefazo del Fondo Monetario fue liarse con una empleada, la economista de origen húngaro Piroska Nagy. La señora Nagy, además de ser rubia y guapa, es esposa del ex presidente del Banco Central de Argentina. ¿Qué pasó cuando se descubrió el pastel? Pues que Strauss-Kahn colocó a la señora Nagy en el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. Ahora mismo se están investigando las mejoras salariales obtenidas por la economista. En resumen, que mientras la economía mundial se va al garete, el director gerente del Fondo Monetario no puede ocuparse del tema porque está liado con su lío, y el resto de la oficina ya tiene bastante con cotillear.
La solución ya la he dicho. ¿Que quieres dirigir una institución financiera mundial? Pues nada, te pasas por el médico, castración química (o de la otra), y ya te quedas tranquilo. Y te dedicas a trabajar, y no a otras cosas.
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