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Ratas

Por JAVIER PÉREZ DE ALBÉNIZ (SOITU.ES)
Actualizado 16-10-2008 08:50 CET

En las alcantarillas, cuando escasea la comida las ratas se devoran unas a otras. Su descomunal instinto de supervivencia, sólo comparable a su desmesurada falta de escrúpulos, hace que no respeten nada ni a nadie. Ni siquiera a los de su misma especie. Escucho en un programa de televisión, con una imagen congelada de fondo, la bronca entre Melchor Miralles y José Antonio Abellán en el programa de radio de este último en la COPE. Insultos, gritos, ofensas, menciones a la familia y, no se lo pierdan, lecciones de ética y periodismo.

¿Una pelea de proxenetas en un burdel de la carretera? ¿Borrachos riñendo segundos antes del coma etílico? ¿Una pareja de drogadictos pendencieros superando un mal mono?

No, mucho peor: dos profesionales de la comunicación (periodistas) en un programa de la radio de la Conferencia Episcopal.

Miralles y Abellán comienzan llamándose "señor Miralles" y "señor Abellán". Superada esa formalidad, sacan los machetes y se lanzan a las respectivas yugulares. "No recuerdo una sola información tuya que sea verdad... eres un mentiroso compulsivo", asegura un Miralles que, con mal disimulada tristeza, recrimina a Abellán: "ni siquiera has cumplido con el mínimo rigor profesional de llamarme por teléfono antes de mofarte". "Juro por mis hijos, que se me mueran los tres, que no tengo ninguna sociedad en Miami", gime un Abellán que jura abandonar la COPE si su rival se presenta al día siguiente con documentación comprometedora.

Como campo de batalla, la radio es más interesante que la televisión. Cuando en "La noria" María Antonia Iglesias dice que Miguel Ángel Rodríguez es un "cabrón", y éste la llama "idiota", esos contundentes insultos se distraen entre las formas y los colores que aparecen en pantalla.

Las venas reventonas del cuello, los ojos inyectados en sangre, los espumarajos que salen disparados de la boca... efectos especiales que nos despistan y alejan del meollo de la cuestión: la idiota y el cabrón. En el caso de Miralles y Abellán, sin embargo, el oyente puede concentrar toda su atención en las sandeces que escucha, y que definen de manera precisa las partes en conflicto.

No hay mejor perfil psicológico, y profesional, de un individuo, que el obtenido durante una riña radiofónica tabernaria. Prueba de ello es una de las frases finales del locutor de la Cope que, tras media hora de insultos y faltas de respeto, tiende la mano a su rival con enternecedora nobleza: "por esto no voy a perder la admiración y el respeto que tengo por ti, Miralles".

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