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Premio Nobel a Krugman simboliza lo que muchos describen como fin de una era

EFE
Actualizado 13-10-2008 19:49 CET

Washington.-  La concesión hoy del Premio Nobel de Economía a Paul Krugman, quien culpa a las políticas fiscales y a la desregulación impulsada por la actual Casa Blanca de propiciar la actual crisis, es una señal de los nuevos tiempos que corren.

Galardonado por "sus análisis de los patrones de comercio y de la localización de la actividad económica", el economista estadounidense ha sido uno de los principales críticos de las políticas neoliberales del presidente George W. Bush.

La distinción llega justo después de que muchos de los expertos y funcionarios reunidos en Washington durante los últimos días con motivo de la asamblea anual del FMI y el Banco Mundial, que concluye hoy, pronosticaron el fin de una era que alcanzó su punto álgido con Bush, una en la que los mercados adquirieron estatus de sacrosantos.

El magnate George Soros es de los que piensan que la crisis mundial con epicentro en Estados Unidos, que ha forzado la acción coordinada y extraordinaria de Washington, sus socios europeos y otras capitales, supone un punto de inflexión.

Soros culpó el domingo a la fe en el mercado, que comenzó hace una generación durante el mandato del presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-1989) y la primer ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990), de las actuales turbulencias.

El multimillonario indicó que la noción de que los mercados corrigen sus excesos llevó a una masiva expansión de la financiación de la deuda que culminó con las hipotecas de alto riesgo y que personificó la mentalidad del dinero fácil, raíz, dijo, del desastre al que asistimos.

"Esa creencia se convirtió en el credo dominante y llevó a la globalización de los mercados, su desregulación y el creciente uso del endeudamiento en toda la ingeniería financiera", apuntó Soros en una entrevista con la cadena de televisión CNN.

"Estados Unidos ha estado devorando los ahorros del mundo como el centro de unos mercados globalizados. Eso se ha acabado e implica un ajuste muy serio para el país", pronosticó el inversor y filántropo.

El reconocido economista estadounidense Jeffrey Sachs coincide.

"La era del Reaganismo se ha acabado. La filosofía de la no-regulación e impuestos bajos ha roto la espina dorsal de nuestra economía", dijo Sachs en otra entrevista con CNN.

"Tenemos que tomarnos en serio (la tarea) de reconstruir un gobierno normal que paga sus cuentas y un sector financiero normal que tiene regulaciones adecuadas", añadió Sachs.

En la misma línea, el ministro de Hacienda brasileño Guido Mantega dijo el sábado desde Washington que la crisis financiera ha revelado "debilidades sistémicas" y errores en las políticas de los países desarrollados que durante años se pusieron como ejemplo.

Dijo prever que una vez que la crisis se supere habrá una mayor regulación y se reconocerá la importancia del sector público en la solución de crisis y el establecimiento de mecanismos de supervisión.

La propia ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, se confesó el sábado apabullada con la magnitud de los acontecimientos.

"Nunca pude haberme imaginado que todos los bancos de inversión estadounidenses desaparecerían", dijo Lagarde desde Washington el sábado en una entrevista con la radio France Info.

La pregunta ahora es quién sustituirá a Wall Street como centro de las finanzas mundiales si Nueva York pierde su preeminencia y cuáles serán las repercusiones geopolíticas para Washington.

Anne-Marie Slaughter, decana de la Escuela Woodrow Wilson de Estudios Internacionales de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), prevé una red más integrada de firmas financieras que hacen negocios en distintos centros regionales pero no cree que ninguno de esos centros reemplace de Nueva York.

La experta dijo temer, por otro lado, en una entrevista que aparece en la página web del Council on Foreign Relations, un centro de estudios de Washington, que la actual crisis lleve a una reducción en la ayuda externa de EE.UU., con potenciales efectos adversos para la seguridad del país.

En el lado positivo, Slaughter aventura que la crisis forzará a Washington a trabajar más con sus aliados.

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