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¿Es Henry Holland un bluff?

Por ANA SERRANO* (SOITU.ES)
Actualizado 07-10-2008 17:14 CET

La respuesta es sí. Podríamos terminar este post aquí mismo e irnos a hacer otra cosa, pero no está de más explicar por qué uno de los diseñadores británicos más prometedores de los últimos años ha terminado convertido en un aburrido seguidor de tendencias tirando a hortera. Henry Holland, acompañado de su amiguita Agyness Deyn, protagonizan el 'desinflamiento' más sonado de la temporada, hecho corroborado por el último desfile de la firma.

Cuando se crean tantas expectativas respecto a algo, lo que suele terminar pasando es que aquello se sobrevalora y, pasado el momento de más auge, cae por su propio peso. El último desfile de House of Holland en la pasarela londinense era la prueba que necesitábamos para corroborar que la célebre casa ya ha dado todo lo que podía dar. Se nota que Holland quiere empezar a acercarse al lado más comercial de la moda y dejarse ya de tanto underground, pero definitivamente el tiro le ha salido por la culata. Ha sido incapaz de combinar su estilo personal con la ropa vendible, y lo que le ha salido es un mejunje de estampados y colorines con forma de prendas escasamente originales y cero trabajadas. Lo único que se salvaba, sin duda, las gafas de sol.

Henry Holland pertenece a esa generación de diseñadores afincados en Londres que saltaron a la fama hace un par de años. Él, concretamente, apareció en 2006 imprimiéndole una célebre camiseta a su amigo Gareth Pugh. Este tipo de camisetas de colores vivos con eslóganes ya se hacían en la explosión acid de los 90, y revivían a mediados de la primera mitad de 2000 en clubes londinenses como Kash Point o el extinto Boombox. En estos locales se revivía una estética fluorescente y llamativa que bebía a partes iguales de la herencia del extravagante Leight Bowery y de los buenos tiempos de Boy George. Allí organizaban fiestas ciertamente salvajes, donde la gente se vestía de manera estrafalaria muy 'do it yourself' y asistían al nacimiento del ya pasado de moda sonido nu rave. La revista Pop era testigo de todo ello, e iba encumbrando a los diseñadores que comenzaban a destacar en esa nueva escena, entre los cuales estaba Henry Holland.

Mientras sus camisetas consiguieron causar furor y ser imitadas por todos los Top Shops, H&Ms y Urban Outiftters del mundo, la fama de Holland y su musa Agyness Deyn crecía sin parar. Ellos, junto a otros como Gareth Pugh, Christopher Kane o Giles Deacon representaban a la nueva ola británica y se les auguraba un futuro prometedor. ¡Cuánto talento y cuánta originalidad juntas! Pero claro, en cuanto terminó la eclosión flúor, el nu rave pasó a la historia y comenzaron los aires de crisis, el renovador estilo Holland empezó a mostrar signos de debilidad. En el Telegraph le dedicaban el pasado febrero un completo panegírico a su firma, y el diseñador aparecía con su equipo, su Aggy y su agente de prensa disfrutando de su popularidad y de la pelota que le hacen. Ahí iban todos vestidos con prendas de la actual colección otoño-invierno donde se pueden apreciar las primeras muestras de agotamiento.

Por ejemplo, si es una firma tan a la vanguardia, ¿por qué se apunta a la tendencia más masiva esta temporada, el tartán? Su propuesta pasaba de rompedora a empezar a parecerse a Agatha Ruiz de la Prada o cualquiera de esos diseñadores que para ser originales visten a la gente de payaso. Y ésta no es la idea.

Entonces resulta que la originalidad de Henry Holland radica en que copió el estilo de aquella escena londinense tan underground, sin tampoco llegar a aportar nada. Cuando decide desprenderse del look que fagocitó para sacar el propio, el resultado no puede ser más flojito. Prometía mucho, como la línea de joyas que iba a lanzar con Agyness y de la que nunca más se volvió a saber. Lo único que ha hecho con ella últimamente es copiarle el peinado.

Su compañero de generación, Gareth Pugh, comenzó con unos diseños imposibles, más teatrales que otra cosa, imposibles de producir y que sólo se podían vender por encargo y a un público minoritario. Ahora desfila en París y su propuesta, si bien sigue destilando locura por los cuatro costados, se va moderando sin perder personalidad. Lo mismo sucede con Christopher Kane, que ha sabido adaptarse a un estilo comercial pero completamente original. Una lástima que quien se ha hecho más famoso, Henry, sea el que menos talento tiene de todo este grupito y el que se consolida como un bluff en toda regla.

* Ana Serrano es nuestra colaboradora de moda y belleza.

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