La cosa va de gatos últimamente. Parecen llegar del pasado reivindicando su "triste" lugar en la cocina. El bueno de Quim Monzó, Quimtxo para los amigos, nos agasaja con una receta extraída del 'Llibre de cuina mallorquina', que él mismo ha traducido, cuyo autor es Lluís Ripoll. El volumen se publicó en Palma en 1974. En su segunda edición, "aumentada con algunas recetas arcáicas" aparece una que no tiene desperdicio.
Cogerás al gato y lo matarás; es decir: lo degollarás. Cuando haya muerto, quítale la cabeza y guárdate muy bien de que nadie pruebe de la misma, bajo pena de la vida. Quien come de ella se vuelve loco o puede volverse.
Despelleja bien el gato: ábrelo y límpialo. Cuando esté límpio, cógelo y mételo dentro de un paño o un trapo muy limpio y entiérralo, de forma que pase bajo tierra todo un día y toda una noche.
Pasado este tiempo, sácalo de dentro de la tierra, pásale por enmedio un asador y que vaya a cocer.
El rato que se vaya tostando úntalo con all-i-oli y, cuando esté bien untado, golpéalo con una vara. Hasta que esté cocido tienes que irlo untando y atizándole: bien untado y bien golpeado.
Una vez cocido, lo cogerás y lo cortarás como si fuese un conejo y lo pondrás dentro de un plato grande o una palangana y cogerás el all-i-oli, que antes habrás aliñado con buen caldo de la olla, de forma que sea un caldo transparente y claro. Después lo regarás por encima del gato y verás como te queda una vianda singular.
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