Los adolescentes se estrenan y la ultraderecha resurge

Tan sólo 18 meses después de la última vez, Austria regresó ayer a las urnas para elegir la nueva composición de su Parlamento en un intento por devolver el equilibrio a la revuelta vida política del país. Pero la jornada electoral de ayer se recordará históricamente por dos cosas: el ascenso de los partidos de extrema derecha (con casi el 30% de los votos) y la imagen de jóvenes de 16 y 17 años votando por primera vez en las elecciones generales de un país europeo.

Hasta el momento, la única experiencia similar se había dado en el cantón suizo de Glarus, donde los mayores de 16 pueden participar en las elecciones locales y regionales. Sin embargo, la nueva ley electoral austriaca rebaja en dos años (desde los 18) la edad electoral para todas las elecciones de sufragio universal.

A la vista de los resultados electorales, los analistas políticos se han apresurado a buscar la posible relación entre el voto de los más jóvenes y el fortalecimiento de la extrema derecha en el país. El Partido Liberal (FPÖ) y la Unión por el Futuro (BZÖ) —los dos partidos más fuertes de la ultraderecha— consiguieron el 18% y 11% de los votos, respectivamente, sus mejores resultados desde la II Guerra Mundial. Y aunque todavía es pronto para interpretaciones concluyentes, los primeros datos aseguran que el 25% de los menores de 30 años que participaron se inclinó a favor del FPÖ.

Asociar el voto joven con la ultraderecha puede parecer paradójico en una primera lectura pero, como indica Jaime Pastor, profesor titular de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) hay que tener en cuenta la situación particular de Austria y la crisis económica internacional. "Austria ha vivido una etapa con una gran coalición en el poder que ha creado mucho descontento entre la población. Ha quedado un espacio político electoral tanto a la derecha como a la izquierda y eso lo han aprovechado los partidos de la extrema derecha porque a la izquierda sólo se sitúan los verdes, un partido que se ha presentado como llave para formar gobierno en vez de hacer una crítica a la coalición".

La crisis económica también se ha dejado notar en las elecciones autriacas. Tanto el FPÖ como el BZÖ centraron su campaña en la carestía de la vida, además de sostener un discurso xenófobo, que presentaba a los inmigrantes como competidores en un momento de debilidad económica.

Pero ¿estamos preparados para votar a los 16 años?

En las primeras elecciones de la democracia española, tan sólo pudieron acudir a las urnas lo mayores de 21 años. Hasta que no se aprobó la Constitución de 1978, no se rebajó la edad de voto a los 18 años actuales. Ésta es la tónica general en todo el mundo, aunque hay países en los electores pueden ser más jóvenes —como Indonesia e Irán— y otros en los que se exige tener más edad, como los 20 años necesarios para participar en las elecciones japonesas. En España, varios partidos minoritarios de izquierdas e Izquierda Unida han reclamado en varias ocasiones la rebaja de la edad para votar.

El ejemplo de Austria nos lleva a plantear si un joven de 16 años está lo suficientemente preparado para participar activamente en la vida política de su país. "Con esta edad, dependiendo del país, muchos jóvenes pueden conducir un coche y hasta ir a la guerra. Desde el punto de vista penal se les castiga desde los 14 años y cada vez se presiona más para que a los menores se les puedan imponer penas que incluso pueden acabar en cárcel. Además, se supone que a los 16 años ha acabado la enseñanza obligatoria y ya puede trabajar, por lo que no veo por qué no van a poder votar", asegura Francisco Roldán, director de la Asociación Española de Consultores Políticos (AESCOP).

Jaime Pastor también opina que, gracias al mayor acceso a la educación y a la información que existe hoy en día, no hay tanta diferencia entre un joven de 16 y uno de 18 años. "El problema es garantizar que tengan acceso a una información fiable porque hay mucha información pero también mucho ruido. Es cierto que los jóvenes no tienden a ser de centro y puede parecer que son una presa fácil de los partidos populistas pero no tienen por qué ser más manejables que los mayores", asegura.