Un reloj anuncia las cinco de la tarde y Meryl Streep, segundo premio Donosti de 2008 tras Antonio Banderas, la gran dama del cine norteamericano, llega a la sala de prensa del Kursaal. Sin retraso. La expectación, insólita. Y no porque no haya habido gente de gran talla en esta edición del Festival de Cine: por aquí han pasado Bardem, Woody Allen, el citado Banderas y...'El Duque'. Pero es que Meryl es mucha Meryl. Es la Meryl de 'Memorias de África' y de 'Las horas'. La de las 14 nominaciones a los Oscar y las dos estatuillas: la Meryl de 'Kramer contra Kramer' y de 'La decisión de Sophie'. No ha habido en todos los días transcurridos desde el pasado día 17 menos periodistas por las calles de San Sebastián al llegar la actriz. Ni menos en el pase de prensa de las 4 de la tarde, porque nadie se quería perder a la diosa de blanca piel, de cutis inmaculado, de tacones y vestido. No aparenta sus 59.
Aproximadamente medio millar de acólitos se han reunido para ovacionarla, para aplaudirle y para darle las gracias por recoger el galardón, que premia toda su trayectoria, en persona; y ella lo ha correspondido con sentido del humor, con bromas y con risa. Con chistes y muecas, histriónica pero no falsa. Cercana. No al modo de una 'celebrity'. O, quizá al modo de una celebrity normal que no se siente acosada por la prensa. Le preguntan: Meryl, ¿cómo consigues que nadie se meta contigo, que no te atribuyan romances y que todos los actores con los que has trabajado hablen bien de ti? "Les pago mucho dinero". Y le hace gracia su propio chiste. Y a todos los demás también. La jalean por primera vez, y no será la última. Porque esta venerable actriz, que podría dar más miedo que muchas, dejémoslo en "imponer", merced a su papel de 'El diablo viste de Prada', no lo hace, seduce.
Salta otro: Meryl estoy muy nervioso, eres mi actriz favorita de todos los tiempos. "I love you too" (Yo también te quiero). No hace falta ni que se lo traduzcan a los 200 que nos hemos quedado sin auriculares. Unos la entienden mejor, otros peor, pero todos pueden ver que está de buenas, de muy buenas. ¿Qué es lo que habrá desayunado? Me lo pido. La cosa sigue, porque el fascinado muchacho le dice estaba triste antes de entrar a ver 'Mamma mía' y salió contento, lleno de alegría. "Perdona, el traductor no sabe traducirme la película de la que me estás hablando". Y no sabes si bromea, porque lo dice riendo. Y prosigue: "He entendido que te deprimiste con la película". Y cae en la cuenta. Y vuelve a hacer una fiesta. Se lo está pasando pipa, y todos a su estela. Es importante decir que el admirador la entretiene un buen rato porque es una pandemia. Cada periodista, dueño momentáneo del micro quiere su minientrevista con ella, y raro es el que no hace un par o tres de preguntas. El límite permisible antes de que los colegas te empiecen a mirar mal.
'Click, click', desde las cámaras, profesionales y chungueras, 'click', desde todos los móviles de la sala. 'Click, click', foto, tras foto, tras foto. No ha pedido que no se la retrate como hicieron Stiller y Downey Jr. la semana pasada y antes, en 2007, sin ir más lejos, Samuel L. Jackson o Lou Reed. No ha pedido tres filas de asientos libres enfrente de sí para que su oxígeno no se mezcle con el CO2 de los periodistas, fans por un día. Sabe que estar aquí es un honor y no lo va a empañar. Más de 30 autografiados a la salida lo corroborarán.
Es a los 30 minutos cuando viene la cuestión de rigor sobre política. El otro día, Ben Stiller se sorprendía de que siempre que viene a Europa le pregunten por quién va a votar. Si Meryl piensa igual que 'Zoolander', al menos no lo dice. ¿Qué vas a hacer si gana Obama?, reza la pregunta. Ella no emite respuesta verbal, al menos no en un primer momento, lo que hace la actriz más premiada de la historia es gritar como si le acabara de tocar la lotería y levanta las manos entrelazándolas por encima de su cabeza como quien gana una carrera de caballos. "Lo que haré será gritar y cantar tan alto que se me podrá oír aún estando al otro lado del Atlántico". Y después, Meryl triste, se sitúa en el escenario que menos le gustaría: "Si gana McCain, lo más probable es que me mude a San Sebastián". Lo han captado 20 televisiones, hay testigos. Hay una posibilidad de tener a la Streep de vecina el año que viene. Seguro que hay muchos que lo celebrarían.
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