Hace unos días, mientras ojeaba cierta novela, antes de prestarla, encontré un párrafo que había subrayado y que al leer descubrí que encajaba perfectamente como encabezamiento de aquello que estaba escribiendo.
A veces es suficiente con abrir un libro para ver cómo cae una foto que creíamos perdida o para sorprendernos por la casualidad de leer aquello que no estábamos buscando ahí.
Ese libro (que presté) forma parte de aquellos que una vez leídos, subrayados, anotados o señalados de cualquier forma, siempre tenemos cerca para poder volver a ellos: abrirlo al azar y leer apenas un fragmento, o de forma discontinua como si fuera una 'lista de reproducción' de canciones (en tu ordenador), empezando por la página 143, saltar sin motivo a la 381 para volver después a la 317. No se trata de releer de principio a fin, sino de pasear por sus páginas de forma aleatoria en busca de consuelo, inspiración o, simplemente, para pasar el rato.
Con motivo de la reciente publicación del último libro de Enrique Vila-Matas, 'Dietario voluble' (Anagrama), y el aniversario —también en este mes de septiembre— del nacimiento de Cesare Pavese, autor de 'El oficio de vivir', hablamos de este tipo particular de libros de lectura intermitente, entre los que incluimos estos dos últimos.
Una aclaración antes: no se trata de un listado de nuestros libros favoritos, sino algunos a los que volvemos una y otra vez para leer algún capítulo.
Esta es la 'lista de reproducción' que hemos preparado (si no una lista de reproducción —de lectura— preparada a partir de los libros a los que volvemos una y otra vez).
Quienes disfrutábamos cada vez más con sus ensayos breves sobre los más diversos temas (la escritura y los escritores, pero también la ciudad de Barcelona o el avance imparable de la estupidez…) hemos encontrado en esta última entrega del líder y fundador de la 'conspiración shandy' uno de, a nuestro parecer, sus mejores libros.
Los cuadernos borradores de este científico alemán son toda una constelación de ocurrencias dispares: reflexiones brillantes, observaciones certeras o circunstanciales, llega incluso a anotar sueños y algunas frases sin sentido aparente. Su obra , escrita para sí mismo y no ser publicada, queda como un lugar incómodo en el siglo XVIII, porque critica principios comunes a los ilustrados (como los excesos de la Razón), o se anticipa a la exploración del inconsciente surrealista. De hecho, el general de las filas surrealistas, André Breton, le incluyó en su 'Antología del Humor negro'.
La palabra y el don para usarla pueden humillar y hacer reír con la misma facilidad, aunque nunca a las mismas personas. Desde su escritorio Remy de Gourmont fue profundo y extremadamente ingenioso en todas sus opiniones: una sentencia breve puede herir el costado y el orgullo de quien opina lo contrario.
A Rayuela siempre se puede volver porque en todo momento reconforta y sorprende, como un sombrero (de mago) del que no dejan de aparecer los objetos más curiosos y aquellos que hace tiempo llevábamos guardados en los bolsillos y creíamos perdidos. Un libro abierto en muchísimas direcciones que una vez leído es perfecto para (re)leer sin ningún orden ni 'tablero de dirección'. A quienes me conozcan: perdón por volver a hablar de Cortázar.
A veces busco en su diario (escrito entre 1935 y 1950) la anotación que corresponda con el día en que abro el libro. Siempre escucho a Pavese hablar consigo mismo: dándole vueltas a la posibilidad del suicidio o defendiendo el simbolismo contra las vanguardias. Me gusta que desconfíe de la ciencia, las reflexiones sobre su condición de poeta, y que siempre termine volviendo a los temas del destino y el libre albedrío del individuo en este mundo que, siento en ocasiones como él, "es un asco".
Podríamos decir que uno de los Infames es adicto a subrayar y releer la novela. Terminó contagiándonos a los demás, viendo la facilidad con que esta profunda narración sobre la identidad y la patria le servía para encontrar la frase adecuada en las situaciones más diversas. ¿Quién es el extranjero que toma notas y hace dibujos en la estación de Amberes?; ¿quién soy y cuál es mi hogar?, se pregunta el propio extranjero (Austerlitz) después de conocer su verdadero nombre y origen.
Warhol habla de los asuntos más peregrinos con quien quiera escucharle. Desde la conversación telefónica mientras come mermeladas de distintos sabores hasta las reflexiones sobre la compra de ropa interior en grandes almacenes, nada en este libro tiene desperdicio. El personaje construido por Warhol de sí mismo sentencia entre lo banal y lo genial, sobre la fama, el dinero o sobre 'cómo quitarse el estrés con una aspiradora' (¿?) Para quien le tome en serio o quien decida que todo es una broma, le espera un final sorprendente: "-¿Y qué?"
Nuestra concepción del amor depende en gran parte de las palabras que lo han nombrado y que nosotros hemos leído. Es curioso cómo nuestros sentimientos adquieren forma definitiva en las palabras de otros. Salinas es en parte 'culpable' de muchas de las cartas que alguna vez he tratado de escribir, y yo de haberle 'plagiado' en alguna que otra ocasión.
Estas anotaciones escritas por Bernardo Soares, 'tenedor de libros en la ciudad de Lisboa' y semi-heterónimo del desdoblado Pessoa, pueden destrozar el ánimo de cualquiera. Completamente solo, entre su oficina y la habitación en que duerme, paseando por las calles de la ciudad mientras los comercios lisboetas aún no han abierto, la vida es un sueño y un absurdo. La tan traída e imposible de definir 'saudade' inunda este libro fragmentario y siempre desordenado.
Esta es tan sólo una posible lista de reproducción al abrir al azar algunos de los libros de nuestra biblioteca, como si hubiéramos pasado la noche en un lupanar cambiando constantemente de habitación.
Quien quiera puede imaginar su propio itinerario por las páginas subrayadas de sus libros favoritos.
Posdata: una última aclaración: la novela de la que hablamos al principio es 'El libro flotante de Caytran Dölphin' de Leonardo Valencia (Funambulista), por si a alguien puede interesar. Pero mentí, porque de aquello no hace unos cuantos días sino varios meses, pero estimé que era un buen inicio para este artículo y para —de paso— recordarle a mi amigo que sigo esperando que me devuelva el libro que le presté.
*Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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