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Me gusta Selma Blair, como a Hellboy

Por ALBERTO MORENO (SOITU.ES)
Actualizado 26-08-2008 18:53 CET

Mi romance con Selma Blair es de naturaleza guadiánica, y platónica, claro está. La parte subterránea comprende un pequeño puñado de comedias adolescentes que en su momento parecieron desechos, pero que algún crítico con dos pelotas empezará a reivindicar dentro de aproximadamante un lustro. Los títulos chorras se convierten en pelis de culto a los 15 años. Es una regla matemática. A ese periodo y género pertenecen 'Scream 2' (1997)—imperceptible aparición la suya en ésta—, 'Girl' (1998) o 'Ya no puedo esperar' (1998).

Son títulos rescatables dentro de un currículum en el que perdurarán, lo hacen desde hace tiempo 'In & out' (no debido a ella) y 'Una rubia muy legal' (no por la calidad en sí del film, pero sí por su pingüe taquilla). Hasta ahí la ristra de trabajos donde fue insigne secundaria. Es una sucesión de películas que vi en el momento de su estreno sin reparar en mi Selma. Algo así como cuando no te fijas en el cisne de la clase en el punto en el que es más fácil de abordar: con los granos, la ortodoncia y el mal aliento.

Buen pollo se montó con su beso lésbico iniciático en 'Crueles intenciones'. Sarah Michelle Gellar de 'partenaire', y el patio de butacas se abanica con vehemencia. He de reconocer que me resbala el sexo de mujer contra mujer, pero aquella mirada, aquella mirada que trascendía un papel que me daba igual, se me clavó dentro. Después vinieron ridiculeces varias, cosas 'underground' de bajo presupuesto, o directamente sin presupuesto. Olvidables series B donde ella era lo único que merecía la pena; y un buen día, canto de sirena al canto, 'Storytelling' de Todd Solondz la proclama nueva musa 'indie', y, acto seguido, el avispado Roger Kumble la ficha de escudera de Cameron Diaz y Christina Applegate en sus mejores y más divertidos papeles de siempre. 'La cosa más dulce' se llamó el invento. Esa película es una obra maestra de 2002. Si me toman por majadero o por 'boutadero', esperen a 2017 y verán cómo el paso del tiempo me da la razón y la encumbra como la mejor comedia de los 10 de la misma manera que 'Atrapado en el tiempo' lo fue de los 90.

La chica del pecho discreto, la menos neumática de las tres JASP WASP mencionadas, se ganó mi veneración, amor y espera eterna mientras se daba cuenta de que el único que podría quererla como se merecía era yo. La película tuvo muchos fans, o por lo menos muchos cazadores de talentos atentos. El gran público empezó a quedarse con su nombre sencillo y directo: Selma Blair, Selmablairrrrr... si es que se me llena la boca sólo de decirlo. Entró en la puja por su corazón Chris Koch, que la rodeó de Julia Stiles y Jason Lee en la medio tonta, medio independiente 'Cosas de tíos' (2003). Pero también Scott Caan, uno de los 11 (o 12, o 13, según la referencia espacio-temporal considerada) de Ocean, hijo del ficcional Sonny Corleone, también la metió en su barco. El thriller en cuestión se llamó 'Dallas 362' y en nuestro país no pisó los cines. Y piensa uno: ¿por qué una estrella que es más dulce, más cándida y con los ojos más vidriosos que Cameron y Christina juntas es pasto de videoclub? Pues por la misma razón que tu novia no le parece la más guapa a todo el mundo aunque para ti salga y se ponga el sol en su ombligo.

Vagaba Selma como una princesa herida entre proyectos que casi no alcanzaban para pagar el alquiler, pero un buen día un orondo mexicano la vio en 'Storytelling', himno fílmico gafapástico de repercusión mundial. Le lavó la cara. Cambió su gravedad podrida por luminosa presencia (no se imaginan cuan luminosa, los poros de su cuerpo generaban fuego) en un vehículo comercial a rabiar, 'Hellboy'. Su disfuncional novio era rojo y con cuerpo de diablo. Nunca se vio una película radicalmente 'blockbustera' tan escoradamente 'freak'.

Ahí, mi distanciado romance se hizo intenso, porque ella se convirtió, a mis ojos, en la novia guapa a la que todo el mundo empieza a verle algo. Será que se ha cortado el pelo de una manera determinada o que de repente un trabajo de corresponsal en Nueva York despierta envidia y libido entre el personal. Yo había estado ahí desde el principio, pero de repente la competencia se multiplicaba. Ya no era mi tesoro secreto y, aunque yo la sentía más mía que de los demás, la carrera empezaba de nuevo. Esta vez por mantenerla, por mantenerme en una situación de privilegio. Le cogí un poco de manía por universalizarse, por no recibir ninguna caricia cariñosa que me transmitiera un: "Sé que estuviste ahí desde el principio, partes con cierta ventaja". Y se muestra a todos los públicos por igual, como el McDonald's y el Starbucks. Y de repente crece y crece como quien abre miles de sucursales, tres por barrio valgan de ejemplo, y la cartelera se satura con varios bombazos seguidos: 'In good company', 'The fog', 'Los sexoadictos', 'WDeltaZ', 'El juego del amor'. Selma hasta en la sopa. Y mis amigos me dicen, "Selma está hasta en la sopa, como el 'moka blanco grande con nata' del Starbucks, ya me he hartado". Y yo les respondo: "Es un goteo constante, sí, pero bendito goteo, porque, de tener cinco euros al día para invertir exclusivamente en café, no lo dudaría".

Porque el café masivo es masivo por algo, porque sabe mejor que el cordero asado. Y sólo puedo esperar a que todos tengan la oportunidad de disfrutar de 'Hellboy II', que es igual de buena y de mala que la I y 'Purple violets', con la que Edward Burns ha firmado la primera digna heredera de 'Ella es única', con ella como cabeza de cartel. Ahora estoy en esa fase en la que todos mis amigos dicen que mi novia está relativamente caducada y yo, aunque tenga que pelearme con ellos en el futuro por su amor, necesito el beneplácito global de nuevo para apreciar mejor a mi amor 'guadiana'.

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