PEKÍN. – Nancy He, una estudiante de 20 años, se unió al Partido Comunista Chino hace un año. Sus motivaciones para ingresar en la suprema autoridad política del país no fueron políticas. "Es algo totalmente pragmático y costumbrista," dice He, que estudia relaciones internacionales en la Universidad Renmin de China. "Los mejores se unen al partido; es un símbolo de éxito y popularidad," añade.
Estos días en Pekín todo parecía político. Cuando empezó la oleada de violencia en Xinjiang una semana antes de los Juegos, se especulaba que ésta podía tener el apoyo del Gobierno para justificar las medidas de seguridad. Hablando sobre los Juegos, se discutía cómo éstos eran para los chinos, para mostrarles la grandiosidad de su país y el poder que ejercían restringiendo entrada a las grandes oleadas de gente que querían venir y controlando a periodistas de todo el mundo. Durante la inauguración de los Juegos, me asombró una fuerte y gran ovación cuando apareció el equipo paquistaní en las cámaras. "Nos encanta Pakistán, siempre nos apoyan cuando tenemos problemas con India", dijo, para mi sorpresa, un espectador cercano.
Pero esta percepción cambió al ver que, lo que para mí debería de ser lo más político en China, el Partido Comunista Chino, al menos entre las jóvenes generaciones, no lo es.
"Convertirse en miembro del partido no es fácil," dice He. Sus compañeros de clase, ya miembros del partido, primero la votaron como candidata —sólo los dos o tres más votados de los aspirantes pasan—. Después tuvo que ir a clases en su departamento de la universidad, leer y estudiarse un libro de 30 páginas con los estatutos del Partido Comunista que un amigo describió como infumable, hacer un examen, obviamente aprobar, volver a ser elegida entre todos que pasaron la primera ronda, ir a otro curso del partido en la universidad y pasar el examen final. "No hay beneficios reales, a no ser que quieras trabajar en el Gobierno," dice He después de haber pasado por todo el proceso. Ella quiere irse a Estados Unidos a hacer un máster en Administración de Empresas cuando termine la carrera. "Pero mis padres están felices." Según Bruce Yang, un compañero de clase de He que también es miembro del partido, el proceso merece la pena porque aunque "ser del partido no tiene desventajas, sí posibles ventajas inesperadas."
He y Yang representan la visión de una generación de futuros líderes de la sociedad que, a diferencia de sus padres, han crecido en opulencia, en un momento de reforma política, con información, acceso a internet y posibilidades de viajar fuera de China. Son críticos y quieren cambios, pero también son muy conscientes de la realidad. Son conscientes de que su libertad es restringida, pero dicen que lo perciben al mismo tiempo que me piden que utilice sus nombres ingleses para mantener anonimato. "Me gustaría poder hacer algo, pero la corrupción es tan profunda que no sé qué puedo hacer," dice Yang. "Se necesita tiempo y un cambio paulatino."
He y Yang son conscientes y les gustaría que China estuviera mejor, pero no son tan diferentes de sus padres. Prefieren enfocarse en el desarrollo económico y al menos crear una carrera exitosa y que traiga prestigio a la familia. "Mis padres sólo quieren estar cómodos y ganar dinero," dice Yang, a quien le gustaría trabajar en el Gobierno o en una gran empresa extranjera. "La diferencia es que a ellos no les importan los derechos humanos en el Tíbet ni la libertad de expresión ni la política. A mí, sí," concluye.
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