Esta semana está copada por el estreno de El Caballero Oscuro, pero el Cineflash trae otras dos películas de estilos completamente distintos. La versión cinematográfica del musical Mamma Mia!, con Meryl Streep a la cabeza, y un nuevo título procedente de Rumanía, ´California Dreamin´.
Después de las pretensiones de crónica generacional que dieron al traste con "Across the Universe", era de agradecer que las letras de ABBA, al contrario que las de los Beatles, siguieran unos patrones tan básicos como para que "Mamma Mia!", tanto el musical como la película, transcurra por los cauces de lo intrascendente. Humor casposo y trama de revista para traducir el combo "hortera-cool" de los suecos a la gran pantalla.
Pero apostar por la vulgaridad tiene sus riesgos y Phyllida Lloyd, más curtida en tablas que en planos, no sale tan airosa como desearía. Se agarra como un clavo ardiendo a su equipo de lujo: Meryl Streep echa tanta carne en el asador para el canto y el baile que nos deja con hambre en el plato principal y actúa peor que nunca. La parodia sin miramientos la ejecutan con el punto mejor cogido, en cambio, el envarado Pierce Brosnan, el "bridgetjonista" Colin Firth y el inesperado Stelan Skarsgard. Y así, la película se navega en el peligroso terreno de la autoindulgencia, en el que conviven el tolerable entretenimiento desprejuiciado con la chorrada pelín irritante.
"Me estáis estresando", rezaba el eslogan de una bebida espirituosa de origen cubano anunciada hace unos años. Bien podría valer también para resumir la mentalidad generalizada de las películas que nos llegan ultimamente desde Rumanía si atendemos a la presente y a la última obra maestra que nos llegó desde el país de los Cárpatos, '4 meses, 3 semanas y 2 días'. Pero, aparte de un tempo marcado a golpe de reloj de arena, las semejanzas acaban ahí.
Estamos en 1999 y se viven los últimos estertores de la guerra de Kosovo. El tren en el que viaja un comando norteamericano de la OTAN, camino de la frontera serbia, es paralizado burocráticamente por el jefe de estación de una aldea rumana que se encuentra en la trayectoria. El capitán al cargo, interpretado por el rocoso Armand Assante, establece una batalla de poder, y de ego, con el reaccionario y corrupto jefe de estación local. El embargo supone el desembarco de una manada de soldados borrachos de testosterona que pretenden esparcir su semilla yanqui entre las lugareñas de la región. No quiero equivocarles, lo que ocurre no es propio de una de una 'teen movie', sino de una parábola del choque entre el occidente más frívolo y la Europa más profunda y conservadora. A golpe de tic-tac-tic-tac. Ecos lejanos de Kusturica, pero sin su dosis de chaladura característica.
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