Edimburgo.- "El Impresionismo y Escocia" y "Fotografía: Modernidad en Europa Central 1918-1945" son dos interesantes exposiciones que pueden ver estos días quienes visiten la capital escocesa con motivo de su Festival Internacional.
La primera, abierta al público hasta el 12 de octubre en la National Gallery, explora un período de gran prosperidad en la historia de Escocia cuando Glasgow se convirtió en la segunda ciudad del Imperio Británico y sus ricos comerciantes e industriales se dedicaron a coleccionar arte francés y holandés.
Se organizaron entonces exposiciones de arte moderno con pintores holandeses en Glasgow, Edimburgo y Aberdeen, se establecieron lazos culturales con la escuela de La Haya, muy influida a su vez por los artistas de franceses de Barbizon, como Théodore Rousseau y Jean-Francois Millet, cuyas obras eran muy codiciadas por los coleccionistas escoceses.
Entonces se incorporaron también obras de Corot, Daubigny y hasta de Courbet a las nuevas colecciones escocesas, y una nueva generación de artistas locales pudo familiarizarse con el arte holandés y el francés sin necesidad de viajar fuera.
En Escocia, el gusto por el impresionismo francés se desarrolló, sin embargo, lentamente, y los coleccionistas se sentían más cómodos con la modernidad urbana de Manet o Degas y la temática rural de Jean-Francois Millet.
Artistas escoceses como Arthur Melville, James Guthrie y Edward Arthur Walton experimentaron entonces la influencia de Corot, Degas y Bastien Lepage, más que la de Pissarro, Monet y Renoir,
Pero a comienzos del siglo XX surgió otro grupo de artistas, la llamada escuela de Glasgow, que destacó por su espontaneidad y modernidad y a quienes la crítica consideró los únicos con estatus internacional de cuantos trabajan en ese momento en Gran Bretaña.
Los llamados coloristas escoceses como Samuel John Peploe y J.D. Ferguson se interesaron por Manet, Whistler, Sisley y Pisarro antes de fijar su atención en Cézanne, Matisse y los fauves.
La exposición de la National Gallery reúne más de un centenar de obras de una cuarentena de pintores de ambos lados del canal de la Mancha, que incluyen además de a los citados a Van Gogh, Gauguin, Tolouse-Lautrec, Matisse o John Lavery.
La segunda exposición, en la Dean Gallery, que sólo podrá visitarse durante este mes, analiza por su parte el éxito de la fotografía centroeuropea en el período de entreguerras, cuando es reconocida como el medio creativo idóneo para reflejar e interpretar la modernidad.
La fotografía durante los años veinte y treinta se convirtió en un fenómeno inmenso en países como Austria, Checoslovaquia, Hungría y Polonia y prendió la imaginación de artistas progresistas encuadrados en movimientos definidos como tardo-cubistas, surrealistas y constructivistas.
En la exposición se analiza fenómenos como el de la nueva mujer liberada -en muchos de esos países las mujeres se situaron en la vanguardia de la industria fotográfica-, los experimentos formales, como la abstracción o la manipulación del material en el laboratorio, el uso comercial y político del fotomontaje, la influencia del cine en la estética fotográfica o el uso de la fotografía como vehículo privilegiado de expresión del surrealismo.
Los organizadores han reunido auténticas obras maestras de la fotografía en blanco y negro de artistas reconocidos internacionalmente como László Moholy-Nagy, Hannah Höch, John Heartfield, El Lissetzky, Aleksandr Rodchenko, Karel Teige, Frantisek Drtikol, Lucia Moholy o Trude Fleischman, entre muchos otros.
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