Fauna humana en el recinto olímpico

PEKÍN.-  Qué poco luce la natación vista en directo. Aunque el marco donde tienen lugar los deportes acuáticos de Pekín 2008 es espectacular, la competición, vista desde la grada, carece del grado detalle que se puede apreciar en la televisión, con todas esas grúas subacuáticas y cámaras de alta definición que acompañan a las brazadas de los deportistas. Y eso que el programa de hoy en el Cubo de Agua pintaba emocionante, con un Michael Phelps pletórico, a punto de alcanzar a Mark Spitz en sus siete oros logrados en unos Juegos, y colgarse así del cuello el título de mejor olímpico de la Historia.

Puede que sea ésa la razón. Que nadie realmente esperaba emociones fuertes en las pruebas de hoy. A pesar de los esfuerzos de Ryan Lochte o el húngaro Laszlo Cseh, Phelps se lanzó dos veces a la piscina (final de los 200 metros estilos y semifinal de los 100 metros mariposa) y las dos veces salió victorioso. El público apenas se inmutó. Nueva medalla de oro y un paso menos para elevarse, con sólo 23 añitos, al Olimpo de la natación.

De la visita al Cubo, me quedo con lo original del edificio y lo apetitoso de su piscina. Servidor, que habitualmente nada dos o tres veces por semana en una piscina pública de Pekín, suspira por aguas del color de las del Cubo, las calles separadas, individuales y no compartidas con 17 personas armadas con flotadores y gafas de snorkelling. Pero es lo que tiene un país superpoblado… y que la piscina pública sale barata.

Otro detalle me ha llamado la atención hoy. En la visita a los baños, me sorprendió el hecho de que todas y cada una de las marcas, hasta la del bote de jaboncillo o el nombre de la empresa que ha fabricado los retretes, han sido tapadas con pegatinas, por eso de no hacer publicidad a quienes no patrocinan los Juegos. Lo hablábamos ayer, pero no sabía que se podía llegar a semejante nivel de detalle.

Azul, rojo, verde, rojo

Hoy ha sido uno de esos días por los que la gente del Comité Organizador de Pekín ha puesto velas, a Buda o a la Virgen, cualquiera sabe, durante los últimos años. Cielo azul-azul, más que la corteza del Cubo de Agua, con unas nubes blancas que parecían como de encargo. Solazo, pero una leve brisa que lo hacía soportable. Normal que la ausencia de masa gris habitual haya atraído a toneladas de visitantes a la explanada donde se sitúan las principales instalaciones olímpicas.

La organización es prácticamente impecable, pero tanto viandante plantea retos de campeonato. Veáse si no, la fotografía de la entrada al metro, la línea Olímpica, en la que sólo se puede montar uno si tiene entrada para los Juegos. Porque así funcionan muchas cosas dentro de las Olimpiadas: si estás dentro del circuito y no te sales del camino marcado, todo el entramado va suave como la seda. Ahora bien. Si por alguna razón no quieres comer McDonald’s, por mucho que sea patrocinador oficial de los Juegos, las pasarás canutas para encontrar algo distinto.

Lo que nos lleva al semáforo del Nido de Pájaro. A la vista de ese cúmulo de vigas retorcidas que quita el hipo, el poste luminoso pasaba desapercibido a ojos de los visitantes. Y eso que llevaba adjunto a un voluntario. Al pobre no le he preguntado el nombre, pero se merecía una medalla al tesón, a su capacidad de aguante.

Firme, junto a su semáforo, el muchacho trataba de pedir a la gente que respetase la luz roja. "¿Por qué?" "Pero si aquí no hay coches…", replicaron los peatones. "Pero son las normas", les respondió él.