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Los países pobres, vertederos electrónicos del primer mundo

Por ALMUDENA MARTÍN (SOITU.ES)
Actualizado 05-08-2008 17:59 CET

Electrodomésticos, impresoras, ordenadores obsoletos y teléfonos móviles acaban convirtiéndose al final de su vida útil en basura electrónica altamente contaminante para el medio ambiente. En la mayoría de los casos, la chatarra inservible de EEUU y Europa se destina a países africanos y asiáticos en vías de desarrollo, transformando lugares como los "centros de reciclaje" de Ghana en verdaderos vertederos electrónicos. Esta es una de las principales conclusiones a la que ha llegado el informe presentado por la organización ecologista Greenpeace.

Según datos de Naciones Unidas, se producen entre 20 y 50 millones de toneladas de residuos electrónicos al año en todo el mundo, y más del 80% de esta chatarra contaminante se exporta a países del tercer mundo.

El documento "Envenenando la pobreza. Residuos electrónicos en Ghana" es el resultado de una investigación que los ecologistas han llevado a cabo en dos centros de reciclaje de basura electrónica en Ghana: el mercado de chatarra de Agbogbloshie, en Accra, y el desguace de la pequeña ciudad de Korforidua.

Parece ser que los países industrializados prefieren trasladar el creciente problema de la basura electrónica ('e-waste', en inglés) antes que afrontarlo. El coste de reciclar un ordenador en EEUU es de 30 dólares, mientras que en China es de sólo dos dólares. El vídeo de animación 'E-waste', ganador del Festival de cortometrajes 'Media That Matters 2008', refleja que en tan sólo 10 años (de 1997 a 2007) se desecharon en Estados Unidos unos 500 millones de ordenadores obsoletos.

El informe de Greenpeace detalla que las zonas mundiales más conflictivas en cuanto al tema de residuos electrónicos son: Ghana, Lagos (Nigeria), Nueva Delhi, Bombay, Chennai y Ahmadabad (La India), Guiyú (China) y Karachi (Pakistán). Con todo, la chatarra de EEUU, Europa y Japón acaba en vertederos de estos países donde en su mayoría niños manipulan los residuos sin ningún tipo de protección ni medida de seguridad. Greenpeace comprobó en su investigación que la gran parte de los trabajadores del mercado de chatarra de Agbogbloshie tenían entre 11 y 18 años, encontrando incluso algún pequeño de tan sólo cinco años.

El equipo que llevó a cabo el estudio descubrió en el puerto de Tema, el mayor de Ghana, varios contenedores de residuos electrónicos procedentes de Alemania, Corea, Suiza y Países Bajos que habían sido enviados desde Amberes, en Bélgica. La organización 'Den Kongelige Livgarde' (la Guardia Real danesa) y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos también se encuentran entre los emisores de este tipo de basura, según Greenpeace.

Los ecologistas denuncian que los envíos de equipos electrónicos se hacen de forma fraudulenta como 'bienes de segunda mano' con el argumento de reducir la brecha digital, cuando en realidad se trata de bienes estropeados de los que no pueden hacer uso: entre el 25% y el 75% de los productos enviados a África no pueden ser reutilizados por el estado en el que llegan.

Compuestos peligrosos de los residuos electrónicos

La chatarra electrónica contiene sustancias peligrosas y niveles muy altos de metales tóxicos perjudiciales para la salud humana. Por ejemplo, el mercurio que contienen las lámparas fluorescentes de los monitores LCD puede causar daños en el cerebro; el berilio provoca cáncer de pulmón y daña el ADN, el plomo que está presente en las soldaduras, en las pantallas CRT y en las baterías, daña el sistema nervioso y sanguíneo, los riñones y el sistema reproductor; el cobalto es radiactivo; el bario es tóxico; y el arsénico es veneno. De la misma forma, el bromo de las carcasas y de los aislamientos plásticos y el cadmio presente en los toners y tintas de impresora, monitores de rayos catódicos CRT, baterías recargables... son, entre otros, materiales muy tóxicos.

En estos vertederos o centros de "reciclaje" lo que se busca principalmente es el aluminio y el cobre de los aparatos electrónicos, para luego venderlo a un precio de dos euros cada cinco kilos. "La quema de las fundas de hilo y cables a cielo abierto para extraer el cobre libera las sustancias tóxicas propias del producto y la combustión en sí misma puede generar sustancias químicas más peligrosas", lamentan los ecologistas.

Con este estudio (disponible en pdf), Greenpeace reclama a los fabricantes de productos electrónicos que eliminen las sustancias peligrosas de éstos y sobre todo, que se hagan responsables durante todo el ciclo de vida de sus productos.

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