Segunda incursión en la nebulosa de la memoria: recuperamos 'La luz del fin del mundo' (los herederos de Jules Verne impidieron que se titulase como la novela: 'El faro del fin del mundo'), que visita con la imaginación un faro realmente existente: el Faro de San Juan de Salvamento, en la Tierra del Fuego.
Sinopsis
Lejos de toda tierra, al extremo del mundo, un Faro, servido por tres hombres, es la única guía para los barcos. El siniestro capitán Kongre, que pretende lucrarse con el negocio de los naufragios, se apodera del Faro.
Según una extendida teoría, lo que era Julio Verne es un poco rijoso. Así, los títulos de varias de su obras aludirían al sexo masculino, por ejemplo: 'Clovis Dardentor', de "darde": "dardo"; esto es, a motivos incómodos. No deja de ser estimulante que el novelista ejemplo de la adolescencia se aproxime tanto a lo que a los adolescentes les preocupa de verdad. Respecto de los escritores considerados propios de la infancia, es normal que el autor se sienta interesado por su público: Barrie, Carroll… Sólo así se consigue conectar con el, cada día más improbable, lector. Aquellos que han sublimado los años infantiles en la imagen que desean tener de sus propios retoños olvidan las noches erizadas debajo de las sábanas, el imperio de los sentidos trastornados, como niegan la crueldad del niño. Allá ellos, porque lo cierto es que, regidos por el cuerpo y por el egoísmo, niños y adolescentes tienen además tiempo para otras cosas. Pero hay que seducirlos: Peter Pan, Alicia, la caída por las cataratas del héroe y su novia, que Verne repite en dos historias. Ellos y sus lectores. Se entendían. Como hoy los creadores del cine, de la televisión, del videojuego para jóvenes, se comunican con su comprador íntimamente en la turgencia corporal y el elemento sádico. Lo que parece nuevo es que el mensaje se limite al impulso de la hormona, con lo que el salto no lleva a parte alguna. A "Julio" Verne el cine lo ha tratado a menudo. A veces, no muy mal: 'Viaje al centro de la tierra', 'Miguel Strogoff' (a pesar de su protagonista, un excesivamente maduro Curd Jurgens), '20.000 leguas de viaje submarino'; pero sólo 'La luz del fin del mundo': enfermiza, morbosa, muestra lo que, velado en sus novelas, lo hacía irresistible.
La caza del hombre en un terreno inhóspito ha dado lugar a muchas películas de interés. Entre ellas, además de 'La luz del fin del mundo', recordamos 'La presa desnuda' (Cornel Wilde, 1966): una vigorosa cinta de aventuras rodada casi como un documental —Wilde hizo esto también, por ejemplo, en 'El tesoro de los Tiburones' (1975)—; 'Yuma' (Samuel Fuller, 1957), con nada menos que Sarita Montiel: Guerra de Secesión Norteamericana, indios, pantanos y un Rod Steiger que, pese al sobrepeso, corre que se las pela; y 'El malvado Zaroff' (Ernest B. Schoedsack, 1932): Joel McRea y Fay Wray –siempre con mono de problemas-, náufragos en una isla, son recibidos por un hospitalario Leslie Banks.
Cuatro buenas propuestas.
La acción tiene lugar en un terreno pantanoso de los actuales Estados Unidos (como 'Yuma') y, por lo que creo recordar de los uniformes, en una época anterior al glorioso '7º de Caballería' glosado por el cine. Es una expedición de castigo en el curso de la cual, y en mitad del silencio para favorecer la sorpresa, un soldado es atrapado por la rueda de un carro y grita. Me gustaría saber a qué película pertenece.
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