A quienes conocieron a Radovan Karadzic antes de 1989 les hubiera costado imaginar que, en sólo siete años, este médico oriundo de Montenegro, poeta y sofisticado pensador, pasaría de ser modelo de beatitud a convertirse en uno de los fugitivos más buscados del planeta.
Tras su detención, después de 12 años de evasión, Karadzic se enfrenta a un más que probable juicio en La Haya y a la perspectiva de cadena perpetua por su responsabilidad en actos de genocidio que los fiscales han descrito como "escenas infernales, escritas en las páginas más oscuras de la Historia". Su testimonio será clave para clarificar el papel de Serbia en la guerra de los Balcanes y quizás explicar el giro drástico que él mismo experimentó en su carrera política.
El arresto señala un cambio de dirección del liderazgo serbio con respecto a la Unión Europea, ya que los gobiernos de la UE venían reiterando a Belgrado que el ingreso en el club de los 27 tenía como requisito previo que Serbia "colaborase plenamente" con el Tribunal internacional de La Haya en la detención de los criminales de guerra.
La zanahoria esgrimida por Bruselas parece haber dado resultado, según algunos analistas como Gordana Igric, de la ONG Balkans Investigative Reporting Network (Birn), para quien "este es un claro gesto de que el nuevo gobierno serbio quiere ingresar en la UE". La zanahoria es la firma del acuerdo de estabilización y asociación entre Belgrado y Bruselas, considerado como antesala de la adhesión, y que incluye importantes beneficios comerciales para Serbia.
"Los nacionalistas están perdiendo campo, los sondeos indican que el 70% de los serbios son favorables al ingreso en la UE, y el nuevo partido en el poder tiene una clara política en ese sentido", afirma Igric. "No me sorprendería si en breve asistimos también a la detención del general Ratko Mladic", también acusado de crímenes de guerra y aún en paradero desconocido.
Pero el nuevo primer ministro serbio, Boris Tadic, puede encontrarse con que el camino hacia la adhesión tiene más obstáculos de los que previó inicialmente. La UE felicitó hoy al Gobierno por la captura de Karadzic, pero tuvo una reacción dominada por la cautela en cuanto a la futura relación que mantendrá con el país balcánico. La Unión no pasa por su mejor momento con el Tratado de Lisboa paralizado tras el rechazo irlandés y crecientes dudas en muchas capitales europeas sobre los beneficios de un Europa ampliada a 27 estados miembros
El Comisario de Ampliación Ollie Rehn señaló que los embajadores de los países miembros estudiarán esta semana si se empiezan a aplicar algunos beneficios comerciales del acuerdo pero destacó que el desbloqueo del mismo no es automático. Holanda, por su parte, ha subrayado que la detención de Karadizc no es prueba suficiente de que Serbia colabore de forma plena con el Tribunal Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY) y recordó que el general Mladic sigue libre.
Karadzic empezó en el campo liberal pero durante las tensiones que se siguieron a la muerte de Tito en Yugoslavia, se escoró radicalmente hacia la derecha. Su cambio y su ascenso fueron meteóricos. En 1989, año en que se gestó el Partido Democrático de Serbia (SDS), Karadzic ingresó en esa formación como segundón. En sus iniciales apariciones públicas como miembro del partido, el propio Karadzic declaró que estaba al frente del SDS "sólo de forma temporal". Pero pocos meses más tarde, este psiquiatra de formación se había convertido en el líder supremo de los serbios de Bosnia.
En el verano de 1990, Karadzic y el entonces cabeza del SDS, el líder bosnio musulmán Alija Izetbegovic, presentaron conjuntamente sus respetos a los musulmanes de Serbia, víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Poco después, Karadzic renegaba de esa aparente armonía y declaraba ante los medios que "no nos llevamos bien con Alija y los musulmanes".
El SDS de Karadzic se transformó en vehículo del nacionalismo serbio más radical y en herramienta para desarrollar la idea de la 'Gran Serbia' encabezada por el líder Slobodan Milosevic en Belgrado. Con su apoyo, Karadzic eligió el camino de una guerra que dejó tras de sí miles de muertos en Bosnia-Herzegovina y desplazó de sus hogares a la mitad de la población que habitaba en el país antes del conflicto.
En abril de 1992, cuando Izetbegovic declaró la independencia de Bosnia tras la celebración de un referéndum, Karadzic lo acusó de intentar implantar una "república islámica" en Bosnia, se trasladó a Pale y anunció la creación de una entidad serbia distinta: la República Srpska, de la que fue elegido primer presidente y comandante supremo del Ejército.
En los años siguientes más de la mitad del territorio de Bosnia-Herzegovina vio la aparición de campos de concentración por vez primera desde la Segunda Guerra Mundial. Casi todos los edificios de la comunidad musulmana fueron destruidos, al igual que muchas iglesias católicas, y la población no serbia, sistemáticamente perseguida y asesinada. Las investigaciones señalan que durante los 43 meses que duró la guerra, entre 150.000 y 200.000 personas perdieron la vida y, según datos de Naciones Unidas, se produjeron además unas 20.0000 violaciones.
Durante todo este tiempo, Karadzic seguía presentándose ante el mundo como un líder honesto y legítimo. A preguntas de la prensa internacional sobre el campo de Trnopolje, Karadzic respondió que el centro había sido creado por los propios prisioneros musulmanes quienes "querían estar juntos en un lugar donde nuestra gente pudiera protegerlos. Podían entrar y salir a su antojo. Nuestros soldados los cuidaban, les daban alimentos".
Muchos observadores consideran que la ampulosidad y la lógica genocida de Karadzic se acentuó por la disposición de la comunidad internacional, sobre todo de Londres y Washington, pero también de la ONU, a mantenerlo como interlocutor y por la pasiva inercia de Occidente. Cyrus Vance, emisario de Estados Unidos y David Owen, ministro de Exteriores británico de la época, continuaron entrevistándose con Karadzic en Pale incluso cuando los paramilitares serbios expoliaban Bosnia y el líder serbio fue recibido en numerosos encuentros diplomáticos por toda Europa.
La orden de busca y captura emitida por el TPIY tras el acuerdo de Dayton que selló el fin de la guerra en 1995, empujó a Karadzic y al general Ratko Mladic a abandonar sus cargos y darse a la fuga.
Desde 1997, el tribunal de La Haya ha pedido reiteradamente que ambos se presenten ante la Justicia, y desde ese fecha, se han generado debates sobre quién tenía la responsabilidad de detenerlos y sobre la inacción tanto de las fuerzas internacionales como de las autoridades serbias. Sucesivos fiscales jefes, entre ellos Carla del Ponte, acusaron a las tropas de la OTAN y a sus superiores de no poner suficiente celo en la persecución de los fugitivos, y a la Unión Europea, de falta de voluntad política.
En su Montenegro natal y en los bastiones ultranacionalistas de Bosnia, siguieron celebrando a Karadzic como un héroe: su imagen aparecía en camisetas y vallas; en 2004, incluso logró publicar una novela y llegó a transmitir mensajes en los que aseguraba: "me muevo por mi país como me muevo por mi casa".
Pero su arresto en el centro de Belgrado ha soprendido "a una vasta mayoría de políticos, funcionarios y observadores", según la periodista serbia Slobodanka Ast, quien respalda la tesis de que la salida del anterior primer ministro de Serbia Vojislav Kostunica, la formación de un gabinete pro-europeista hace 10 días y el nombramiento de un nuevo jefe de los servicios secretos, Sasha Vukadinovic, explican en parte que la detención se haya producido ahora.
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