MADRID.- A las diez de la mañana cientos de personas formaban una cola que bajaba por la Gran Vía desde su número 28. En realidad, había dos filas: la de aquellos que esperaban para hacerse con un iPhone en la tienda 'flagship' de Telefónica y la de periodistas que los acosábamos preguntándoles ¿Y cómo te llamas? ¿Y desde cuándo llevas aquí? ¿Y por qué estás aquí?
La respuesta estaba en nosotros mismos. El resto de las 1.499 tiendas en las que se vende el aparato desde hoy no interesan a nadie: será Carlos Ramírez, el joven colombiano de 19 años el que salga hoy en los medios de medio mundo como el primero en conseguir el nuevo teléfono de Apple en España.
Él llevaba en la cola desde las cinco de la tarde de ayer. Después llegó su novia, Mónica, y tras ellos Alejandro, el tercero en cuestión. Mónica me cuenta (igual que a otra docena de periodistas) que pasaron la noche hablando o entretenidos con los portátiles que algunos llevaban. Tras ella, una cola bastante variopinta, pero formada en su mayoría por jóvenes en bermudas. Cuando se les preguntaba desde qué hora esperan, todos exageraban un poco. Fran, el chico que reparte el gratuito ADN en la salida del metro que se encuentra justo enfrente, me chiva que a las ocho de las mañana, cuando él empezó a trabajar, sólo veinte personas estaban allí. Nada de ojeras, ni de sacos de dormir.
Un gran reloj LED en la fachada de la flagship store marca la cuenta atrás. Unos minutos antes de la apertura de puertas, la prensa pasa dentro de la tienda. Los fotógrafos y los cámaras se preparan, los plumillas revoloteamos, las azafatas se muerden las uñas y nos avisan: «yo que tú me apartaría de ahí porque van a entrar como una manada de bisontes». En realidad, nadie sabe muy bien por dónde irá la cola, pero unos segundos antes todo se organiza por arte de magia.
Una docena de dependientes jóvenes y guapos, con su camiseta iPhone y sus Nike Dump, sonríen, posan y muestran algunos teléfonos. ¿Preparados para la avalancha? «Bueno –explica una chica- los trescientos que hay afuera se lo saben todo, el trabajo vendrá después». Uno de ellos me cuenta que llevan tres semanas de curso de formación aprendiendo cómo funciona el móvil de Apple. Las chicas de caja no fueron tan afortunadas: se quedaron ayer hasta las doce de la noche aprendiendo el complejo sistema de tarifas con el que se comercializará en España y que Telefónica desveló a las dos de la tarde.
Se abren las puertas. Alguien de la organización acompaña a Carlos directamente a la fila de cajas. No consigo verle la cara hasta diez minutos después, cuando ya se lo ha comprado, se ha hecho todas las fotos del mundo y no interesa a nadie. Mientras compra es literalmente sepultado por una cincuentena de periodistas que lo rodean y que pisotean el flamante nuevo mobiliario blanco de la tienda y que ya no volverá a ser el mismo. Nunca el acto de comprar fue menos íntimo. Los portavoces de Telefónica reconocen que están asombrados por el éxito de la convocatoria.
Junto a mí, una mujer se echa a llorar y se abraza a otra. Es una de las responsables de la organización. La felicito por conseguir tenerlo todo a punto. Me dice que bueno, que más o menos. Como en todo buen estreno, el sistema se cayó minutos antes.
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