SANTIAGO DE COMPOSTELA.- "¿Eres periodista?" me pregunta un chico que tengo al lado. Estoy sentada en el Café del Casino, una céntrica cafetería de Santiago donde he quedado para una entrevista. "Sí, ¿por qué?".
"Es que he escuchado que estabas hablando por teléfono (efectivamente, llevaba casi una hora colgada del móvil mientras hablaba con un profesor universitario). Lo que nos pasa a los gallegos es una vergüenza. Es que parece que tengamos que estar pidiendo perdón por ser gallegos pero lo que no es normal es que tengamos complejo de inferioridad".
Entre sorprendida y confusa, pregunto: "¿Cómplejo de inferioridad?" Mi interlocutor —que se llama Alberto y tiene 31 años— me explica que ese complejo de inferioridad al que se refiere consiste en no valorar el gallego como se merece. Y pone como ejemplo a los catalanes, que "mira qué bien les va y lo contentos que están por hablar catalán".
Alberto me explica entonces que él habla castellano y gallego sin problemas y que se siente muy contento de poder hacerlo: "Yo no digo que se hable sólo gallego porque yo, dependiendo de con quien esté, también hablo castellano. Lo ideal es dominar todos los idiomas que se pueda".
Está claro que la gente tiene ganas de hablar sobre el tema.
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