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Los temidos cortes de digestión

Por ESTHER SAMPER (SHORA)
Actualizado 09-07-2008 10:00 CET

Hoy hablaremos sobre un tema que va tan unido al verano como las plagas de medusas y las olas de calor con sus consiguientes deshidrataciones: Los cortes de digestión. ¿Por qué se producen? ¿Cuándo es recomendable bañarse después de comer?

Antes de pasar a explicarlo hay que comprender dos procesos fisiológicos (funciones normales en el organismo) que van a acabar interrelacionándose entre sí para terminar dando un corte de digestión. Podría darse éste también de forma aislada, pero es muy raro y sólo ocurriría en individuos sensibilizados y/o situaciones extremas.

El primer proceso normal que va a estar implicado es el llamado reflejo de inmersión. Consiste en que tras sumergir la cabeza, disminuye la frecuencia cardíaca y se produce la contracción de los vasos más superficiales (de la piel sobre todo) para que el cerebro tenga un aporte preferencial de sangre. En individuos adultos este reflejo no se nota mucho, pero en niños es bastante evidente. De hecho, se han informado de bastantes casos por muerte súbita en niños debido exclusivamente a un reflejo de inmersión extremo que provoca alteración del ritmo cardíaco o directamente una parada cardíaca. Este reflejo de inmersión se favorece por la diferencia de temperatura entre el agua y el sujeto. A más diferencia de temperatura, mayor es el reflejo de inmersión, puesto que otra de las finalidades del reflejo es conservar la temperatura del sujeto. Al contraer los vasos sanguíneos de la piel, la transferencia de temperatura se minimiza.

Nunca os zambulláis en agua fría tras haber realizado un ejercicio intenso y estéis muy acalorados, porque pueden ocurrir desde vómitos y mareos hasta paradas cardíacas por un reflejo de inmersión extremo.

Este reflejo se encuentra en todos los mamíferos, pero es predominante en animales acuáticos como los delfines o las ballenas donde es indispensable para que puedan aguantar largos periodos de tiempo bajo el agua al disminuir el consumo de oxígeno por parte del corazón y de tejidos poco importantes.

El segundo proceso normal e implicado va a ser la digestión. Consiste en un conjunto de procesos que tienen como fin la obtención de nutrientes a partir de los alimentos. Paradójicamente, cuando nos referimos de forma cotidiana a 'hacer la digestión' no nos referimos a todo el proceso, sino sólo a aquel que se produce en el estómago y que puede durar desde minutos a 2-3 o incluso más horas como veremos más adelante. Cuando 'hacemos la digestión' el estómago recibe los alimentos, segrega enzimas que los degradan y va haciendo una mezcla de todo gracias al importante componente muscular que posee. Cuando ha terminado, el contenido del estómago se vacía en el intestino delgado. Durante todo este proceso, el estómago necesita gran cantidad de oxígeno, que no tiene otro remedio que tomarlo de los vasos sanguíneos.

Por esa razón, cuando estamos haciendo la digestión, los vasos del aparato digestivo se dilatan, para favorecer el proceso. Como consecuencia de ello, otras zonas del cuerpo, como puede ser la cabeza, reciben una cantidad menor de sangre. No es casualidad que tras comidas copiosas nos entre sueño (de ahí la famosa siesta) o nos cueste concentrarnos, el cerebro recibe menos aporte sanguíneo porque el aparato digestivo tiene preferencia en esos momentos.

Pues bien, ahora que hemos explicado los dos factores relacionados, ¿qué pasaría si aún no hemos terminado la digestión (el aparato digestivo sigue recibiendo mucha sangre) y nos zambullimos de repente en el agua?

Pues puede pasar desde nada hasta la muerte (es lo que tiene la medicina, que no es una ciencia exacta) dependerá de los factores asociados a cada proceso. Pongamos un ejemplo extremo y uno leve para hacer comparaciones:

Pedro acaba de tomarse 3 platos de cocido madrileño y un postre especial del día, se va a hacer footing para bajar la comida un poco y cuando termina, a la hora y media, como le ha entrado mucho calor, decide tirarse de cabeza a la piscina. Inmediatamente después Pedro pierde el conocimiento y se ahoga.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Pedro estaba, en el momento de tirarse a la piscina, con los vasos dilatados en el territorio digestivo. Una comida tan pesada como tres platos de cocido madrileño tarda horas en digerirse en el estómago hasta pasar al intestino, por lo que en todo ese tiempo necesita de aporte sanguíneo en la zona para que se lleve a cabo. El cerebro por tanto, recibía menor cantidad de sangre.

Segundo, la temperatura corporal de Pedro estaba elevada como consecuencia del ejercicio, al tirarse a la piscina se ha producido un reflejo de inmersión mucho más potente al que se daría normalmente, debido a la gran diferencia de temperatura con el agua. La frecuencia cardíaca ha disminuido considerablemente y de forma brusca. A pesar de que este reflejo está, en un principio, dirigido a que el cerebro reciba más aporte sanguíneo, cuando se produce de forma extrema y brusca, la frecuencia cardíaca puede ser tan baja que el cerebro no recibe sangre o que directamente el corazón se pare.

Suma de lo primero y de lo segundo: Al unirse que el cerebro recibía menos oxígeno porque el aparato digestivo tenía preferencia y el hecho de que la frecuencia cardíaca ha descendido bruscamente por el reflejo de inmersión, Pedro pierde el conocimiento porque el cerebro deja de recibir sangre y, por tanto, oxígeno. Se produce el mal llamado 'Corte de Digestión' o, correctamente dicho, Hidrocución. Estrictamente hablando, el término "corte de digestión" es incorrecto porque a la digestión no le pasa nada, al contrario, es el que mejor parado sale porque recibe sangre de forma preferente, aquí el que sale perjudicado es el cerebro, en primer lugar, y el corazón en segundo, por la posibilidad de arritmias o paradas si la frecuencia se hace muy baja.

Ahora, continuamos con el caso leve:

Paquito, de siete años, acaba de tomarse un sandwich vegetal. Después de estar 50 minutos esperando sentado en el borde de la piscina por las recomendaciones de su madre y los temidos cortes de digestión, decide desobedecerla y se mete poco a poco en la piscina para que no se dé cuenta de que se está bañando. Paquito tras media hora chapoteando por un lado y otro se da cuenta que su madre le ha engañado todo este tiempo con lo del corte de digestión y que debería esperarse dos horas. Unido esto al desengaño de los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez y los niños que vienen gracias a la cigüeña, Paquito pierde toda su inocencia y decide emplear a partir de ahora el método científico para no caer nunca más en engaños.

Bien, ¿qué es lo que ha pasado? (O mejor dicho, ¿qué es lo que no ha pasado?):

Paquito había consumido un sandwich vegetal, un alimento muy poco calórico que el estómago tarda en digerir alrededor de media hora. Por eso, cuando se mete en la piscina, ya no estaba haciendo la digestión, hacía ya veinte minutos que la había terminado.

Segundo, a pesar de ser un niño y tener un reflejo de inmersión más evidente, como se encontraba en reposo (sentado en el borde de la piscina) y después se mete en el agua poco a poco, el reflejo de inmersión apenas se nota. La diferencia de temperatura es menor que en el primer caso con Pedro. Además, meterse poco a poco en la piscina, hace que no se dé el reflejo de forma brusca por lo que las probabilidades de que ocurra son mínimas. Por esa razón, a Paquito, aún metiéndose antes en la piscina, no le ocurre nada mientras que Pedro se ahoga, aún metiéndose mucho después.

Moraleja de las dos historias y respuesta a la eterna pregunta: «¿Cuánto es el tiempo recomendado que hay que esperar para bañarse después de comer?»

Pues dependerá de la cantidad y de lo que hayas comido, así de claro. Si tomas un zumo tardarás de veinte minutos a media hora en digerirlo. Si le das a los cacahuetes y frutos secos, pues de una a dos horas. Y si te metes la comilona del mes con un chuletón de cerdo de aúpa, platos acompañantes al montón y un postre que quita el hipo, mejor que no pienses en bañarte hasta después de 5 ó 6 horas.

Después hay otras recomendaciones, que son de sentido común: Meterse poco a poco en el agua y no hacer un ejercicio muy intenso antes de bañarse.

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