Tres sugerencias para esta semana, tres películas que sí le han gustado a Volpini y que tienen toda la pinta de hacernos pensar y hasta de revolvernos en la butaca...
La piedad coreana —en realidad, la identificación y la revancha— tiene los ojos tristes, es madre de una niña y se ha casado con un capullo. Asomado a la televisión, un condenado a muerte que va por su segundo intento de suicidio. En el recuerdo de la mujer, una experiencia bajo el agua. Y con el condenado tres reclusos esperan a Godot. Bajo el Ojo Que Vigila, llega el año: apenas unos días, primavera, verano, otoño, visita tras visita, en las que el espectador asiste a la sublimación del 'karaoke'. Que enternece. Después de no reconocer un último regalo —celos, esperanza, pasión, perdón, reza la publicidad—, será la circunstancia la que recoja lo que queda de aliento: la pareja oficial se lleva todo. En los dos casos.
Todos sabemos lo que molesta una visita. Más, en fin de semana y en el campo, donde no hay nadie para oír nuestros gritos. En la memoria (de unos o de otros) esas visitas quedan. La memoria tiende a ser engañosa. Así, la primera 'Funny Games' de Haneke la recuerdo tan parecida a ésta que cabe preguntarse para qué repetirla. "Porque los norteamericanos no leen subtítulos", apunta Alberto Moreno. Así de fácil. Con actores del mercado angloparlante, hacerse uno su propia versión.
Como aquélla, ésta es una magnífica película: una trama durísima contada con solvencia, la cámara como testigo horrorizado (¿o no?) apenas sí se mueve. Dicho esto, salvo para aprender cine o por sadismo, no podría decir por qué ir a verla.
Un de los mejores trucos de la Iglesia mundial consiste en hacernos creer que el Mal existe. No los malos, los locos, los enfermos, los desesperados: el Mal como voluntad externa al hombre. Esto hasta cierto punto nos exime de responsabilidad. Y al mal que nos ocurre le quita su carácter casual e imprevisible. Un negocio: Trinchera Contra El Mal, Ven A Nosotros. Como nosotros (y ellos) somos parte del mal, contra el mal interior no hay otra trinchera que la que cave cada uno en sí mismo, menos mal. Basada en hechos reales, 'Satanás' cuenta (bien) una historia en la que Satanás no está: son personas que actúan y la casualidad que cruza sus destinos. De la banal inevitabilidad de la tragedia.
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