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Pequeños detalles sin importancia (I)

Por fanshawe
Actualizado 27-06-2008 15:28 CET

Dentro de un par de años los recuerdos de esta Eurocopa estarán muy difuminados. Gracias a internet miraremos una y otra vez el pase de Cesc para el segundo gol de Güiza, a Casillas parando el penalty de De Rossi, a Ballack lanzando un trallazo fulminante para eliminar a los austriacos o el golazo de Nihat eliminando in extremis a la República Checa contra Turquía. Pero alrededor de las grandes gestas turcas y los contragolpes mortíferos holandeses, del toque delicado de los españoles y la fantasía de los rusos, en torno a todo ello hay infinidad de pequeños detalles que han dibujado la forma de este europeo y que quedarán relegados al olvido.

- En el final frenético que se vivió en el partido decisivo de la primera fase entre la República Checa y Turquía hubo una multitud de gestos e imágenes impactantes, pero pocas como la que se vio en el tiempo de descuento: con los checos atacando a trompicones, agotando unas posibilidades en las que ni siquiera ellos creen, el guardameta turco Volkan Demirel, un coloso hasta entonces en toda la euro, empuja enfadado al enorme delantero Koller. Los más de dos metros del checo caen al suelo delante de los ojos del colegiado Fröjdfeldt que de forma automática saca la tarjeta roja al portero turco. Volkan, incrédulo, se lanza a protestar la decisión vehementemente. El árbitro, serio, seco y taciturno todo el partido, congestiona el rostro y emite un grito ensordecedor y terrible, recogido por la cámara lenta de las televisiones. "¡OUT!", atruena. Completamente asustado, el hasta hace unos segundos temible guardameta huye del campo intentando evitar otro grito así.

- En los cuartos de final los turcos empatan en un minuto que no existe, el 122 de partido. Los croatas, rivales de entidad, han perdido la tanda de penaltis antes de comenzar a tirarlos. Rustu, el portero que tardó apenas dos minutos en pasar de traidor por salir a destiempo en el gol croata a héroe por iniciar un contragolpe imposible, se ha agigantado y ha parado ya dos penalties. Petric lanza agarrotado por la presión, Rustu detiene, pasa Turquía; el portero de melena y perilla con aire de pirata sale corriendo a celebrarlo y de repente lo ve: el delantero croata se ha quedado paralizado en el punto de penalti, inmóvil, ausente. El buen Rustu lo ve con el rabillo del ojo y frena su carrera para abrazarlo. No le da tiempo: sus veinte compañeros ya se han abalanzado sobre él enterrándolo bajo una montaña de euforia. Rustu pide salir de debajo de aquello pero la felicidad ciega no escucha a casi nadie. Apenas unos minutos después la realización televisiva enseña a los croatas hundidos sobre el césped. Entre todos ellos un extraño les abraza uno a uno: Rustu, el portero que sintió más el dolor ajeno que la felicidad propia.

- Andaba España muerta de miedo y de ganas de venganza al mismo tiempo en el partido contra Italia, con lo difícil que es sentir esas dos cosas a la vez. Muchos queríamos sin darnos cuenta encontrar alguien a quien poder echarle la culpa cuando el partido terminase y nos fuésemos a casa, otra vez a casa, siempre igual, pero es que la culpa la tuvo... Italia jugaba agresiva pero no sucia, el árbitro era malo pero lo era para los dos equipos, el "uy" más claro que tuvimos fue un error de Buffon. Fue entonces cuando, casi al final, Di Natale nos brindó un villano. Nadie que no estuviera en el campo lo vio, pero oímos y creímos con fe ciega a los comentaristas cuando dijeron que el delantero italiano, lesionado en el suelo fuera del campo, había regresado a gatas para parar uno de los últimos ataques de España. El público, los espectadores y todos los demás lo señalamos como el malvado que andábamos buscando. Nunca sabremos si la pitada atronadora que los aficionados le dieron influyó en el penalty que falló. Nunca.

Alberto Haj-Saleh (Editor de Libro de Notas)

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