Los datos son escalofriantes: un niño menor de 10 años muere de hambre cada cinco segundos y 100,000 personas al día fallecen por inanición o causas relacionadas. Una de cada seis personas en el planeta sufre permanentemente malnutrición. La subida del precio de los alimentos ha condenado al hambre a 100 millones de personas más. Son cifras que maneja a diario Jean Ziegler, comisionado especial del derecho a la Nutrición en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Contestó a las preguntas de Soitu durante su visita a Madrid para participar en una jornada sobre la crisis alimentaria organizada por el PSOE.
Pregunta: La cumbre sobre la Seguridad Alimentaria celebrada a principios de mes en Roma y convocada por la FAO (organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) se saldó sin resultados. ¿Qué está haciendo la ONU para combatir la crisis alimentaria?
Respuesta: Es necesario hacer algo urgentemente pero Naciones Unidas es incapaz de hacer nada. En la cumbre de Roma efectivamente el resultado fue nulo. La ONU fue incapaz de adoptar ninguna decisión. Los líderes de países progresistas de América Latina como los presidentes de Brasil y Argentina, Lula y Kirchner estuvieron allí. Zapatero estuvo allí. Pero ni rastro de George Bush ni de Gordon Brown. Canadá envió sólo a su embajador en Roma. Todas estas potencias obedecen los dictados de las multinacionales que son quienes realmente controlan la industria agroalimentaria. Cargill, por ejemplo, el año pasado controló el 26% de la cosecha de grano del mundo: la producción, el transporte, el marketing. Estas empresas tienen mucho poder y no son la Cruz Roja. El hambre no es su problema. Pero la ONU no puede imponer una normativa a estas empresas porque tienen una influencia enorme en la Casa Blanca y otros países como Canadá y Australia, que protegen a esas compañías y a sus estrategias. Pero el hambre es un crimen contra la humanidad. Según cifras de la ONU, unos 12,000 millones de personas, el doble de la humanidad en la actualidad, podrían ser alimentadas si el acceso a los alimentos estuviese regulado de manera civilizada.
Pregunta: ¿Cuales son sus recomendaciones?
Respuesta: En primer lugar, poner fin a la especulación porque entre el 40 y el 50% del aumento de los precios es puramente especulativo. En segundo lugar cambiar el paradigma de las instituciones de Bretton Wood y convertir en una absoluta prioridad la financiación de infraestructuras de irrigación, para favorecer la agricultura en los países pobres. En tercer lugar prohibir los biocombustibles a partir de productos alimenticios. Sólo el año pasado Estados Unidos quemó 1/3 de su cosecha de maiz, algo menos de 30 millones de toneladas, para transformalas en biocombustibles. Para llenar un depósito hacen falta unos 358 kilos de maiz. Con esa cantidad un niño en Zambia o en México puede sobrevivir durante un año. Es un crimen quemar comida para garantizar la mobilidad de los cientos de millones de coches que circulan por Norteamérica y Europa.
Pregunta: Usted ha alabado la iniciativa española en este campo, pero ¿qué puede hacer un país como España en solitario? ¿Es posible que las medidas que adopte tengan alguna eficacia?
Respuesta: En el corto plazo, España puede hacer dos cosas: mantener la línea de crédito de 500 millones de Euros que ha concedido a Africa para ayudar a la implantación de sistemas de regadío. En Africa, sólo el 8% del terreno agrícola tiene irrigación frente al 42% en Asia. El campesino africano se ve forzado a llevar condiciones de vida propias de hace 200 años: vivir del agua de lluvia. La ayuda española da un ejemplo y es eficaz.. En segundo lugar, España debería luchar porque se anule la asesina directiva de la Unión Europea que dice que para el año 2020 el 10% de toda la energía que se consuma en los 27 países de la Unión deben proceder de fuentes renovables.
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