Ni Mariano, ni Esperanza, ni Soraya. Ni siquiera Josemari. Hemos pasado el fin de semana en el Congreso de Valencia, pero no en el del Partido Popular, que tenía tomados los hoteles y restaurantes. También estos días se celebraba otro congreso, con menos ruido. Cada dos años se reúnen en la ciudad del Turia más de trescientos tipógrafos de todo el mundo para dar repaso al diseño de letras y su evolución.
Valencia estaba tomada por engominados con camisa de rayas, o en su defecto de cuadritos, pero con una gama cromática uniforme: blanco y azul. Como complementos ineludibles los vaqueros o chinos de pinzas, y mocasín o náutico.
Por el contrario, los tipógrafos suelen llevar camisetas alusivas al diseño, pantalón de culo bajo y chanclas de dedo o deportivas. Y gafas de pasta, que las horas delante de la pantalla acaban por hacer mella.
Vincent Connare ha eclipsado la presencia de otros conferenciantes y ponentes. Es el diseñador de la Comic Sans, esa letra ingenua que triunfa entre los usuarios de ordenadores. Una tarifa de precios, un dossier confidencial, un trabajo escolar o la carta de un restaurante, todo ello luce más divertido si utilizamos Comic Sans.
Los diseñadores gráficos desprecian esa fuente de dudoso gusto, tipográficamente hablando, y que se ha convertido en icono del "hágalo usted mismo". Acaso más allá de las bondades o deficiencias objetivas de su diseño, el problema radique en el abuso indiscriminado que de ella se hace. Reside en el sistema operativo de todos los pecés del mundo occidental desde que se incluyera por primera vez en Windows 95. Eso supone que existen cientos de millones de copias, si el bueno de Vincent hubiera negociado royalties, hoy sería sin duda el diseñador más rico del mundo.
La presencia de Connare había generado gran expectación; los asistentes han lucido durante el fin de semana en la solapa una chapa para reivindicar sus preferencias. Simplemente "yes!" o "no!", eso sí, ambas escritas en Comic Sans, era suficiente para posicionarse e iniciar una conversación en cualquier pasillo. Otras chapas, camisetas alusivas, cualquier cosa ha servido para animar el debate.
Incluso en un ambiente inicialmente hostil, Vincent Connare no quiso eludir el cuerpo a cuerpo, ni tan siquiera buscar justificaciones para aplacar los ánimos de sus detractores. Sus argumentos eran absolutamente contundentes. Con afirmaciones como que "si un sistema operativo incluye doscientos tipos de letra… ¿porqué todo el mundo elige Comic Sans?", o también que "si fuera tan mala, Apple no la hubiera copiado para incluirla en sus macs, llamándola Chalkboard". Y razón no le falta.
Lo cierto es que hay que reconocerle un valor a su uso y aceptación universal. En Inglaterra, un estudio realizado con personas disléxicas demostró que ofrece resultados mejores que otras tipografías consideradas como de alta legibilidad.
Al final, su discurso frontal e incomplaciente, acabó por cautivar al auditorio, posiblemente no convenció a casi nadie, pero la ovación fue entusiasta y unánime. Si hubiera que sacar una conclusión es que en el mundo del diseño de letras hay sitio para todos… justito lo contrario que podríamos concluir de lo sucedido en el congreso de al lado.
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