Un colosal castillo de fuegos artificiales ha sido el regalo de Camps a Rajoy. Espectacular escenificación pirotécnica de los ánimos que encerraba este congreso.
Son las 23, 30 horas. Ya sólo quedan unos 300 compromisarios, que a pesar de no haber cenado evitan consumir los extraños minibocadillos que componen el cóctel de celebración. Parecen rellenos con las sobras de otra fiesta: trozos de salchichas con maiz de color gris, tiesas migas de atún con aceitunas y una siniestra tortilla de patatas. Francisco Camps invita a salir al aire libre, lo que se agradece después de dos días sin ver la luz, sin movernos del recinto ferial en que se celebra el congreso.
Estamos en Valencia y aquí nada se termina sin fuegos artificiales. Ya no quedan más dirigentes que el hermano de Juan Costa, mano derecha de Camps, que le hace mucho la pelota a Rajoy, Viri, la mujer del líder pegada a la portezuela del coche oficial, Ana Mato disfrutando como una militante más, González Pons charlando con algunos periodistas y Jorge Moragas cuyo papel es no separarse del presidente ni a sol ni a sombra. Entre rayos blancos, cascadas rojas y efectos de trueno, charlo con Moragas sobre los 409 votos en blanco. ¿Esperabáis tantos? Tras un bombardeo multicolor y un puessssss eterno, contesta. 'En realidad, contábamos con que podía haber más, esta cifra entra dentro de nuestros cálculos. Con la temporada que hemos pasado no lo teniamos muy claro'. Moragas se sube al coche oficial tras lograr arrancar a Rajoy de los posados a los que le somenten sus fans. El líder se fotografía con un grupo de niños. El padre de dos de ellos le dice 'estos son mis gemelos' con un marcado acento andaluz. Torpe en las distancias cortas y aturdido por la mascletá, Rajoy apunta '¿sereís del Valencia? El padre salta, '¿Del Valencia? más bien somos del Betis'.
Un centenar de almas abandonamos a la vez el recinto y nos vemos obligados a guardar cola hasta que aparezca un taxi. Ana Mato espera su turno. ¿No tienes coche oficial? inquiere un periodista. Un militante se apiada y se la lleva en su vehículo. Un penetrante olor a pólvora permanece en el ambiente. Las metáforas resultan asi de puñeteras.
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